La injusta historia de la almeriense Jimena

Jimena Quirós, compañera de Clara Campoamor y Victoria Kent, fue una ilustre mujer de su tiempo

Jimena sentada a la izquierda frente a Clara Campoamor, en la Conferencia de Mujeres Universitarias en Madrid en 1928. Hemeroteca Nacional
Jimena sentada a la izquierda frente a Clara Campoamor, en la Conferencia de Mujeres Universitarias en Madrid en 1928. Hemeroteca Nacional
Manuel León
07:00 • 07 abr. 2019

Una estudiante almeriense de hace un siglo salía todos los días  al patio del Instituto y caía en la cuenta de que era la única mujer -en ese lejano curso de 1915- bajo las arcadas del claustro de los Dominicos. Era el precio que tenía que pagar por ser distinta: por haber aprobado con sobresaliente el álgebra, la aritmética, el latín, la geometría y todas las demás asignaturas, mientras sus amigas iban dejando de matricularse para ir cosiendo el ajuar y aprender buenas maneras.



Por eso, a media mañana, Jimena se alisaba el dorso de la falda con la palma de la mano y se sentaba en los soportales, mirando en silencio con sus ojos azabaches a lo que hoy es la Plaza de Pablo Cazard, rodeada por todas partes de pantalones cortos y flequillos varoniles. Fue la única alumna que obtuvo ese curso el título de bachiller en el viejo Instituto de Almería, frente a la supremacía masculina de compañeros como Ramón Donoso Iribarne, Manuel Belver, Mariano de la Cámara Cumella o Fermín Peralta.



 



Aún no sabía, en aquellos días juveniles, Jimena, que eso  iba a ser solo el principio de su holgada singladura vadeando aguas vedadas para mujeres. En unos tiempo ahora en los que estandartes como Carmen de Burgos, Clara Campoamor o Victoria Kent han alcanzado, con toda justicia, el olimpo del reconocimiento universal, el recuerdo de  Jimena Quirós, la primera almeriense doctora en Ciencias, ha ido escurriéndose por el sumidero del olvido.



Jimena Quirós Fernández-Tello nació en la calle del Arsenal (hoy Pedro Jover) el 5 de diciembre de 1899. Su padre, José María Quirós Martín, era un ingeniero madrileño que había llegado a Almería como agente de explosivos para la minería y para el el montaje de la fábrica de luz eléctrica Mongemor. Su madre, Carmen Fernández-Tello, una cualificada docente, abrió un colegio privado donde estudiaron niñas como Ana Rodríguez Orland, Rogelia Jover, Carmen Llamas, Lola Abad, Flor Muñoz o Mercedes Rull. Cuando aún era pequeña, los padres de Jimena se separaron, su progenitor se marchó y ya no lo volvieron a ver nunca más.



A los 18 años, Jimena, con el apoyo de su madre, tomó una decisión que le cambió la vida: irse a estudiar Ciencias a la Universidad Central de Madrid. Dejó atrás Almería, a sus primeros enamorados y a sus amigas Angelita Berjón, Amparito Pérez y Aurora Ramos.Se marchó a la villa y corte y fue la primera almeriense, junto a las estudiantes de medicina Elena Gómez Spencer e Isabel Téllez, que se albergó en la Residencia de Señorita, en la calle Fortuny y que era como la réplica femenina de la Residencia de Estudiantes, de Lorca, Buñuel y Dalí.



Allí, en ese ambiente de estudio e investigación, con biblioteca y laboratorio, tuvo Jimena como profesoras y compañeras a Clara Campoamor, María Maeztu, Maruja Mallo, Victoria Kent, María Zambrano o Zenobia Camprubí; Allí, fue donde fermentó su pasión por las ciencias marinas y donde decidió matricularse como alumna interna en el Instituto Español de Oceanografía (IEO), tras licenciarse en Ciencias con premio Extraordinario en la sección de Naturales y después doctorarse, según narra el experto en Oceanografía Pablo Lozano.



La almeriense realizó trabajos de investigación del plancton y, a bordo del buque Giralda que fue yate de Alfonso XII, se convirtió en la primera científica española en participar en una campaña oceanográfica. A su vuelta, sacó una oposición como ayudante del Laboratorio del IEO,  consiguiendo ser la primera mujer contratada por esa institución. Y no solo eso: fue también la primera fémina que firmó un artículo científico sobre  el ámbito marino, que versaba sobre la población de moluscos. Jimena amaba con delirio el mar y sentía el pálpito febril de estudiarlo cada vez más: se marchó a París a hacer un curso de biología marina en La Sorbona y consiguió una beca para una estancia de un año en la Universidad de Columbia, en Nueva York.


A su vuelta a España, en 1924, encontró otra pasión, el movimiento feminista en ciernes, y ejerció de vicepresidenta de la Juventud Universitaria Femenina, que en 1928 organizó una Conferencia Internacional en Madrid, donde se dieron cita mujeres de todo el mundo, entre ellas la nobel chilena Gabriela Mistral. 


Jimena iba ganando notoriedad, dando conferencias en la Sociedad Geográfica, en el Lyceum Club y siempre que volvía a Almería era reconocida por sus paisanos. En 1930 se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y fue seleccionada por las bases para ser candidata al Congreso por Almería, pero fue la dirección nacional la que eligió -como, por otra parte sigue ocurriendo ahora -al hijo de Nicolás Salmerón. 


En Almería fue recibida con cariño cuando en 1931 acudió a dar una conferencia sobre la ‘Actividad política de la mujer’ y consiguió llenar el Salón Hesperia. Durante hora y media habló sin un papel delante Jimena, quien dedicó elogios encendidos al nuevo presidente Azaña y se mostró partidaria de abolir la pena de muerte. Allí fue saludada por Gabriel Pradal, Antonio Tuñón de Lara, Juan Company, Nicolás Salmerón García y otros emergentes políticos almerienses en ese nuevo tiempo republicano. 


Jimena fue también una de esas primeras mujeres que participaron en 1933 en el hecho histórico de votar en unas elecciones a Cortes. Después llegó la enloquecida Guerra y fusilaron a su hermano José, que había sido Gobernador Civil de Navarra. A ella,  el Ministerio de Marina le instruyó expediente de depuración y le comunicaron su cese en el IEO por considerarla “de ideas izquierdista”. Trató de rehacer su vida, trabajó en una academia privada y cuidó de su madre. En 1966  inició su última batalla legal, peleando para obtener su reingreso en el Instituto y lo consiguió cuando ya contaba con 70 años.


Nunca se casó ni tuvo hijos Jimena, esta pionera de las ciencias marinas en España, olvidada extrañamente por casi todo el mundo, la fiel escudera de Campoamor, de Colombine, de Kent, en el fragor de las primeras batallas por los derechos de la mujer; esta brillante almeriense a quien nadie regaló nada, desde que correteara sola entre tantos muchachos por el recreo de los Dominicos; esta paisana nuestra que está enterrada desde 1982 en una tumba esquinada en el Cementerio Civil de Madrid, más sola que la una del reloj.



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