El humanista enamorado de Almería

Emilio Carrión Fos fue un artista total: músico, poeta, fotógrafo y pintor

Emilio Carrión en una de las excursiones que hacía por los acantilados del Cabo de Gata.
Emilio Carrión en una de las excursiones que hacía por los acantilados del Cabo de Gata. La Voz
Eduardo D. Vicente
22:50 • 17 oct. 2018

Fue el paisaje, la fuerza de la naturaleza en estado puro, esa expresión salvaje de la belleza, la que cautivó a un joven perito químico que allá por los años cincuenta vino a Almería enviado por el CSIC para participar en las primeras pruebas de cultivos en invernadero que los investigadores pusieron en marcha. 



Vino de paso, pero se quedó para siempre. Vino a trabajar, pero cuando descubrió aquellos horizontes casi primitivos decidió dejar su tierra, Valencia, y pedir el traslado a Almería. Es verdad que en los años cincuenta ésta era una provincia atrasada y que la vida cultural esa escasa, poco atractiva para un joven con inquietudes como era entonces Emilio Carrión. Almería quedaba muy lejos de todo, pero ese aislamiento era también su principal atractivo, el que le permitió que sus paisajes de costa permanecieran intactos cuando en otros lugares de España la revolución del turismo se los llevó por delante. “Almería tiene una calidad de vida que es imposible encontrar en otros lugares. Es un paraíso sin descubrir”, dijo una vez en una entrevista publicada en el diario Yugo.



Esas formas de naturaleza intacta cautivaron al perito valenciano que no dudó en hacer las maletas y echar raíces en nuestra tierra. Consiguió una de las viviendas sociales que acababan de construir en la calle de Paco Aquino y allí se instaló junto a su esposa, Dolores Darder, y sus hijos: José Vicente, Jorge y Emilio. 



Vino lleno de inquietudes, con ganas de echar a volar su alma de artista y colarse de lleno en el panorama cultural de la ciudad, que entonces no pasaba más allá de las tertulias y las exposiciones que organizaban los indalianos y de las esporádicas actuaciones musicales que se celebraban en la Biblioteca Villaespesa. 



Emilio Carrión era perito industrial, escribía poemas, le gustaba la fotografía artística y había estudiado Composición y Armonía en el Conservatorio de Valencia. Su amigo, el escritor almeriense Manuel del Águila, lo definió una vez como un perfecto humanista, como un personaje del Renacimiento que había aparecido en un siglo equivocado. 



Su desasosiego de artista y su espíritu inquieto le abrieron las puertas del mundillo cultural de la ciudad. No tardó en crear lazos de amistad con el Movimiento Indaliano y en participar en las fecundas tertulias vespertinas que entonces se organizaban en el estudio de Jesús de Perceval. En esos primeros escarceos con la ciudad descubrió que la música era una disciplina olvidada, que si la pintura ya tenía sus profetas y en la fotografía ya se notaba la presencia de artistas como Carlos Pérez Siquier, en la música había un gran páramo donde todo estaba por hacer. 



En 1960 quiso revolucionar el paisaje musical y junto a otros colaboradores puso en marcha la idea de formar la Agrupación Coral Almeriense, que debutó por primera vez ante el público, de manera oficial, en el pregón de la Semana Santa de 1961, celebrado en el Teatro Apolo. El éxito fue rotundo y desde ese día empezaron a llegarle los contratos pidiéndole actuaciones de forma altruista. La Navidad anterior, la coral ya había dado sus primeros pasos en un programada en directo de motetes y villancicos emitido por Radio Juventud, que fue muy celebrado. 



La figura de Emilio Carrión siguió creciendo hasta convertirse en uno de los artistas de moda en aquella década. Daba conferencias con una brillante oratoria, pintaba, organizaba excursiones fotográficas, dirigía la coral y era asesor musical de la Sección Femenina, donde impartía clases de solfeo. 


A pesar de su intensa actividad musical, Emilio Carrión no aparcó nunca su vocación de poeta. En Almería editó, en 1962, su tercer libro ‘El silencio habitado’. Antes había publicado ‘La voz invasora’ y ‘Eterna sombra’. En 1971 consiguió el primer premio en el certamen literario que se organizó con motivo de la celebración en nuestras costas de la Semana Naval. Su creación poética continuó con dos libros más: ‘Almería indálica’ y ‘El justo tiempo’, publicado en 1982, unos meses después de su fallecimiento. En ese libro escribió unos versos en los que presentía que había llegado al final de su camino: “Allí está la otra orilla/irreal y lejana, pero cierta/donde acaba en verdad la singladura/ desembarco final a pie dormido/en la dulce ribera de la muerte”.


Emilio Carrión Fos se fue dejando una profunda huella en el panorama cultural de la ciudad y en todos aquellos que lo conocieron. Fue un artista completo con una inquietud insaciable, que tenía la virtud de hacer muchas cosas y hacerlas bien. Dejó como legado  sus poemas, sus cuadros, sus fotografías y la formación de la Coral Virgen  del Mar.


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