A pesar de su voz profunda de barítono, de su gusto por la música y de terminar toda fiesta que se precie entonando alguna melodía desde pequeño, lo que nadie podía imaginar es que el candidato a Senador por el PSOE de Almería, Fernando Martínez, hubo un día que se enfundó el traje negro con calzas y bombachos en aquellos tiempos de estudiante de Historia en Granada para cantar los solos de la Tuna del Colegio Mayor ‘Isabel la Católica’.
Pero esa voz, al igual que su conciencia social y sus inquietud política venían cultivadas de mucho más atrás. Fernando Martínez es hijo del cartero de Vélez Blanco y para poder estudiar a ‘bajo coste’, como le pasó a muchos de los chavales de su tiempo, ingresó en el seminario de Almería donde llegó a dirigir el coro con solo 10 años. Una formación cristiana de la que le ha quedado “el respeto a todas las creencias” pero no la fe, aunque reconoce que quizá su conciencia social, su convencimiento de que hay que “cambiar el mundo” le llegó gracias a un sacerdote, el tan conocido Marino Álvarez.
Corría el año 62 cuando estos chavales del seminario realizaron una visita a La Chanca con este cura y el encontrarse de frente con “esas cuevas, los niños descalzos, los enfermos de tracoma, los hombres que salían a la mar a conseguir lo justo para sobrevivir...aquello me impactó y tuve claro lo injusto que era este mundo, que había que mejorarlo”. La propia iglesia estaba entonces en proceso de cambio gracias a los llamados ‘curas rojos’ que contaban con una visión mucho más social.
Tenía 15 años cuando, como tantos, abandonó el Seminario y se marchó a la Universidad de Granada a estudiar Historia. Eligió la Contemporánea porque “es la que te explica los motivos de por qué están pasando ahora las cosas”. Allí decidió enfrentarse a los sindicatos falangistas y entró en el sindicato de estudiantes. Algo que asegura que a su madre “no le gustó. Le daba pánico”. Y es que su abuelo fue condenado a 20 años de cárcel, que después quedaron en 12, por ser alcalde republicano en funciones de su pueblo, y ese recuerdo de “ir a llevar la comida todos los días a la cárcel a su padre no quería volver a vivirlo”. A pesar de eso su madre le entendía y le sigue entendiendo a día de hoy, con sus 94 años “tiene su cabeza espléndida”.
Cuando se vino a Almería a trabajar ya como profesor del Colegio Universitario, allá por el año 74, sigue muy ligado al mundo cristiano y allí comienza a participar en asambleas de base donde conoce a Javier Ayestarán y a los marianistas.
Decidió entonces irse a vivir a Los Ángeles y entrar a colaborar para crear su asociación de vecinos, y estar metido en varias plataformas obreras. Pero pronto optó por “organizaciones que pudieran transformar la realidad. La utopía está muy bien pero había que pasar a la acción” y ella la encontró en el PSOE en el que milita desde el año 84.
Fue concejal de Cultura desde al año 87, en esos años se levantó el actual Monumento Homenaje de los Mártires de la Libertad ‘Los Coloraos’, y en el 91 llegó a ser alcalde de Almería. Se jacta de que durante sus cuatro años de edil no cobró nada de la política, y que cuando dejó de ser alcalde siguió de portavoz pero volvió a su puesto en la Universidad “para seguir investigando, trabajando y sacar la cátedra”.
Vida profesional
Y es que asegura que para él, a pesar de la importancia de su compromiso político, lo primero ha sido su profesión. Especialista en republicanismo, memoria histórica y masonería, aunque asegura que no es masón, “quizá si hubiera vivido en el siglo XIX...”, ha pasado muchos años de estudio, viajando por todos los archivos de España, dando clase en Francia, y no es hasta que empieza a colaborar con los mapas de las fosas de Andalucía que elaboró para la Junta de Andalucía, cuando no va volviendo a tener un contacto más de primera línea.
Para muchos, socialistas y de otros partidos, el regreso a la política ha sido incomprensible cuando ya tenía ‘la vida resuelta’, y en cambio tanto su mujer como sus dos hijas lo han entendido como “algo natural” y reconoce que “le han ayudado mucho”. En este regreso, que asume para colaborar con Pepa Requena en la Agrupación Local del PSOE, le toca tras su marcha ser “candidato de consenso” para ser el secretario general de la misma. Llegan entonces los problemas, los cismas y las guerras abiertas.
En este camino ha dejado a algunos de los que fueron sus más fieles escuderos y ha ido ganando a otros acompañantes. Y es que la guerra interna entre susanistas y pedristas, renovadores y guerristas, o como quiera que se le quiera llamar a las dos familias socialistas, ha sido encarnizada en la formación, y allí como líder de los defensores de Pedro Sánchez ha estado el actual candidato al Senado.
Han pasado primarias nacionales, provinciales, municipales, y en todas ha habido lucha retransmitida casi en directo y el propio Fernando Martínez reconoce que “pasa factura” pero que “estas discusiones pasan en todos los partidos aunque en el PSOE es que somos más abiertos y se ocultan menos”.
Eso sí, arrepentido de haber apoyado a Sánchez no está, ha sido su director General de Memoria Histórica y su asesor en el proceso para el traslado de Franco. Habla de él como si fuera parte casi de la familia y se muestra confiado en “la tranquilidad y aplomo con la que afronta las cosas cuando se ponen complejas como ha pasado con Cataluña”.
Dice que habla mucho con él, no sabemos si también le canta. No sería de extrañar, y es que eso de la canción no se quedó en la tuna universitaria sino que cuando dejó de ser alcalde, con ayuda de Leopoldo Pérez, entró en el conservatorio para estudiar canto con algún padre sorprendido esperando que la prueba la hiciera el hijo del regidor.
Lo tuvo que abandonar pero nació entonces su tercer amor, el festival de música barroca de los Vélez que ahí sigue, para hacer sonar la voz de barítono junto a sus hermanos como antaño hacían en cada fiesta en su casa familiar.
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