Lo que distingue a este proyecto es que está hecho por agricultores. Javier Romera Manzano estudió Telecomunicaciones en Málaga, y luego trabajó en empresas de energía fotovoltaica y de electrónica. Ramón, su hermano, estudió Informática en la UAL. Pero, sobre todo, son gente nacida y criada en los invernaderos, viendo trabajar a sus familias, conociendo cada detalle y cada problema de cada cultivo.
Y, por ello, cuando la vida los llevó de nuevo a hacerse cargo de la tierra, vieron allí muchas cosas en que aplicar sus conocimientos. Primero desarrollaron un programa de gestión para la finca. “Del trabajo, la logística, los suministros…”, dicen. “La agricultura aún se puede optimizar mucho. Hay aplicaciones, pero hechas por informáticos que están en su oficina y no son conscientes de lo que realmente necesita el agricultor. Lo tenemos casi terminado, y será el siguiente proyecto que saquemos. Pero ahora estamos con Jara...”.
El problema
El proyecto Jara responde a un problema que los agricultores conocen bien: la fumigación. “Llevábamos muchos años con este tema, lo que cuesta el trabajo de fumigar, y lo mal que se pasa”, dice Javier. “La gente no quiere hacerlo. Se pasa mucho calor en verano, con el equipo de protección, que lo hace mas complicado, y con la mascarilla, que no se respira bien… Son horas arrastrando una goma, mojándote, con riesgos de intoxicaciones según los productos que se utilicen…”.
“Y eso, a la hora de trabajar. Además, está claro que los tratamientos son mas efectivos si se hacen con una máquina. Es mas homogéneo. A veces el trabajador va mas rápido, otras, mas lento; y según oriente la boquilla de fumigación, cae donde tiene que caer, o no. Y al ahorrar tiempo, se optimiza en el producto, y el costo. Y en salarios. Y también está el tema de la prevención de riesgos laborales, de las intoxicaciones, las lesiones...”.
El concepto
Y un día, en 2017, se decidieron a crear un robot propio para fumigar. “Lo que encontramos en el mercado no nos satisfacía”, afirma Ramón. “Hay máquinas, pero no son robotizadas, son muy pesadas y te compactan el terreno, son caras...”.
Empezaron de cero. “Las premisas: que fuera muy ligero, con una motorización pequeña, y pocos motores; o que pudiera funcionar con baterías”, explican. “Y, claro, que el operario no tuviera que ir encima, para no ir mojándose con el producto”. Lo del peso era crucial. “El problema de los terrenos de arena es que son muy blandos”, dice Ramón. “Y las máquinas se hunden, no traccionan”.
Por simplicidad, el concepto que escogieron fue la oruga, y motores eléctricos. Diseñaron en el ordenador, construyeron el chasis y empezaron a montarle cosas, la mayoría de segunda mano. Basándose en Arduino le hicieron el sistema de mando a distancia, y en dos o tres semanas lo acabaron. Luego, en la práctica salieron problemas, pero a los dos meses ya empezaron a usarlo, a trabajar con el robot. Jara ya era capaz de girar la torreta automáticamente, hacia un lado a la ida, y al otro a la vuelta. Así es mejor para curar en la orilla, que es donde más se establecen las plagas.
En el proyecto también han tenido mucha importancia dos mujeres: Marisol Perellón Campoy, psicóloga, y Esther Manzano Rodríguez, ingeniera en Telecomunicaciones, y con grado superior de Marketing y Publicidad. Marisol fue, dicen sus compañeros, “la primera que impulsó el proyecto”. Conoció del programa Cámara Emprende, y los convenció para presentarse. “Ha sido importante, nos han ayudado mucho”, afirman. “Hemos hecho un plan de negocio, mirado todo de nuevo, optimizado los procesos... Y hemos conocido a mucha gente”.
Mejoras
Para la segunda versión de Jara han hecho mejoras. Por ejemplo, en el alcance de la señal, “pues una de las circunstancias en el invernadero es que las plantas son una pantalla para las señales radioeléctricas, y el alcance se ve muy limitado”, explican. También han hecho mas estrecho el robot, para que pase por las líneas de cultivos como el pimiento. Y le dieron mas potencia a los motores...
Ya lo tienen todo patentado, y están inmersos en la tercera versión, mas profesional, destinada a la fabricación y la comercialización. El chasis será mas corto; la carcasa será mas ligera, creada con impresoras 3D; tendrá unas ruedas para circular por el asfalto; y otras mejoras que ya estudian.
Este prototipo lo van a probar en la estación de Las Palmerillas, de Cajamar, y lo están prestando a agricultores amigos, que les hacen feedback. ¿Y el futuro? “Vamos a montar nuestra empresa en breve”, dicen, “y con el prototipo final, veremos lo de la homologación y la comercialización. Esto es para resolver la necesidad de los agricultores”.
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