Mantones como sudarios

Jacinto Castillo
07:00 • 10 ago. 2019

Decías, Fausto, como conclusión de tu libro ‘La memoria sentimental de un niño virgitano’ que “Aquel tiempo pasado fue el mío más feliz, y lo revivo”.  ¿Quieres creerme si te digo que después de leerlo -y releerlo ahora que ya no estás- que puede que nunca dejaras de ser aquel niño. Aquel Titico que correteaba entre la vida convertida en maestra y compañera de juegos.   



No me tengas en cuenta la licencia de seguir considerándote depositario de esa inteligencia clarividente que algunos tienen la suerte de desarrollar en la infancia y que la mayoría olvida por simple estupidez. Así te he visto siempre y así he disfrutado de tu amistad.



En tus últimos años de paseante por la Plaza del Carmen, por la Puerta de Purchena, por los alrededores del Mercado aprecié ese brillo de tu mirada hablando de los entresijos de esta ciudad, que en tus reflexiones parecía una dama que podría haber caído en tus brazos, absolutamente enamorada.



Hace años que dejaste de ir a los toros porque ya no te emocionaban como antes. Como cuando toreaba Fernando Cepeda o cuando viviste aquella tarde en el Tendido 2 con tu madre viendo torear a Ruiz Manuel...  Ahora, con tu marcha, se ha quedado vacía otra localidad en la Plaza y ya son demasiadas. Tantas ausencias que los mantones este año parecerán, Fausto, sudarios de un poema lorquiano.



Nunca olvidaré aquel artículo tuyo más sincero que incendiario en el que invitabas a poner patas arriba la Feria Taurina de Almería. Aquellas palabras precisas y preciosas que levantaron una polvareda en el albero conformista del abono almeriense. ¿Quién escribirá ahora esas cosas, tus cosas?



Hemos hablado de toros tú y yo muchas veces. Siempre con la certeza de que muy pocos nos entenderían. Con esa sabiduría antigua que siempre será moderna en el recuerdo de tus impresiones, de tus juicios de valor entre el apunte poético y el sentimiento compartido. Los toros, Fausto, han sido una de tus formas de manifestar la peculiar rebeldía de tu temperamento, tu singularidad arrolladora. ¿Te acuerdas cuando estabas convencido de que los toros deberían abandonar la fría rigidez del Ministerio del Interior y desembocar en el de Cultura con toda su carga de arte en estado puro? Es verdad que nunca compartí esa opinión tuya, pero cada vez que te escuchaba defender esa idea aprendía a amar un poco más esta bendita locura que es la Tauromaquia. Ahora ya no importa...



Los tendidos se están quedando vacíos y tu vacío, Fausto, no hace sino agrandar esa vaciedad descorazonadora. Después de decirle adiós a tantos compañeros de pasión, toca decirte adiós a ti. Perdona estas palabras que llegan tarde mientras reviso tu foto al lado de Curro Romero en el Patio de Caballos, joven, exultante, mirando al objetivo por derecho, sin salirte un paso de la suerte.




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