El piloto sostiene con firmeza el manillar de la moto, mientras las olas empapan a los dos jóvenes marroquíes sentados a su espalda, agarrados entre ellos como un náufrago a un tablón perdido en mar abierto.
Navegan la frontera marítima más vigilada del Mediterráneo, un embudo natural controlado por los radares de, al menos, tres países y frecuentado por pesqueros, mercantes, barcos militares, patrulleras policiales y embarcaciones recreativas de todo el mundo. Y, sin embargo, son capaces de tocar tierra a ambos lados del Estrecho de Gibraltar con una agilidad pasmosa.
Son apenas 30 minutos de travesía a un precio de 4.000 euros por persona. Eso sin contar los ingresos extra de algún paquete de hachís oculto en la estructura de la moto y cargado estratégicamente para multiplicar beneficios y reconsiderar riesgos.
La Agencia Europea de Guarda de Fronteras y Costas (Frontex) lleva meses advirtiendo sobre la proliferación de un nuevo tipo de tráfico de personas, un método solo al alcance de unos pocos. Ahora, una operación desarrollada por la Unidad Contra las Redes Ilegales (UCRIF) de la Policía Nacional, la Guardia Civil y Europol ha conectado por primera vez esta vía con mafias establecidas en la provincia de Almería.
La denominada Operación Alada-Jet Sky desmontó un eslabón determinante en la red de tráfico de personas. No solo se trataba de facilitar la entrada ilegal en España de inmigrantes irregulares sino también de garantizar un punto de acogida y, en ocasiones, explotación. La banda canalizaba la entrada de marroquíes con motos acuáticas desde Cádiz a Granada y ofrecía un lugar de refugio en la provincia de Almería.
Según fuentes de la investigación consultadas por LA VOZ DE ALMERÍA, el Frontex acredita 38 “incidentes” con motos acuáticas entre los meses de julio y septiembre de 2017. Son cifras incluidas en la llamada Operación Indalo, dedicada a la lucha contra los tráficos ilegales en el Mar de Alborán y cuyo centro de operaciones ha estado generalmente en la provincia de Almería, verdadero punto caliente en la entrada de pateras.
El año pasado el Frontex amplió las actividades de la Operación Indalo para continuar ininterrumpidamente en las costas de Almería, Málaga y Granada y evitar el tradicional parón invernal, ya que el renacimiento de la ruta de Alborán ha revelado una crisis humanitaria (más de un centenar de muertos en 2018 en estas aguas).
Poniente
La banda cobraba a los inmigrantes llegados en motos acuáticas 500 euros adicionales por darles refugio en Almería. Las viviendas estaban ubicadas en El Ejido, Balanegra, Balerma, Vícar y Roquetas de Mar. En la Operación Alada- Jet Sky fue descabezada la cúpula de la organización, radicada en el Poniente y formada íntegramente por ciudadanos marroquíes (solo una mujer española arrestada posteriormente por estos hechos).
“Después de la llegada a la costa española, los migrantes generalmente son recogidos por algunos traficantes o simplemente se escapan y viajan más lejos por su cuenta, mientras que el contrabandista se da vuelta rápidamente e inmediatamente regresa a Marruecos”, señala Europol en un informe sobre la operación.
Los viajes no son sencillos y suponen un grave riesgo para los viajeros. De hecho, la investigación detectó, al menos, cinco viajes realizados con motos en Málaga y la parte oriental de la provincia de Granada.
Dos embarcaciones se hallaron en mitad del Mar de Alborán, a más de cien kilómetros de las costas españolas. Es una ruta extrema, mucho más alejada y peligrosa que los 14 kilómetros del paso del Estrecho de Gibraltar, donde se acumula la mayor parte de las detecciones.
“Una vez que los inmigrantes llegaban a España, en función de la tarifa que habían pagado, contactaban con determinados números de teléfono móvil que previamente habían sido facilitados por la organización. Así eran recogidos y trasladados a otros puntos de la geografía nacional por otros miembros de la red, generalmente en la provincia de Almería”, indican fuentes oficiales de la Guardia Civil y la Policía Nacional.
También se han localizado viajes extendidos hasta ciudades italianas y francesas, siempre previo pago de importantes cantidades económicas, ya desde la primera etapa.
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