Uno de los anglicismos de moda en los tiempos que corren es ‘influencer’. Las marcas más potentes se rifan a las figuras que consideran capaces de aportar más valor a sus productos a través de las redes sociales. Mar Cánovas (Almería, 1983) desarrolla su vida ‘pública’ en Instagram en paralelo a una carrera exitosa como ingeniera en una multinacional de tecnología. Su segunda ocupación, la digital, consiste en inspirar a más de 50.000 seguidores con los ‘looks’ que usa a diario.
¿Por qué vale dinero el trabajo de un ‘influencer’?
Depende del ‘influencer’. Las marcas con las que trabajas te dicen “quiero un vídeo, un post y que hagas cuatro historias”. Eso involucra muchas cosas. Elegir un momento del día, hacer un guion, escoger la ropa que vas a ponerte si se trata de moda... Al final puedes echar unas diez horas en hacer cuatro o cinco cosas, sin ningún problema. Ese trabajo de fotografía, de edición o de buscar un lugar, vale.
¿Y por qué crees que eso puede aportar valor a una marca?
Ahora todo el mundo habla de los ‘microinfluencers’, que llegan mucho mejor a la gente de su alrededor porque confían en ellos. La gente se fía más de esas personas que de los más grandes. Pero yo estoy muy desencantada con eso, ahora abres Instagram y ves que te venden porquerías solo porque se lo dan gratis. Ni siquiera es que les estén solucionando el mes, simplemente es un regalo. Hay muy malas prácticas también.
Entonces, lo que realmente vale dinero es la confianza que generas.
Sí, no te imaginas el cariño con el que elijo las colaboraciones. Yo tengo una lista de 15 o 20 marcas que quieren poner cosas en mi perfil y con las que no tengo pensado hacer nada. Lo que no quiero es que mi Instagram se convierta en un supermercado, que es lo que está haciendo ahora la gente.
¿Para ti es solo una afición?
No, a mí me quita el sueño muchas veces. Pero también creo que dedicarse exclusivamente a ser Instagrammer es un error. Hay gente que es influencer por ser influencer y lo busca. Que sube su vida privada y la vende. A mí eso, sinceramente, no me atrae. Si tienes algo que aportar porque entiendes de gastronomía, de moda o de arquitectura y puedes guiar a la gente, entonces sí. Ahí es cuando me parece que la parte de ser infuencer te va a alcanzar a ti.
¿Hay una burbuja alrededor de los influencers?
El otro día le leía a una chica que sigo una reflexión: “me encanta tener Instagram lleno de ‘incluencers’ de mierda que me venden su ropa de los chinos”. Yo no quiero que me metan ahí.
¿Acabará la gente cansándose de este fenómeno?
Una amiga me contaba hace poco que había hecho limpieza. Decía: “he quitado a un montón de gente que no me aportaba nada. Influencers que siempre están forzando que la gente hable de ellos o hacerse virales”. Yo no querría seguir a nadie que se dedique a vestirse para una foto. Nunca me pondré unos tacones de aguja para ir a la oficina, no me interesa alguien que se disfraza.
¿Cuánto de verdad hay en la Mar que se deja ver en Instagram?
Es la misma. No hay un personaje, hay un filtro en el cual yo no cuento mi vida privada. Pero esa persona soy yo. Instagram es como una ventana que abro cuando yo quiero. Hay veces que hablo y la gente me escucha, pero lo hago por aportar. No tengo ninguna careta y las dos vidas se mezclan en el momento en el que estoy subiendo cosas. Pero cuando yo cierro Instagram, no estoy de postureo. Tengo una vida muy normal, voy a comer migas el sábado y, probablemente, les haga una foto.
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