Corrían los últimos años de la década de los setenta del Siglo XIX cuando el Ayuntamiento de Almería, empeñado en abrir nuevas vías al desarrollo urbano de la ciudad, decidió poner a la venta una zona que ‘estorbaba’ a esas pretensiones.
Aquella oferta recogía la venta de La Alcazaba de Almería, que se ofertó a quienes pudieran estar interesados por un precio de salida estimado en torno a las 1.200 pesetas (lo que en base al cambio actual vendrían ser siete euros). Para la época era un precio razonablemente elevado, pero aún así una oportunidad para quienes pretendieron acudir a esta subasta.
Sin embargo la operación no llegó a prosperar porque en el anuncio de venta se incluyó una cláusula que obligaba a los pretendidos compradores a la demolición completa del conjunto.
La condición
Por fortuna, aquella cláusula supuso un freno, puesto que al comprador se le imponía no sólo la demolición del conjunto monumental, sino el consiguiente desescombro y explanación del terreno resultante. El coste de dicha operación, dada la magnitud de los trabajos, impidió finalmente que prosperara la venta.
En aquellos tiempos la ciudad estaba circunscrita a la zona de Pescadería-La Chanca, abrazada por las antiguas murallas que defendían la capital de los acosos desde el mar y la tierra. Así había sido desde que La Alcazaba fuera construida durante la ocupación musulmana, pero para los gestores de la época no dejaba de ser una barrera para el desarrollo del casco urbano hacia el levante.
Gracias al alto coste de la demolición y el desescombro el interés de los que se interesaron por comprar el viejo monumento decayó y finalmente la Corporación capitalina desistió de su idea original de ‘despejar’ el cerro que ocupa, aunque no todos los vestigios corrieron la misma suerte ya que en esa segunda mitad del Siglo XIX desaparecieron gran parte de las murallas que se elevaban en torno a la ciudad antigua.
Bendita condición
Para los actuales vecinos de la zona, e especial la Asociación de Vecinos Pescadería-La Chanca, aquella condición de demoler y retirar los escombros fue “una bendición” que evitó que Almería perdiera el que hoy es su principal monumento, el más visitado, que fue declarado Monumento Histórico Artístico medio siglo después, en junio de 1931.
La historia de la que pudo ser la operación más negativa de la historia para el patrimonio histórico y monumental de Almería dio razón en unas jornadas organizadas por la Asociación de Amigos de La Alcazaba el arquitecto técnico e investigador Juan Francisco Escámez.
Suelo para construir
El frustrado proyecto, que se activó una vez que se habían derribado ya la mayor parte de las murallas que rodeaban la ciudad de Almería originalmente, pretendía la liberación de una superficie poligonal, de tendencia cuadrangular, que ocupaba algo más de 37 hectáreas, en las que se incluían el actual Parque de La Hoya, donde se encuentra el Parque de Rescate de la Fauna Sahariana.
Para el representante de la Asociación de Vecinos Pescadería-La Chanca ‘A mucha honra’, Jose Campoy, los almerienses de hoy “tuvimos la suerte de que un plan tan descabellado como aquel finalmente no salió adelante”.
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