El destino lo hizo chófer sin él saberlo. Era chófer desde que siendo un niño se montaba en el camión de su padre y mientras jugaba iba interiorizando todos los mecanismos del vehículo y todos los movimientos del conductor. Un día, su padre le dijo que tenía que estudiar porque no quería que se dedicara al mismo oficio, pero el niño no tenía otra ilusión que manejar un volante y echarse a la carretera.
Antonio Iglesias García sigue siendo chófer aunque lleve veinte años retirado. Se siente chófer y cada vez que puede le presta sus conocimientos a los jóvenes para que mejoren y sobre todo, para que traten de evitar los accidentes que dependen de los errores del hombre. “Me da mucha pena ver el Telediario y comprobar la de gente joven que se sigue quedando en la carretera, la mayoría de las veces por no utilizar el sentido común”, asegura.
Esta preocupación lo ha empujado a convertirse en un humilde ‘mesías’ de los conductores y ha confeccionado sus propias tablas de la ley con diez mandamientos dirigidos a los conductores que están empezando, para que los tengan en cuenta cuando se ponen delante de un volante. “Ha habido gente que cuando le he enseñado el papel me han pedido que le deje hacer una fotocopia”, me cuenta.
Sus diez mandamientos están basados en más de cuarenta años de experiencia con los coches. Llevó camiones cuando las carreteras eran caminos de cabras y fue empleado de la empresa de autobuses de Almería desde 1964 hasta que le llegó la jubilación.
Su decálogo para ser un conductor ‘sano’ y no poner en peligro la vida de los demás es el siguiente: Primero: “No ser vanidoso. Reconoce que eres un principiante. No quieras presumir ante tus amigos”. Segundo: “No te piques por lo que haga otro. Sé tú mismo y manten el ritmo que te permitan tus conocimientos”. Tercero: “Correr ya sabes, pero antes debes de aprender a parar”. Cuarto: “Piensa que en cada curva o en cada cambio de rasante o en cada esquina puede venir otro de frente, déjale su sitio”. Quinto: “La intermitencia se usa para indicar a los demás tu cambio de sentido y dirección con tiempo suficiente. No la uses para justificar lo que ya estás haciendo”. Sexto: “Un adelantamiento mal efectuado puede ser mortal. Antes debes de calcular las posibilidades de tu vehículo en relación al que vas a adelantar; que no venga otro de frente y si viene calcula en décimas de segundo la distancia y la velocidad de ambos”. Séptimo: “Tu coche es como una persona. No le pidas más de lo que puede dar. Acéptalo como es y trátalo con cariño”. Octavo: “Sé comprensivo con los demás conductores. Los hay buenos, menos buenos y de los otros. Tú puedes ser también de los otros”. Noveno: “Mira siempre donde aparcas. Puedes cortar la circulación si no lo haces en un sitio adecuado”. Décimo: “Si quieres tener larga vida como conductor asimilar estos consejos”. Antonio concluye sus consejos diciendo que “estos diez mandamientos se cierran en dos: evitar el teléfono móvil y no tomar alcohol”.
Uno de estos dos últimos enemigos del conductor no existía en su época. El móvil es una modernidad y una de las plagas de este tiempo cuando se habla de accidentes. “Vas andando por la calle y si te fijas es raro no ver a alguien conduciendo y hablando con el móvil. La posibilidad de sufrir un percance se multiplica por dos en esos momentos”, advierte.
Antonio Iglesias reconoce que ahora es un conductor histórico y que desde hace un tiempo ha decidido dejar el coche, porque así le lo recomiendan los años. Atrás quedan los tiempos gloriosos en los que llegó a ser uno de los conductores más conocidos de Almería, una referencia para los ciudadanos y un patriarca en el barrio de los Almendricos, su ruta favorita.
Su vida en los autobuses comenzó en 1964 cuando debutó en la línea de Circunvalación de la Plaza de Toros. En 1972, cuando estaba destinado en el autobús de las 500 Viviendas, se negó a llevar un coche por entender que los cambios no estaban en buenas condiciones. Como castigo, lo enviaron al autobús de los Almendros, un barrio marginal que trataban de evitar los otros conductores.
Antonio Iglesias recuerda que por aquellos años había hecho unos cursillos de cristiandad que le sirvieron para afrontar la convivencia con los vecinos del barrio. No era un chófer convencional, sino todo un personaje capaz de adaptarse a la realidad de aquellas gentes y a sus costumbres. Cuando iba conduciendo y olía a tabaco y veía el humo de un cigarrillo que salía de la parte de atrás, paraba el autobús de golpe, se levantaba del asiento, abría la puerta y se bajaba. Desde la calle le decía : “Cuando acabéis de fumar me avisáis”.
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