Ana García Martínez, la mujer de 75 años que había reclamado a la Junta el acercamiento a su familia desde Tíjola a Almería, murió a las 14,20 horas del pasado 21 de febrero en el Hospital Torrecárdenas, sin que hubiera sido trasladada de residencia.
La salud de Ana había empeorado notablemente en la residencia de mayores de Tíjola, porque a pesar del buen trato recibido por parte de todo su personal desde que ingresó en ella el pasado julio, se sentía muy sola al no contar con ningún familiar cercano. De ahí a que sus hermanos reclamaran a la Junta solo un mes después, en agosto, su traslado a una residencia cercana a Almería, donde ella, soltera, vivía hasta entonces, muy cerca sobre todo de su hermana Rosario, a la que veía a diario.
Sin embargo, las ilusiones de los familiares por acercarla chocó pronto de bruces contra la realidad: tras la solicitud les aseguraron que por aquel entonces, en agosto del año pasado, se estaban tramitando las peticiones de traslado… de 2017! A sus hermanos y sobrinos les pareció todo un mundo, sobre todo por el empeoramiento de su salud, de ahí a que denunciara lo sucedido a este periódico. Cuando La Voz se puso en contacto con la Delegación provincial, en diciembre de 2019, recibió una noticia esperanzadora: al contrario de lo que se había informado a la familia hasta entonces, se esperaba un inminente traslado a la residencia de Abla, mucho más cerca de sus seres queridos.
Sin embargo, pese a esta información oficial, a continuación la familia siguió recibiendo mensajes poco esperanzadores por parte del personal que atendía a Ana, quien había ingresado en la residencia de Tíjola para no perder la oportunidad de disponer de una plaza en un centro público y en previsión de pedir pronto el traslado cerca de Almería. De hecho, volvieron a decirle que el plazo de espera era de dos años, es decir que al menos hasta 2021 no podría salir de Tíjola.
Como ya informó este periódico, el estado de salud de Ana, que sufrió un ictus en 2018, empeoró aún más al ingresar en Tíjola, puesto que allí no tenía ningún familiar cercano y sus hermanos solo pueden visitarla habitualmente los domingos. Además, su estado de salud empeoró aún más desde principios de este año, puesto que, como informa su familia, los médicos habían decidido amputarle una pierna, después de sufrir unas heridas que se complicaron por distintos motivos, entre ellos su diabetes y sus problemas de circulación sanguínea.
Sin embargo, Ana falleció antes de esta intervención y recibió sepultura en Fiñana, su pueblo natal y donde vive otro de sus hermanos, José, de 71 años, mientras que el tercero, Domingo, reside desde hace años en Mallorca. Elena García, hija de Domingo y sobrina de Ana, quien había denunciado lo sucedido hasta entonces, informó también de su fallecimiento a este periódico.
Elena dice no poder comprender cómo su tía, a pesar de su estado de salud, no había podido ser acercada a sus seres queridos, y además afirma que durante el funeral, vecinos de Fiñana le había informado de que el pariente de un funcionario de la comarca sí había sido trasladado a Abla recientemente sin cumplir el plazo de espera habitual. “ Mi tía ya no podrá ser trasladada, por desgracia, pero voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que no le pase a nadie más lo que le sucedió a ella”, asegura.
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