Dijimos que el obispo de Almería, Sanz de Torres, remitió una carta al Marqués en Mayo de 1767: pretendía sustituir el retablo del Altar Mayor por un tabernáculo y colocar un órgano mayor que el que había, el cual fue trasladado a María mientras se construía el templo.
El Marqués no quiso mojarse: “No debo opinar en materia que nada me toca ni tengo responsabilidad”. Debió sentarle mal la respuesta al Obispo y aparcó el tema por lo cual en Marzo de 1769 el Marqués le escribió exigiéndole acabar el templo.
Se quejaba del dineral que le habían costado las obras (un Documento del Archivo Histórico Nacional lo cifraba en 795.232 reales) para que estuviese cerrado porque el Obispado no cumplía su parte.
Mano de santo. En Mayo el Obispo accedió a colocar un retablo y desechó la impopular idea del tabernáculo; y el día 25 de Octubre ocupaba ya el Altar Mayor del templo.
Aquel día fueron trasladados los Sacramentos que fueron llevados al convento de la Tercia al comenzar las obras. D. Antonio Álvarez de Toledo vino personalmente a ‘su’ marquesado a asistir a los fastos de inauguración. Y tuvo otro roce con el Obispo por las maderas del retablo.
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