Cualquier cambio genera siempre un clima de expectación e incertidumbre. La llegada de Juanma Moreno a la presidencia de la Junta ha confirmado esa compartida regla emocional, aumentada, además, por la excepcional amplitud de los más de treinta y seis años de hegemonía socialista y por lo inesperado de su final. La aritmética electoral dibujó un escenario no previsto y en la secuencia final de un guion que parecía eterno, la película dio un giro inesperado y el último fotograma sorprendió a todos: a quienes lo protagonizaban y a los que asistían como espectadores activos- los votantes- a su desarrollo. Es la grandeza de la democracia. Siempre son los ciudadanos los que deciden el papel que cada actor debe interpretar en el escenario.
Pero, como en toda película, el reencuentro con la realidad comienza cuando la pantalla se va a negro y las luces iluminan la sala. Desde aquel inesperado final hasta hoy no ha pasado todavía el tiempo suficiente para valorar la distancia que separa la gestión de la realidad del fuego de artificio electoralista que lleva a todos los partidos a prometer lo imposible.
El viernes el presidente tuvo la amabilidad de compartir con LA VOZ su voz y su palabra. Fueron más de dos horas de conversación y sobremesa y de ellas salí con la convicción de que su voluntad de avanzar de forma decidida por caminos hasta ahora no frecuentados es sincera. No lo va a tener fácil, pero tampoco imposible.
Almería se ha sentido y se sigue sintiendo extramuros de Andalucía. La geografía fronteriza, el desdén del centralismo sevillano y la indolencia propia han consolidado un caudal de desencuentro, tan amplio, que nunca y nadie ha sabido aminorar. Negar que ha habido avances más que notables sería un insulto a la verdad y, lo que es aún peor, a la inteligencia. Desde la multiplicación de los centros escolares o de salud, la creación de la Universidad, la construcción de hospitales, el trazado de autovías o las ayudas al sector agroalimentario son realidades que nadie puede negar. Pero si esa es la realidad, no es menos real que a todo (o a casi todo) hemos llegado tarde. ¿Por qué? Dicen los ingleses que no hay nada mas estúpido que azotar un caballo muerto y continuar mirando al pasado por el retrovisor en busca de responsabilidades es perder energías cuando lo importante es mirar y construir el futuro.
La nueva Junta tiene ante sí retos importantes y es a la exigencia de su consecución a lo que deben aprestarse sin demora gobierno y gobernados. La culminación del hospital materno infantil, la conexión de la autovía del Almanzora con la A 7 en Venta Overa, el inicio de las obras en el proyectado hospital de Roquetas o la exigencia, por una y otra parte, de mejorar y perfeccionar el sector agroalimentario son asignaturas pendientes ya aprobadas por el gobierno anterior y al que, el gobierno actual, no solo debe dar continuidad, sino acelerar su llegada. Los almerienses han votado mayoritariamente el PP para que su voz se oiga en Sevilla y para que sus reivindicaciones se cumplan con la celeridad de una provincia que ha dado y da más de lo que recibe.
Hasta ahora el sonido de esta voz en Sevilla- y así se lo dije el viernes al presidente- no está teniendo los ecos esperados. En la nueva estructura de gobierno solo dos almerienses ocupan puestos de relevancia. Carmen Crespo en el liderazgo de la consejería de Agricultura y Manuel Gómez en la dirección general de Producción Agrícola y Ganadera gestionan intereses directamente relacionados con la provincia. Escaso bagaje que no deja de sorprender. El presidente contraatacó señalando que la consejería de Crespo es macro y, en sus funciones, confluyen dos, Agricultura y Medio Ambiente, dos aspectos de extraordinaria importancia para la provincia. Dejémoslo en empate y que el VAR político (Verificación de Acciones Reales) decida al final de la legislatura el resultado.
En lo que el presidente sí se muestra decididamente convencido es de la seguridad de que el nuevo gobierno, no solo culminará con celeridad los proyectos ya comprometidos, sino que sabrá romper con el burocratismo abrumador que tanto dificultó el desarrollo socioeconómico almeriense.
Treinta y seis años de gobiernos socialistas construyeron un laberinto administrativo, una selva normativa en la que cualquier proyecto que entraba tardaba cien años en salir o, sencillamente, acababa perdiéndose en la frustración del desánimo. Juanma Moreno esta decidido a reducir esa normativa endiablada y paralizante. Lo que también pide es paciencia. El rumbo de una cultura política y administrativa construida durante casi cuarenta años no se cambia en un día y, en todo caso, los cambios han de hacerse con tranquilidad. En la gobernanza de un territorio tan amplio territorial, social y demográficamente como Andalucía- la comunidad con más territorio y habitantes de España- sostiene el presidente que la prisa voluntarista puede acarrear el mismo riesgo que la pausa burocrática. Moreno es un hombre tranquilo al que incomoda el apresuramiento.
Frente a otras provincias más cercanas al conservadurismo empresarial o al proteccionismo de la subvención, Almería tiene una visión proactiva e innovadora. Los emprendedores de la provincia piden ayuda, sí, pero, sobre todo, demandan que no se les pongan obstáculos irrazonables a sus proyectos.
El tiempo desvelará si el nuevo presidente satisface esas expectativas. En su hoja de ruta están. Ahora hay que esperar, sin premura pero también sin demora, si, al final, llegan a buen puerto. Málaga está más cerca de Almería que Sevilla geográfica y sociológicamente y eso es ya, un buen puerto de salida.
Habrá que estar atentos.
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