Decía el periodista Ryszard Kapuscinki en su magnífica obra ‘El mundo de hoy’ que la pobreza es una subcultura. “La pobreza tiene diferentes formas: económica, pero también social e incluso psicológica (sensación de rechazo, de superfluidad, de desesperanza)”. Las distintas aristas que conforman la subcultura de la pobreza hacen difícil que las personas que viven en ella piensen sobre cómo salir de esta situación, y cuesta mucho más el hecho de salir por sus propios medios de un entorno tan hostil.
El contexto
Conseguir esto es una proeza que requiere, en primer lugar, de un cambio cultural y educacional para lo que se necesitan muchos recursos. Hace doce años, el exdirector de sucursal de La Caixa en el Paseo de Almería, Francisco Molina, se embarcó con la Obra Social de la entidad para llevar un halo de esperanza a algunos de los lugares más deprimidos del planeta. A lo largo de este tiempo, Molina ha estado en Bangladesh, la India, Bolivia, Perú, Nicaragua o, este último año, en Haití y la República Dominicana.
La persona
El cooperante, al que se le intuye verdadera vocación y pasión por este trabajo, tiene 66 años y conserva la ilusión del primer día. Tras 42 años de servicios a la banca, donde empezó en Fidecaria, su experiencia en el desarrollo de soluciones viables a nivel económico está más que contrastada. Molina, granadino de origen, llegó a Almería en el año 1986, donde ha trabajado como responsable de zona del Banco de Granada y, después, como director de La Caixa en el Paseo de Almería. En el año 2006, se involucra en la creación de la asociación provincial de voluntarios de Almería ligados a la entidad bancaria. Aquí realiza trabajos de voluntario en Almería sobre temas de discapacidad, personas en riesgo de exclusión social y colaboraciones con Cruz Roja en tareas humanitarias, justo antes de comenzar a recorrer el mundo como voluntario internacional de La Caixa.
Los proyectos
“El objetivo de los trabajos que desarrollamos en las zonas que visitamos es ofrecer una serie de técnicas y conocimientos para que, con el paso del tiempo, los habitantes de esta zona sean capaces de crear riqueza en su entorno y contribuir al desarrollo social en el largo plazo”, explica Francisco Molina a este periódico.
El último de estos trabajos de campo es el que la Obra Social La Caixa desarrolla en Elías Piña, una provincia de la República Dominicana que linda con la frontera de Haití. Una zona que, cuenta el voluntario, “está lejos de los resorts con ‘todo incluido’ al que vienen los turistas. La situación es preocupante: la gente se ha acostumbrado a vivir en la subsistencia y comer una vez al día”, lamenta Molina, asegurando que “el porvenir de los niños es realmente poco esperanzador”.
Para contrarrestar esta imagen, el proyecto busca desarrollar las principales actividades económicas locales. “Hacemos estudios de viabilidad de cooperativas para hacer pan, jabones de ropa, yogures o café. Se hacen inversiones en maquinaría e industria y también se conceden pequeños créditos con la intención de gener una cultura de ahorro e inversión”, explica Molina.
La inmersión en el territorio es también un factor esencial, para lo que se apoyan en ONGs locales con el fin de entender y adentrarse en los problemas del día a día de estos lugares. A sus 66 años, Francisco Molina se aloja durante semanas en condiciones de pobreza similares a las de los habitantes nativos de, por ejemplo, Elías Piña. “Este tipo de experiencias te ayudan a comprender cómo las personas son capaces de dejar todo lo que quieren atrás para buscar un futuro mejor en otro sitio, a pesar de los riesgos que conlleva”, reflexiona Molina, consciente de que “ofrecerles ayuda humanitaria no es suficiente, sino que debemos mejorar las condiciones de origen, ayudarles a que sean capaces de generar empleo y riqueza en sus propios territorios”.
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