En los años sesenta el fútbol almeriense asistió a la eclosión de un grupo de jóvenes talentos que surgió por generación espontánea cuando no había un campo decente para entrenar, cuando ser jugador de fútbol era una vocación perseguida en las familias porque los padres estaban obsesionados con que sus hijos aprendieran un oficio o hicieran una carrera.
Ser futbolista en una tierra como Almería era perder el tiempo, ya que la posibilidad de triunfar era un reto casi inalcanzable. A pesar de las dificultades, los jóvenes talentos de aquel tiempo soñaban con llegar lejos y sobre todo, con ser felices jugando al fútbol aunque su horizonte no pasara jamás de la estrecha frontera provincial.
En aquel tiempo brillaron futbolistas que tal vez hoy podían haber vivido del fútbol, pero que la vida los fue conduciendo por otros caminos. Jugadores como Paquitico o Miguelín, que no llegaron a tener una carrera profesional, tal vez hubieran podido dar un salto en sus carreras si hubieran tenido el entorno adecuado. La mayoría de los que dieron ese salto a la profesionalidad tuvieron que ganarse el prestigio fuera, coger las maletas y buscar nuevos horizontes.
El fútbol almeriense ha tenido siempre una acentuada inclinación hacia el exterior. Han sido muchos los jóvenes jugadores de nuestra cantera que han tenido que abrirse paso lejos de la tierra, en muchas ocasiones porque nunca existió un equipo representativo arraigado, con la suficiente organización y las perspectivas de futuro necesarias para que los nuevos valores fueran subiendo peldaños sin tener que probar suerte fuera.
Muchos se fueron buscando la gloria de jugar en Primera División, mientras que otros sólo trataron de jugar al fútbol y ganar algún dinero mientras se divertían.
Entre los que triunfaron, que son pocos, el más recordado ha sido siempre Antonio Biosca, que salió de la cantera del Plus Ultra para hacer carrera en el Real Betis y alcanzar la internacionalidad en tres ocasiones, siendo uno de los que formaron parte de la Selección Española en el Mundial de 1978, celebrado en Argentina.
En el Betis también triunfó el guardameta Salva. Sus destacadas actuaciones en el equipo juvenil de Los Molinos hicieron que los ojeadores héticos se fijaran en él y en 1976 llegó al club sevillano, donde también hizo carrera. De la cantera molinera salieron también Brasi, otro jugador almeriense que tocó el cielo de la Primera División, en su caso defendiendo los colores del Sabadell, y Mané, un defensa central que jugó en el Cádiz.
Uno de los primeros que alcanzaron el éxito fuera fue Juan Antonio Román, que dio sus mejores años de fútbol en el Sevilla, donde todavía lo recuerdan. A esta lista de almerienses que jugaron en Primera hay que añadir los nombres de José María Salmerón y Cano, que pasaron por el Real Madrid, Héctor Berenguel, que jugó en el Deportivo de La Coruña, Ortega, que le marcó un gol prodigioso al Athletic defendiendo la camiseta del Albacete, Moreno, que se fue al Recreativo de Huelva, y Francisco, que en el año 2005 debutó en la máxima categoría con el club manchego.
Otro caso de jugador emigrante fue el del mítico Juan Rojas, que también probó suerte fuera antes de triunfar en el Almería. Fichó por el Calvo Sotelo de Puerto Llano, aunque nunca llegó a sacar el gran jugador que llevaba dentro y tuvo que regresar a su tierra para iniciar una carrera vertiginosa en la que llegó de Regional Preferente a Primera División con el mismo escudo y la misma camiseta.
Juan Goros, el primer delantero centro que tuvo la A.D.. Almería, pasó por el Béjar y el Valdepeñas, donde dejó su sello de goleador. Los hermanos Polo estuvieron por tierras castellanas. José Miguel jugó varias temporadas a un gran nivel en el Getafe, mientras que Salustiano, el hermano menor, formó parte del Real Madrid antes de regresar a la A. D. Almería en los primeros años del ‘Franco Navarro’.
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