Han salido de la Feria como si hubieran estado una semana en unas maniobras militares en el desierto del Sáhara: cansados, con varios kilos de menos, con profundas ojeras, con las piernas doloridas, con las voces tomadas, pero felices porque la caja ha funcionado. Jesús Marín, dueño del bar Lupión, asegura que la última ha sido “la mejor Feria de la historia” para su negocio. “El proyecto del Ayuntamiento ha funcionado y hemos tenido ocho días intensos de trabajo”, subraya.
La Feria se ha convertido para muchos negocios en una tabla salvadora que les permite encarar la recta final del año con balance positivo. El Lupión ha sabido subirse a la cresta de la ola de la juventud y se ha convertido en una referencia en la Feria del mediodía. Desde las tres de la tarde es un templo donde nunca fallan los fieles. Un río de clientes fluye sin parar hasta que echa el cierre a las once de la noche. En esos días de agosto los propietarios del establecimiento ensanchan el local retirando las sillas y las mesas para poder dar cobertura a la clientela.
Para poder ser competitivos ofrecen precios muy asequibles para la gente joven que no lleva las alforjas demasiado cargadas. Por un euro y medio es posible tomarse un tercio de San Miguel. Las estrellas durante la Feria son la cerveza, el calimocho y las copas, que ni siquiera necesitan del aliciente de la tapa para ser atractivos para un público que llega sediendo a la barra y con la necesidad de ponerse contento en poco tiempo y sin gastar demasiado.
La vida de los bares de barrio está llena de días de diario, por lo que muchos no podrían salir adelante si no fuera por esos períodos puntuales en los que consiguen que les salgan las cuentas. “Nosotros tenemos ahora dos acontecimientos que nos dan la vida: primero la Semana Santa y después la Feria. Sería complicado sobrevivir sin ellos”, asegura Jesús Marín.
El bar Lupión ha hecho historia. No sólo por que acaba de cumplir setenta años de vida, sino porque ha conseguido sobrevivir a los duros años de la crisis en un tramo de la calle Real que dejó de estar de moda hace un tiempo. Cuando las oleadas del tapeo empezaron a pasar de largo, el negocio tuvo que reinvertarse, buscar otros caminos. Fue entonces cuando encontró el milagro de los desayunos un filón que está dando buenos resultados debido a la calidad del servicio y al buen precio. Abre todas las mañanas de diario y cierra al mediodía. Los fines de semana cambia de horario y el bar se transforma en un escenario nocturno por donde pasan los jóvenes antes de encarar la madrugada.
Así, adaptándose a las modas de cada tiempo y a los gustos de la gente, el bar Lupión sigue adelante, siguiendo el sendero marcado por su fundador, Manuel Marín Sánchez, en 1948. El primer nombre que tuvo el establecimiento fue el de bar el Banco, como homenaje a los generosos banqueros de aquel tiempo que se negaron a concederle un préstamo cuando iba a abrir al negocio. Es sus orígenes el bar estuvo ubicado en la calle Martínez Almagro, hasta que unos años después se trasladó al local de la calle Real donde la familia Marín tenía un taller de tapicería. En los años dorados llegó a ser marisquería, antes de encontrar su doble personalidad con los desayunos y la movida de los jóvenes.
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