Siete años después de la tragedia, el asesinato del empresario almeriense Francisco Fernández habita en el oscuro cajón de los sucesos sin resolver. El 10 de julio de 2012, su hijo Francisco y su nuera acudieron a la casa en el número 985 del Bulevar de Vícar alarmados por la ausencia de noticias, inusual en un hombre metódico y cuidadoso.
La puerta del pequeño edificio estaba forzada y la pareja optó por alertar a la Guardia Civil. Los agentes hallaron ascendieron por las escaleras y hallaron el cuerpo del empresario, maniatado, torturado, abandonado boca abajo en el rellano de la vivienda. Un crimen “con extrema violencia”, describió entonces la Policía Judicial.
El crimen parecía obra de profesionales y la investigación pronto encalló en la ausencia de restos biológicos en la escena de crimen. Las únicas huellas obtenidas pertenecía a una joven de origen magrebí con una coartada irrefutable, a saber, en el momento del crimen dormía en una celda de El Acebuche.
Sin resultados, el Juzgado de Instrucción número Dos de Almería ordenó en 2015 el archivo provisional de la causa por la ausencia de un “autor conocido” del crimen. La muerte de Francisco Fernández quedaba impune.
Sin embargo, casi cuatro años después de la decisión (y con un nuevo juez), el caso se ha reabierto. El magistrado Manuel José Rey Bellot ha ordenado la reapertura de las diligencias de investigación sobre el asesinato en Vícar y autoriza cinco de las seis pruebas criminológicas solicitadas por la acusación particular.
El letrado Mariano Garfias pidió nuevos estudios sobre las huellas e otras evidencias recogidas en la escena del crimen, según un auto firmado el 24 de abril y al que ha tenido acceso LA VOZ DE ALMERÍA.
Antecedentes
Los detalles no se han revelado por motivos de la investigación, sin embargo, la autorización judicial supone un rayo de luz para esclarecer un episodio tan oscuro como enigmático de la crónica criminal de la provincia de Almería. El juez rechaza únicamente la exhumación de los restos mortales del empresario Francisco Fernández y estima que las pruebas del Instituto de Medicina Legal fueron suficientemente esclarecedoras sobre la muerte y sus circunstancias.
Francisco Fernández tenía 69 años de edad y tenía una empresa de transportes levantada en una vida de dedicación y trabajo duro. El empresario cuidaba su “pequeño imperio”, mientras vivía inmerso en una batalla familiar de denuncias y órdenes de alejamiento con su exmujer y su hija.
Había roto el contacto con parte de la familia y comenzaba a verse con una chica de origen magrebí de 18 años. Se instaló en un bloque con solo dos viviendas. El inmueble colindante estaba vacío en el momento de los hechos.
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