Los afiladores de la flauta e internet

La familia Navarro Pérez es la última saga de afiladores que sobrevive en el centro de Almería

Los hermanos Navarro: Oscar, Maite y Francisco, propietarios de la tienda Filofiel, en la calle de Pablo Iglesias.
Los hermanos Navarro: Oscar, Maite y Francisco, propietarios de la tienda Filofiel, en la calle de Pablo Iglesias.
Eduardo Pino
19:22 • 02 dic. 2018

En otra época todos los hombres llevaban una navaja en el bolsillo. Era un utensilio imprescindible, una parte más del equipaje diario como también lo era el pañuelo o el paquete de tabaco. Uno de los recuerdos que conservo de aquellas navajas cotidianas era la de los albañiles partiendo el pan y los embutidos a la hora del almuerzo, cuando era costumbre comer en la misma obra y llevarse la comida en una fiambrera. 



Mi padre tenía una navaja multiusos de la que nunca se separaba. Si no llevaba la navaja se sentía huérfano, como si le faltara una mano. Una vez al mes, nos mandaba a algún hijo a la cuchillería de Álvarez, en la Rambla de Alfareros, para poner a punto su vieja navaja y las facas jamoneras que utilizábamos en la tienda. 



Álvarez era  entonces uno de los comercios de cuchillería más importantes de Almería. Cuando derribaron el caserón que ocupaba, el negocio desapareció, dejando un vacío en la calle y en el barrio que fue ocupado, desde 1980, por una familia de tradición cuchillera que se instaló en la acera de enfrente. Así nació la marca Filofiel, creada por Francisco Navarro y María Pilar Pérez. Él se dedicaba a la representación de cuchillos en Andalucía y como llevaba muchas marcas y conocía el oficio, aprovechó un local vacío que tenía en esa misma calle para rescatar el viejo oficio de afilador en un establecimiento moderno. Desde sus inicios, fue un negocio puramente familiar, tanto que la vivienda la tenían encima, por lo que nunca descansaban y no tenían tiempo de desvincularse de la tienda. Sus hijos: Oscar, Maite y Francisco, se criaron entre ruedas y chispas de fuego. Para que su formación no se limitara únicamente a la tienda, el padre los mandó, siendo adolescentes, a San Sebastián para que un maestro les enseñara todos los secretos del arte de afilar.



En aquellos tiempos todavía se podía ver la figura del afilador ambulante que iba por las calles llamando la atención de los clientes con la vieja flauta, haciendo girar la rueda para el disfrute de los niños. Entonces había trabajo de sobra y las cuchillerías contaban con una clientela fiel. Un cuchillo o unas tijeras tenían que durar media vida y en las casas se les daba un uso frecuente que hoy ha ido perdiendo fuerza. “Se ha perdido la mujer que aparecía con su tijera de costura cuando era habitual que la gente cosiera en sus casa, y se han perdido el cliente que venía con el material de las mantanzas. Cuando llegaba el frío teníamos muchos que bajaban de los pueblos a afilar los cuchillos y a comprar las máquinas que necesitaban para hacer los embutidos”, recuerda Oscar, uno de los propietarios del negocio. 



El cambio de época, las nuevas formas de vida, se llevaron por delante a los afiladores tradicionales y obligaron a los comercios especializados a abrir nuevos caminos para poder sobrevivir. 



La rueda, el carrillo y la flauta se han convertido en materiales de museo y en la actualidad el negocio corre por esa red infinita que es internet. “Nos hemos reinventado. Hemos creado una vía de importación de productos a través de nuestra propia web: www.filofiel.com, y ahora vendemos a todas las partes del mundo.  Para conseguirlo estamos muy especializados, llevando marcas que en España solo las tenemos nosotros. Cuando un carnicero quiere un cuchillo especial de Japón nos lo pide a nosotros”, me cuenta Francisco Navarro. 



Además de afilar se han especializado en complementos de caza y en objetos de coleccionismo. Si usted siente el deseo de colocar un guerrero medieval en el salón de su casa, vestido con su armadura reglamentaria, en la tienda de la calle Pablo Iglesias se lo proporcionan con la misma rapidez que le sacan filo a una navaja. En el escaparate tienen cascos de conquistadores del siglo XVI, de  tanta belleza, tan llamativos, que a uno le dan ganas de ponérselos y volver a conquistar las américas. 



Tienen espadas, armaduras, objetos relacionados con  los mitos del cine como Conan y El Señor de los Anillos, cuchillos deportivos, y las clásicas navajillas de Albacete que nunca se pasan de moda. “Hoy se vive más del coleccionista, de la gente que compra por internet, que del usuario de cuchillos y tijeras”, reconoce Maite, la mujer del negocio. Atrás, perdidos en la memoria, han quedado los años dorados, cuando en la noche de Reyes toda la familia se quedaba detrás del mostrador hasta las dos de la mañana porque el centro de la ciudad era un hervidero de gente y había clientes para todos. 


La casa Filofiel se ha ido quedando sola en el oficio. Su competencia más cercana es el puesto de afilador de la Circunvalación  del Mercado Central, al que ya le queda poco recorrido. 


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