No es un baile pero pone el cuerpo en movimiento siguiendo los senderos que le va abriendo la música. No es una terapia, pero aporta elementos para que cada persona encuentre formas más saludables de vivir y de mejorar su existencia.
La Biodanza nos lleva al movimiento en un sentido pleno, donde el cuerpo y el alma se van dan la mano, se van acariciando, se van conociendo, a través de movimientos naturales que se han ido perdiendo pero que siguen latentes en el inconsciente de cada persona.
En Almería viene funcionando desde hace años un colectivo de maestros de la Biodanza, de facilitadores, como les gusta llamarse, que han ido llevando esta forma de expresión por todos los rincones de la provincia. Lo forman: Isabel Aguilar, Tuco Nogales, Mara García, Marcelina López, Federico Leyva, Otilia Hernández, Isabel Rueda, Paula Jiménez y Paqui López.
Isabel Aguilar, una de las ‘guías’ que empezó a desarrollar la Biodanza en la provincia hace diez años, está utilizando actualmente esta terapia en talleres de igualdad que ha puesto en marcha la Diputación. “La Biodanza aporta condiciones para que cada persona encuentre formas más saludable de vivir ya que desarrolla potenciales humanos como la alegría de vivir, la austoestima, la confianza, la calidad de vida, la salud y la comunicación al fortalecer los vínculos personales”, explica.
A su lado trabaja el facilitador que introdujo la Biodanza en Andalucía, Tuco Nogales, toda una institución en esta forma de expresión plena. Empezó allá por el año 2005, en el cortijo de los Baños de Lucainena de las Torres y es uno de los organizadores del Festival que se va a celebrar en Almería el 27 de abril. Tuco considera que la Biodanza no se puede considerar como una terapia, pero sí como “una ciencia de la vida en las que se pueden conseguir resultados terapéuticos. La terapia trabaja la parte enferma, mientras que la Biodanza lo hace con la parte saludable del ser, con la luz, en vez de con la sombra”, asegura.
Tuco Nogales quiere dejar claro que la Biodanza no es un baile estructurado, ni una danza convencional, sino una serie de “ejercicios-vivencias” en los que cada uno se expresa siguendo el ritmo de la música y las consignas que va estableciendo el ‘maestro’. “El facilitador enseña el camino y luego cada uno le da su toque personal. Trabajamos mucho con el contacto, con el abrazo, buscando la integración afectiva, tan importante en esta sociedad que se caracteriza por el desencuentro”, explica.
Esta forma de expresión abarca cualquier tipo de música que facilite la expresión del cuerpo en conexión con el espíritu. A lo largo de una sesión, que puede durar una hora y medida, se van alternando ritmos, desde la música clásica hasta el rock, desde el jazz hasta el pop, pasando por la música brasileña y africana. Todos los ejercicios se van desarrollando con música, “la música que nos conecta con la emoción y nos induce al movimiento. Las vivencias realizadas en una sesión de Biodanza tienen un alto poder integrador entre el cuerpo y la mente que conectan con una nueva sensibilidad”, asegura Tuco Nogales. Además, considera que el trabajo en grupo que se realiza mejora las relaciones personales: “Se crea como un útero afaectivo que potencia las relaciones saludables. Proporciona las condiciones de protección, aceptación, autoestima y permisividad necesarias para que la persona se exprese en su totalidad”.
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