Le llamaban El Cochero, aunque nunca tuvo vehículo ni en su vida se puso al volante de ninguno. Su volante era un timón de madera, con el que guiaba la proa de su barco, abriendo el agua por los mares del Levante almeriense. Sus días juveniles se fueron ahí, en la cabina de patrón, con las gaviotas volando encima de su cabeza, madrugada tras madrugada, tras un café en El Pósito, con el frío calándole los huesos como a toda la marinería de ese Puerto.
Se ha ido Gaspar Giménez Barceló, con 86 años, uno de los pioneros de la pesca de arrastre de Garrucha, tras toda una vida entregada a la mar, al noble oficio de calar las redes y de recogerlas, igual que hacía aquel Simón Pedro del Nuevo Testamento en el Mar de Galilea; se ha ido Gaspar el Cochero, patrón y armador de pesca y van quedando ya pocos de aquellos que hace más de medio siglo dieron el salto de la traíña y el palangre al arrastre, ‘descubriendo’ los caladeros de gamba roja e inaugurando una época de prosperidad en ese pueblo de marineros y mareantes. Gaspar era hijo de Gaspar Giménez Soler y Paula Barceló Clemente.
Su padre iba como ayudante del auriga que conducía desde el pescante los coches de caballos de los señoritos de la época y de las primera diligencias que hacían el trayecto de Vera hasta Almería. Su labor era la de arrearle a las bestias para que no cejaran en su trote, tras engancharle seis caballos de repuesto en La Ventallana.
Con el tiempo, ese ayudante de cochero se hizo pescador bolichero, como su propio hijo después, que se dedicó a las artes menores antes de emprender la aventura de la pesca a la vaca. De ahí que Gaspar siempre tuviese querencia por la pesca de rolaje, cerca de la costanera, en los cantos de El Playazo, donde iba en busca del salmonete, la brótola, el pulpo o la pijota. El primer barco en el que mandó fue en el Diego y Ana, una traíña del tío Pintao Salmolía reconvertida en vaca. Con él iba Salvador el Carretilla y Diego González, entre otros tripulantes, en esas largas madrugadas de tiritones en cubierta, con las manos empapadas chorrando el arte, aguantando la furia del mar golpeando la crujía, bebiendo vino peleón en botes de leche condensada para calentarse el cuerpo.
Después patroneó la Santa Marta Virgen, de Juan Visiedo y Andrés Carrión, que había sido fletada en Barcelona en 1949 y después el Siglo XX, también de Carrión, sustituyendo como patrón a Frasquito León, que había adquirido la Mariví Oteiza a Miguel Forteza. Fue el Siglo XX uno de los barcos más longevos de la historia de la pesca de arrastre en Garrucha. Varios años permaneció a flote, semidesguazado, hasta que fue hundido en el Cabo de Gata. Continuó Gaspar pescando con el Segundo Amanecer de Mayo incorporando ya a su hijo, Gaspar Giménez Morales, actual patrón mayor de la Cofradía de Pescadores, que continúa la tradición familiar a bordo del Caballo Rayo II.
Uno recuerda a Gaspar abriendo la puerta de su casa en el Barrio Pimentón, friendo pescado en la sartén; o sentado, como tantos lobos de mar, en los bancos del Pósito, con su pelo blanco y su piel marcada por el salitre; o jugando al dominó en el viejo Hogar de Miguel y Felipa, moviendo con destreza las fichas, junto a su compadre Juan el Morata; o riendo a carcajadas cuando salía el Costillares o el Tomate o el Gibaíco en las comparsas del Carnaval; o cuando fue también concejal del Ayuntamiento en las primeras corporaciones democráticas; o, ya, en el invierno de su vida, agotado de tantos golpes de mar, sentado en el quicio de la antigua oficina de Correos, con otros tertulianos, tratando de luchar contra la maldita decadencia de los años.
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