Ha cerrado sus puertas a cal y canto la histórica farmacia de Conde Ofalia número 18 y el licenciado, Julio Puertas, ha trasladado medicamentos, cremas y afeites al local 76 del nuevo Centro Comercial Torrecárdenas.
Se truncan así 90 años seguidos -abrió por primera vez en 1929- de un rincón del centro de la ciudad consagrado al noble arte de vender pócimas y medicinas.
Llama la atención cómo ese rincón, en uno de los zocos principales del centro de Almería, cada vez alterna más el aspecto lúgubre de negocios que cierran con el de otros que se remozan, se modernizan, cambian puertas y ventanales, estrenan sillas de mimbre y estufas de latón para el invierno.
Ha cerrado ahora la casi centenaria botica que hace esquina con la entrada de Trajano y con Antonio Ledesma, dejando huérfanos al zapatero vecino, al eterno vendedor de cupones y a ese moreno que se sienta al medio día en uno de los soportales esperando en silencio unas monedas que nunca exige a los transeúntes; ha cerrado la farmacia de Julio, y uno adivina con tristeza desde la calle cómo se han cubierto los cristales con cartones y cómo aparecen desnudas las estanterías, hasta hace poco repletas de protectores solares y de botes de champú contra la caspa; ha cerrado la farmacia lindera con la versión contemporánea del Café Colón, como hace unos pocos años cerró la Droguería Puerta del Sol de Manuel Soler y como ha cerrado también la croissantería de al lado y hasta el kiosco de prensa de cemento con forma de refugio nuclear. Y, como una paradoja, justo al lado de ese paisaje medio decrépito, brillan en los escaparates, cristalinos como una patena, los jerseys con el lagartillo de Lacoste de una de las boutiques más cotizadas de la ciudad y se respira el ambiente relajado de los veladores de La Cava y de Capitol.
La farmacia que acaba de cerrar, después de nueve décadas ininterrumpidas, fue abierta en 1929 como Farmacia Torres. Antes aún, en los bajos de ese edificio, compartieron espacio con tabique de por medio el estanco de Salvador Cobos y el despacho de un dentista.
En 1945, adquirió el traspaso de la botica Luis Fernández, hijo del profesor de Dibujo del Instituto, Luis Fernández Góngora, que la regentó durante casi 40 años, hasta 1982, cuando pasó a manos de su último inquilino, el mismo que ha visto más futuro en ese nuevo emporio comercial, en las faldas del hospital de referencia de la provincia, en el retail de Bogaris, por el que han desfilado ya varios millones de almerienses.
“Nos hemos cambiado porque creemos que el Centro Comercial reúne más condiciones”, explicaba ayer Julio Puertas, quien pagaba un arrendamiento por el local de Conde Ofalia al nieto del propietario original.
De esa manera queda vacío un nuevo local comercial en la almendra central de la ciudad, en esa encrucijada de calles y recovecos, en lo que antiguamente -muy antiguamente- fue la Puerta del Sol de la ciudad amurallada y conventual que era Almería, cuyo trazado perduró hasta mediados del XIX.
De abuelos a nietos, a través de los años, los almerienses se han agenciado en esa clausurada farmacia -a la que durante la feria le llegaban los ecos de las sevillanas y el aroma de las copas de manzanilla- desde la leche del racionamiento, al pelargón, desde los tarros de Maicena a carterillas de Gaseosa el Tigre, desde los embusteros crecepelos a los frascos de linimento del Tío del Bigote. El local presenta ahora el aspecto de un galeón varado, a la espera de que el tiempo desvele qué nuevo negocio abrirá sus puertas a los almerienses de la nueva hornada.
Un rincón de negocios legendarios
Aunque la Puerta de Purchena tiene la nombradía como kilómetro cero de la ciudad, el entorno de la Plaza Marqués de Heredia, Conde Ofalia y Lachambre no le anda a la zaga y ha sido y es también una de las zonas con más bullicio de Almería. En el ámbito de esa farmacia, enseñoreada por un jardincillo de hierba artificial donde juegan niños a diario protegidos por su carácter peatonal, abrieron sus puertas, desde finales del XIX y principios del siglo XX, legendarios negocios como el despacho de Agua de Enix, de Josefa Amate, la panadería El Cañón, la fábrica de gaseosas de Campana, la taberna de licores de Juan Bautista Manzano, la carpintería de Ramón Joya, la bodega El 1 y el 2, la casa señorial con oratorio de José Benítez Blanes, la tienda de ultramarinos La Milagrosa y la parada de coches de caballos.
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