Es difícil entender cómo un barrio como el de Pescadería y toda la zona de la Chanca se quedó sin su ambulatorio después de todos los esfuerzos y el tiempo que tuvo que pasar para que este rincón de la ciudad tuviera unos servicios de asistencia sanitaria modernos. Es difícil de entender como el centro sigue cerrado, como la ejecución definitiva de las obras para volver a ponerlo en marcha se siguen retrasando.
La construcción de la Casa del Mar se hizo realidad en 1964, tras veinte años de penurias en los que gracias al trabajo y al esfuerzo de las monjas los vecinos del barrio pudieron tener los servicios mínimos que en los años de la posguerra pasaban por un modesto consultorio a cargo de las religiosas, donde ellas mismas ponían las inyecciones y repartían comida entre los más necesitados.
Fue en 1944 cuando las Siervas de los Pobres abrieron un pequeño dispensario en el barrio de la Chanca. No tenían ninguno adelanto tecnológico ni tan siquiera un servicio de medicina permanente, pero sí mucha voluntad y la necesidad de estar con la gente intentando resolver sus problemas.
El dispensario, en su origen, era un centro social donde lo mismo te curaban una herida que te ayudaban a solicitar el alquiler de una vivienda. La misión de las religiosas era humanizar el barrio, que los vecinos pudieran estar atendidos en esa lucha diaria que en aquel tiempo se libraba contra la pobreza.
Su puesta en marcha vino a ocupar el vacío que había dejado el único establecimiento sanitario que existió cerca del barrio, la Casa de Socorro llamada ‘la Obrera’, que a principios del siglo pasado empezó a funcionar en la Plaza de Pavía. Por aquellos años, la sociedad benéfica llamada 'la Obrera' planteó la necesidad de instalar otro centro sanitario similar al de la Casa de Socorro en el otro extremo de la ciudad para que los barrios de La Chanca, el Puerto y la Plaza de Pavía tuvieran un servicio médico permanente y que los heridos de aquel distrito no tuvieran que sufrir las consecuencias de los largos trayectos hasta el Hospital, que en algunos casos agravaban al accidentado.
El 22 de febrero de 1903, domingo de carnaval, se verificó la inauguración de esta segunda Casa de Socorro que fue bautizada con el nombre de 'La Obrera', y que se estableció en la casa del número 16 de la Plaza de Pavía, en el corazón del barrio más poblado de la ciudad.
Cuando en 1944 las religiosas emprendieron la aventura, el dispensario ‘la Obrera’ había dejado de existir hace años y los vecinos de Pescadería y la Chanca no tenían otro recurso que el Hospital Provincial, muy a extramuros de sus límites.
El nuevo dispensario fue la esperanza de los más humildes, donde iba la gente a por una olla de comida, a curarse las heridas de los ojos y a ponerse las inyecciones que le mandaba el médico. El oculista don Manuel Gázquez acudía una vez a la semana para atender a los enfermos de tracoma que buscaban el milagro de la medicina. Era un dispensario lleno de pobreza, donde a veces no tenían nada más que unas botellas de alcohol, algodón y aquel ungüento de la posguerra, llamado del Soldado, con el que se combatían los temidos piojos. Lo más importante, como repetían las Siervas de los Pobres, era que las familias no se sintieran desprotegidas, que los pocos progresos que entonces llegaban a la ciudad no dejara de lado al barrio de los pescadores.
En los años cincuenta fue el el Instituto Social de la Marina el que se tomó en serio las mejoras sanitarias del barrio. El primer paso fue la instalación de su delegación en un edificio de dos plantas en la calle Arráez, donde montó sus oficinas y también el servicio del seguro médico para los pescadores y sus familias. Allí pasaba consulta don Antonio Abad, el otorrino; don Antonio Salas que era el especialista de pulmón; don Antonio Langle que trataba las enfermedades de la piel; don José Abad, una eminencia para curar las enfermedades digestivas, y don Manuel de Oña, el médico que se pasó media vida ligado a las familias de la gente del mar.
Los enfermos tenían que desplazarse a diario desde la Chanca a la calle Arráez para que los viera el médico en un improvisado ambulatorio que tampoco reunías las condiciones para atender la gran demanda que exigía una profesión a la que en aquellos años se dedicaban más de dos mil hombres. El sueño de construir una instalación moderna, dentro del mismo barrio de pescadores, se hizo realidad cuando en diciembre de 1961 se aprobó la construcción de la Casa del Mar en un solar situado a la entrada de Almería por la carretera de Málaga, frente a la gran explanada que unía el puerto pesquero con el puerto comercial.
En diciembre de 1961 fue aprobado el proyecto, en unos terrenos que la cofradía de pescadores había adquirido en la misma carretera nacional, con un presupuesto de cuatro millones seiscientas mil pesetas.
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