Los almerienses despiden hoy a Fausto Romero

Adiós a un atractivo personaje almeriense

Fausto romero nació en Almería en 1945 y falleció ayer con 73 años.
Fausto romero nació en Almería en 1945 y falleció ayer con 73 años.
Manuel León
07:00 • 09 ago. 2019

Hoy vuelve a Almería, a su ciudad, el cuerpo del abogado Fausto Romero-Miura, que ayer falleció en Madrid a la edad de 73 años, víctima de un cáncer de pulmón.



Las muestras de condolencia de sus paisanos se sucedieron sin parar desde entonces  en los medios de comunicación digitales y en las redes sociales. Fueron detalles espontáneos de los almerienses con un personaje que ha pasado por la provincia dejando huella.



Ayer casi todos sus paisanos, los que le trataron en vida, tenían una foto a mano del letrado y escritor almeriense para mostrarla en Facebook, como en una especie de testimonio emocionante de despedida, de homenaje afectuoso, por este Fausto que, a pesar de que siempre presumía de ser solo de él mismo, era un poco de todos, de toda esa Almería a la que tanto quiso. 



Porque por lo prolífico que fue con la pluma, por los centenares de artículos que escribió en este periódico, casi todos los almerienses acabaron viviendo también un poco la vida de Fausto: su rol como abuelo feliz, su desencanto por la política, sus razones y sus desazones, sus decepciones y sus anhelos por su ‘Tierra dormida’.  Hoy será el duelo de Fausto Romero en su ciudad, ante sus familiares y amigos; hoy será la despedida a uno de los almerienses más atractivos de las últimas décadas, que destiló durante toda su vida un exacerbado amor por su patria chica, a través de sus copiosos escritos y de su breve paso por la política, por voluntad propia.



Hijo de la garruchera Concha Giménez Fuentes y del notario almeriense Fausto Romero Miura, Fausto, ‘Titico’ como era conocido afectuosamente, nació en Almería en 1945, tuvo un hermano Juan José, y su infancia transcurrió en la Berja de los pámpanos dorados, un municipio y una época de los que siempre conservó un grato recuerdo, su Arcadia particular. Al igual que Garrucha, Antas y Carboneras, poblaciones con las que tenía lazos a través de su familia materna, y Macael,a la que le unía también un sentimiento fraterno. 



Ida y vuelta



Los Romero Giménez volvieron de Berja a Almería, a la casa de la Plaza Santa Rita, conocida como el chalé del Gitano, que había sido de su abuelo el médico Juan José Giménez Canga-Argüelles, y  su progenitor abrió notaría en la calle Reyes Católicos.



Fausto estudió en La Salle y después se matriculó en Derecho en Madrid, aconsejado por su padre, el hombre que más admiró en toda su vida, según sus propias palabras.


Al licenciarse de leyes y del Servicio Militar, Fausto volvió a su ciudad en 1968, el año del mayo francés, se colegió y al poco tiempo abrió despacho de abogad en la calle La Reina -entonces Queipo de Llano- y se casó con la italiana Anna María Ferraro y tuvieron dos hijos: Fausto y Cristina. 


Se especializó en derecho mercantil, aunque durante toda su vida alternó su actividad profesional con otras pasiones culturales y artísticas como el cine -llegó a rodar las películas ‘A-Z’, en colaboración con Mariano Maresca, e ‘Imágenes de la Chanca”- con la fotografía y la pintura, como un gran coleccionista de arte y como estudioso de su querido movimiento indaliano.


Solía decir que él nació el mismo año que brotó la semilla indaliana y que “Almería debería de llamarse Indalia”. A todos los componentes de este grupo se acercó con curiosidad numismática, a todos los frecuentó en esas tertulias de los años 70 que se hicieron célebres y a todos los entrevistó -Perceval, Cantón Checa, Luis Cañadas, Capuleto, etcétera- en sus estudios para un libro que editó 50 años después, en 2016, titulado ‘Los Indalianos’, que pasó a complementar sus deliciosas ‘Memorias de una tierra dormida’, ‘Almería y el mundo mediterráneo’, ‘Los piratas de la felicidad’ y ‘La nación del toro desvertebrada’, junto a centenares de artículos en La Voz de Almería desde 1987 bajo las secciones de ‘A mi manera’ y ‘El caleidoscopio’.


Arenas movedizas

En las arenas movedizas de la política, Fausto fue un hombre de la democracia, uno de aquellos almerienses de los 70 apasionado hasta el dolor con todo lo que se moviera. 


Se inició en Izquierda Democrática, con Joaquín Ruiz Giménez, y después viró a la emergente UCD, cuando aceptó el órdago que le lanzó Adolfo Suárez para presidir ese partido en Almería. Fue candidato a la alcaldía, ganó las elecciones municipales de 1979, pero el pacto del triunvirato del PSOE, PCE y PSA, le impidió tomar la vara de mando que fue asumida por Santiago Martínez Cabrejas.


Fue durante unos meses vicepresidente de la Diputación con José Fernández Revuelta, en el estreno de ese nuevo tiempo de libertad, pero abandonó casi de inmediato la administración, en enero de 1980, desengañado y “básicamente porque no sirvo para ser inútil”, manifestó a la prensa entonces.


 Jubilado de la política con solo 35 años, tenía ya dos hijos un Mini azul y toda una vida por delante. Se centró, entonces, en su actividad profesional como abogado mercantil, aunque sin la pasión que les ponía a sus otras aficiones, incluida la de los toros: fue un firme seguidor del diestro almeriense Ruiz Manuel, a quien llegó a seguir en alguna ocasión hasta  alberos mexicanos.


Alternó la actividad de abogado con la de profesor asociado en la UAL y con la presidencia del extinto Ateneo almeriense. Fausto fue un firme defensor de Almería y de símbolos como el Cañillo y un conversador brillante en los veladores del Kiosco Amalia, frente a su casa-biblioteca de la Plaza del Carmen. Fausto era culto hasta la extenuación, poliédrico en sus querencias y aficiones, escritor lúcido, tolerante, espontáneo, poco aficionado al sentimiento de pertenencia y fumador voraz de casi tres paquetes diarios. Tuvo siempre una relación especial con sus jóvenes alumnos, a los que trataba de trasladar el ejercicio continuo de la dialéctica, de la curiosidad y de la duda metódica de Descartes.


Fue pregonero de la Feria de Almería de 2004, Hijo Adoptivo de Macael y en su vitrina vital reposan el Escudo de Oro de la ciudad y la Medalla de Oro de la provincia, que le fue entregada en noviembre de 2018, su último acto público.



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