Después de la jubilación, cuando cierren la puerta del kiosco, podrán caminar por el Paseo como extraños, con esa primera mirada del que viene de fuera, porque después de toda una vida ligados a la gran avenida apenas han tenido tiempo de vivirla. Han estado ahí, siempre presentes, pero atados al negocio, pendientes del kiosco: de la prensa de Madrid que a veces llegaba tarde, de las noticias bomba de las revistas del corazón cuando se agotaban y de tener satisfecha a su extensa lista de clientes, los que mantuvieron la tradición de generación en generación como si comprar el periódico fuera una costumbre heredada.
Todavía no se han ido, todavía no han empezado a hacer el equipaje y ya echan de menos a la gente. “Tenemos clientes que lo son de toda la vida porque lo fueron sus abuelos y después sus padres, personas con las que hemos llegado a crear un estrecho lazo de amistad”, comenta Carmen Gracia Puertas Plaza, biznieta del fundador del kiosco.
Su vida ha sido el contacto con el público, los madrugones, la fugacidad de las noticias, las horas interminables de trabajo, los anocheres fríos de enero cuando en el Paseo no quedaba más sombra que la de los dueños de los kioscos retirando el género de la calle. Ella y su marido, José González, han estado ligados al kiosco desde que en 1982 les llegó el relevo. En aquel tiempo, cuando empezaron, los kioscos eran el alma del Paseo y un negocio seguro. “Había días que llegaba a vender más de cien ejemplares de La Voz de Almería y tenía que pedir más a los talleres”, recuerda.
Era la edad dorada de la prensa de noticias y de la prensa del corazón, cuando se agotaba la revista Hola y cuando el Pronto había que encargarlo para no quedarse sin él. “La vida ha cambiado mucho. Ahora se lee menos y con internet la prensa y las revistas de papel han perdido mercado, pero todavía es posible poder vivir de un kiosco si se tienen ganas de trabajar y buenas ideas”, asegura Carmen Gracia.
Después de casi un siglo de tradición, la familia Plaza está a punto de cerrar su relación con el kiosco que ha alimentado a cuatro generaciones. Lo fundó José Plaza hacia 1918 y lo continuó su hijo Rafael Plaza Llanos después de la Guerra Civil. Aunque el nombre de Rafael figuró como responsable del puesto, el alma del kiosco fue durante décadas su mujer, Gracia Monerris, que fue la que estuvo vendiendo desde junio de 1947, fecha en la que su marido entró a trabajar como chófer de Emilio Pérez Manzuco, alcalde de Almería.
Como si se tratara de una herencia familiar, el kiosco pasó en 1954 a manos de Carmen Plaza Monerris, una de las hijas del matrimonio, y en 1982, a la actual propietaria. A lo largo de tantos años de oficio la familia Plaza ha vivido momentos históricos que revolucionaron la venta, como la aparición del diario deportivo Marca y la llegada de las revistas de destape.
El Marca llegó por primera vez a Almería en la primavera de 1939, cuando se publicaba semanalmente. Fue a partir de 1942 cuando se convirtió en un periódico diario, aunque casi siempre llegaba a la ciudad con un día de retraso y con muy pocos ejemplares, debido a la escasez de papel, por lo que había que madrugar para poder conseguirlo. No había otra forma de enterarse de las clasificaciones de fútbol que con el Marca. Uno lo compraba y veinte lo leían formando enormes corrillos en los bancos del Paseo.
La aparición de las revistas de destape fue también un revulsivo importante para los kioscos de Almería. Los escaparates y las vitrinas se llenaron de mujeres ligeras de ropa, aunque hubo algún vendedor que por motivos morales se negó a poner a la vista aquel despliegue de pechos y caderas.
La familia Plaza ha asistido a todas estas revoluciones desde su puesto de trabajo y ahora le ha llegado el momento de un merecido descanso.
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