El comunista de Pescadería

Juan Martínez Andújar consagró su vida a la creencia de que todos los hombres son iguales

Juan Martínez Andújar ( Almería, 1912-Algeciras, 2006), en un retrato de su madurez.
Juan Martínez Andújar ( Almería, 1912-Algeciras, 2006), en un retrato de su madurez.
Manuel León
07:00 • 30 jun. 2019

Siendo un niño, Juan Martínez Andújar se levantó un día de la cama y le dijo a su madre: “Cómprame una enciclopedia para aprender cosas”. Y la mujer fue, sin quitarse el delantal, a la papelería de la calle Las Tiendas y se la encargó a Isidro: “La semana que viene la tiene usted aquí”. Era una de aquellas enciclopedias remotas, que olían a papel y a cola, con láminas de catedrales y listas de ríos con todos sus afluentes. En unas semanas, Juan ya se había devorado todas los pasajes de la A a la Z. No se lo aprendió todo, pero aprendió mucho.



Quizá fueron esas lecturas infantiles en el patio de su  casa de la calle Chamberí lo que le inflamaron esa vena idealista, de intelectual, que tuvo toda su vida, a pesar de no haber tenido más oficio que el de pescador y comerciante de conservas.



Era un niño despierto, Juan, que nació en San Miguel del Cabo de Gata en 1912, en una familia de jabegotes, que se avecindó al poco tiempo en el barrio antiguo de Pescadería, en una de esas casitas empinadas desde las que todas las tardes veía Juan llegar las traíñas con la sardina y el boquerón. 



Fue precoz, como se era antes de la llegada del conformismo, antes de que entrara el sofá confortable en los hogares, en esa época intrépida del primer tercio del siglo XX. Leyendo las páginas de su enciclopedia infantil se imaginó a su manera un mundo feliz de Huxley y de ese attrezzo idealista ya no se apeó nunca en su vida. Con solo quince años se afilió a Juventudes Republicanas, formó parte de la constitución de la Unión Local de Sindicatos por el gremio de pescadores, al año siguiente a Juventudes Socialistas Unificadas y tres años después, varó en  el Comité Provincial de las Juventudes Comunistas, siendo elegido en la República concejal del Ayuntamiento de Almería y después miembro de la Ejecutiva Nacional de Juventudes Comunistas, junto a Juan Medrano y un aún desconocido Santiago Carrillo, para lo que se tuvo que desplazar a Madrid.



Al estallar la Guerra, Juan volvió a una Almería levantada en armas y participó en la batalla de la capital eludiendo el ataque de la Guardia Civil con las tercerolas, en una barricada levantada en la Calle Las Tiendas. Entró a formar parte del Consejo Municipal y en el salón de Plenos de la Plaza Vieja compartió duras sesiones, en esos tiempos tan revueltos, con Fernández Villegas, Burgos Seguí, Rodríguez Botija, Cayetano Rodríguez, Carretero Miras y otra gente de izquierdas que era un poco el contrapunto templado del exacerbado Comité Revolucionario que no pudo ser controlado ni por los sucesivos gobernadores civiles en los primeros meses de la contienda, provocando toda la clase de desmanes.



En esas reuniones municipales, en las que se iba sorteando la penuria del día a día de la ciudad, constan en acta las intervenciones de Andújar rechazando los actos violentos, “como poco propios del ser humano”. Eran esos meses del 37 y del 38 en los que la ciudad se moría de hambre y de enfermedades y Andújar y sus compañeros tenían que decidir sobre la adquisición de una ambulancia con gasógeno para traslado de enfermos, cómo obtener recursos para encargar ataúdes para los entierros de beneficencia, cómo frenar que los hoteles y cafés cobraran cinco o seis pesetas por un plato de arroz y cómo hacer una emisión de papel moneda para la capital.



En esos tiempos, Juan Martínez Andújar fue también seleccionado, aprovechando su forma de hablar temperamental, en un ciclo de conferencias en el local de Radio Almería para arengar a la retaguardia y mantener la moral. Allí se ponía Juan delante de un micrófono que colgaba del techo, junto a Guillermo Gómiz, Manuel Alcalde, José Carrasco y José Chicano, a hablar de la lucha contra el fascismo y de la igualdad de todos los hombres. Hasta que se tuvo que ir al Frente de Extremadura, él, que no era un hombre de armas sino de letras. Por eso fue reclamado en Madrid donde fue nombrado delegado del Gobierno en Cartagena, cuando ya los presagios se tornaban negros para la República.



 Una vez partida en dos la zona roja, Andújar se inventó un correo submarino para comunicar las dos áreas que aún resistían. Al perder la Guerra, huyó en un barco a Agadir, donde con otros exiliados republicanos abrió una cuenta para apoyar económicamente las actividades de resistencia al Franquismo de los maquis. Compró una embarcación que patroneaba para enviar armas y pertrechos a los guerrilleros que permanecían entre Estepona y Granada. El barco fue incautado por la policía alemana que estaba ocupando Marruecos y fue  detenido y condenado a 14 años en la prisión de Kenitra, donde sufrió vejaciones y donde tuvo que quemar la foto de su mujer Cándida y de sus padres para que no tomaran represalias contra ellos en Almería.


Hasta que fue liberado por las Fuerzas Aliadas y obligado a alistarse en la Legión Extranjera, en la que no creía. Después se incorporó a las Milicias de Liberación creadas por los exiliados españoles de la resistencia en Francia. Y terminada la Guerra Mundial, volvió a Agadir, donde abrió una fábrica de conservas de pescado, “Conservas Andújar” y donde continuó organizando el dispositivo político de apoyo a los resistentes en España. 


Fue nombrado cónsul honorario de la I República Cubana, antes del Golpe de  Batista y en plena Dictadura  asistió a un Congreso Internacional de Pesca en Valencia y aunque intentaron detenerlo, no lo consiguieron porque contaba con inmunidad diplomática. Con la llegada de la Democracia, con 65 años, ya sin ninguna familia que le esperara en Almería, se instaló en Algeciras refundando la Agrupación Local del Partido Comunista, que en 1999 tomó su nombre, y en 2001, el Ayuntamiento algecireño le concedió por unanimidad la Medalla de Oro, “por dedicar su vida al servicio de la libertad”.


Falleció Juan –aquel niño que se aprendió una enciclopedia entera - en 2006, sin haber podido volver, por las circunstancias de la vida, a su querido barrio de Pescadería, sin haber podido pisar de nuevo aquel patio infantil de su casa de pescadores de la calle Chamberí.



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