La memoria de Almería en Brooklyn

María Rozas Mazo (1929) ha regresado a Almería, su tierra, la tierra de sus padres

María Rozas Mazo  en su vivienda del Paseo Marítimo.
María Rozas Mazo en su vivienda del Paseo Marítimo. La Voz
Eduardo D. Vicente
21:31 • 29 jul. 2018

En el cementerio de Evergreen, en Brooklyn, entre la hierba que nace en el suelo y las hojas secas que van dejando los árboles, se levanta una piedra de mármol con dos nombres y un mismo apellido: Guillermo y Dolores Rozas, dos almerienses, padre e hija, que descansan para siempre lejos de su tierra. Al pie de la tumba nunca faltan las flores que van dejando los familiares para perpetuar el recuerdo de los ausentes.




Debajo del nombre de Guillermo aparecen dos fechas, la de su nacimiento y la de su muerte: 1893-1945. El dato nos habla de una muerte prematura, de un hombre joven todavía y nos sitúa en la historia de un almeriense que no pudo hacer realidad uno de los sueños que siempre tuvo presente a lo largo de su vida: volver a su tierra.




María, segunda de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio formado por Guillermo Rozas Ortega y María Mazo Rodríguez, recuerda que en los años de exilio en Nueva York su padre siempre tenía en la boca una frase: “Cuando  volvamos a España”, una ilusión que mantuvo intacta cada instante de su vida aunque no llegó a culminar. Su cuerpo está enterrado bajo la tierra de Brooklyn, aunque su corazón y su memoria revolotean entre las flores de los almendros de Alhama.




María ha regresado este verano a Almería, empujada por el recuerdo de sus familiares. Ahora reside en Miami, pero cada vez  que la salud se lo permite se sube en un avión y se reencuentra con el alma de los suyos. Desde su apartamento en el Paseo Marítimo del Zapillo, disfruta viendo el mar, el mismo que le vio partir una oscura noche de otoño de 1936 cuando en un buque americano se embarcaron rumbo a Nueva York para ponerse a salvo de la guerra.




La historia de su familia y Nueva York había empezado a comienzos del siglo veinte, cuando su padre y su abuelo dejaron Alhama buscando el milagro de América. Cuando llegaron, trabajaron duro fregando platos y sirviendo en restaurantes. Trabajaban sin descanso, sin días libres, sin vacaciones, con la ilusión de poder ahorrar  mucho dinero para volver y tener una finca propia. La finca la bautizaron con el nombre de Rozas y la compraron junto al cauce del río Andarax.




Pero Guillermo no se conformaba con la vida de agricultor y volvió a cruzar el Atlántico en busca de más fortuna. Tras años de intenso trabajo, regresó otra vez a su pueblo en 1922 para casarse con María Mazo y tener su primera hija, Dolores. Su destino parecía estar lejos, por lo que en 1925 la familia volvió a Nueva York alentada por un buen empleo en una fábrica de azúcar. Allí, en la casa de Brooklyn, nació la segunda hija del matrimonio, María, en 1929, y el primer hijo varón, Guillermo, en 1931.




Eran tiempos complicados. La gran depresión había dejado un rastro de paro y miseria que obligó a muchas familias a volver. Guillermo Rozas lo hizo dispuesto a echar raíces de una vez en Alhama, pero tras el nacimiento de Obdulia, su cuarto hijo, decidió irse solo a América. Entonces estalló la Guerra Civil y ante la situación de incertidumbre que se vivía en España, Guillermo se puso en contacto con las autoridades americanas para reclamar ‘el rescate’ de su mujer y de sus cuatro hijos. Una noche del otoño de 1936, la esposa y los niños salieron del puerto de Almería hacia Gibraltar, donde hicieron escala durante un mes antes de partir rumbo a Nueva York.




Allí vivieron como unos americanos más, aunque sin dejar de recordar la tierra y las gentes que habían dejado atrás. Los que un día pudieron volver lo hicieron con el recuerdo de los que allí se quedaron para siempre.


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