- ¿Ya murió? ¿Y de qué?
- No supe de qué. Tal vez de tristeza.
En su inmortal ‘Pedro Páramo’, Juan Rulfo ya lo advirtió: de tristeza se muere. De soledad también. No es una frase hecha, ni una metáfora. El abatimiento carcome la vida de quienes han perdido la ilusión por seguir vivos como las termitas devoran la madera. Y cuando eso ocurre, sobreviene -no siempre, no en todos los casos-, el suicidio. Una palabra todavía tabú bajo la que aguardan sepultadas muchas preguntas sin respuesta y una única certeza: quien toma una decisión así asume, con todas las consecuencias, que ya no tiene ningún sentido seguir adelante.
Las tasas de muerte premeditada crecen con la edad y fuertemente a partir de los 65 años, hasta superar los 20 fallecidos por cien mil habitantes a partir de los 80 años. La asociación entre suicidio y edad es muy clara entre los varones -en una proporción tres veces mayor- y apenas significativa entre mujeres. Tal vez, explica el investigador del CSIC Antonio Abellán en un estudio titulado “El suicidio entre las personas de edad”, tras la jubilación, los hombres que ahora tienen 70 años o más sufren un corte más traumático en el curso de su vida que no padecen las mujeres, que en las generaciones precedentes se ocuparon, preferentemente, del cuidado de los hijos y del hogar y que mantienen más relaciones sociales de amistad y vecindad que las aleja del riesgo de suicidio.
“Llega un momento que se sienten solos, perdidos, muchos ni siquiera tienen el acompañamiento de los hijos. Y les invade la tristeza y se plantean: qué hago yo aquí”. Lo cuenta Eva Rosas, directora del ‘Teléfono de la Esperanza’. La entidad, preocupada por una realidad que está ahí pero que tiene difícil encaje en una sociedad devorada por las prisas y con estructuras familiares que, en muchos casos, han terminado difuminándose, acaba de poner en marcha el proyecto “Llamada de esperanza a mayores en soledad”.
La iniciativa cuenta con apenas 4.000 euros de presupuesto, un fondo exiguo con cargo al 0,7% del IRPF que gestionan el Ministerio de Sanidad y la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta pero que ha servido para, al menos, darle forma.
“Lo que hacemos es que, en lugar de esperar a que nos llamen, llamamos nosotros a mayores que se pueden encontrar en una situación de aislamiento”, explica Rosas.
Los orientadores, con larga experiencia en relaciones de ayuda y escucha, se ponen en contacto con estas personas y charlan con ellas. A veces, conversan de temas serios; otras, de asuntos más triviales. A muchos les basta con que haya alguien al otro lado del teléfono para contarles que ese día han ido a la compra o si los nietos han ido a visitarles.
El proyecto quiere llegar a 2.000 mayores
Las llamadas se hacen una vez por semana o cada quince días, siempre teniendo en cuenta la situación en la que se encuentra el mayor. El programa, en fase incipiente, cuenta por ahora solo con 25 usuarios, principalmente mujeres de más de 70 años que enviudaron y viven solas. Antes de que acabe el año, el Teléfono de la Esperanza espera haber llegado a los 250.
En años sucesivos, el objetivo -“ambicioso”, dice la entidad- sería alcanzar a 2.000 mayores, evaluar su situación y determinar si se encuentran en situación de soledad, si se sienten socialmente aislados o si son víctimas de la incomunicación. En Almería viven 95.799 personas mayores de 65 años para una población total de 706.772 personas, según datos del Instituto Nacional de Estadística a 31 de diciembre del año pasado. Los estudios indican también que el número de mayores no dejará de aumentar progresivamente en los próximos años, hasta llegar a los 194.000 jubilados en 2035, la cuarta parte de la población que vive en la provincia.
“Debemos entender que los ancianos necesitan que su entorno les cuide, que no les arrincone. Es importante que sientan que hay alguien con quien compartir sus historias. Con este proyecto pretendemos aliviar la soledad no deseada e implicar a las familias porque, muchas veces, ni han caído en la cuenta de la situación por la que están pasando sus mayores”, afirma Eva Rosas, responsable del ‘Teléfono de la Esperanza’ .
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