Almería en los tiempos del Covid-19 (XI): Seguir haciendo

Bancos de la catedral, bajo la estatua del obispo Diego Ventaja, que suelen estar llenos de niños y mayores  y que estos días permanecen desiertos.
Bancos de la catedral, bajo la estatua del obispo Diego Ventaja, que suelen estar llenos de niños y mayores y que estos días permanecen desiertos.
Manuel León
07:00 • 24 mar. 2020

El domingo por la tarde, mientras planchaba una camisa, me pregunté para qué lo hacía, total, si no iba a ir a ningún lado. Y me acordé de mi madre cuando de niño una vez le pregunté para qué planchaba las sábanas de la cama si enseguida se iban a deshacer. “Por eso, para poder deshacerlas”, me contestó, cuando yo aún no llegaba siquiera a la tabla de la plancha. 



La tarde del domingo tuvo que ser para mucha gente -inmersa en este hurto de la vida- el confinamiento del confinamiento, el presidio del presidio. Yo me entretuve, quizá llevado por la melancolía del recuerdo de mi madre, en abrir cajas llenas de cosas antiguas, esas que encubren nuestro síndrome de Diógenes. Allí había fotografías abarquilladas de bautizos y comuniones familiares, cuadernos de EGB, un librito de Edmundo de Amicis, cintas de casettes de esas que le poníamos fixo encima para grabar canciones de la radio, pósters adolescentes de Bonie M y de Tequila, cambiadores de tensión de cuando la corriente iba a 125, papeles de calco para escribir a máquina, un móvil de Airtel y demás fosiles de mi particular Atapuerca que no sigo enumerando por pudor. Lo volví a tapar todo sin tirar nada. Nunca se sabe lo que podremos necesitar en un futuro como el que se avecina.



Decía Kant que la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. Y contra el virus del miedo -la actual coronafobia- quizá no hay mejor método kantiano que la certidumbre,  adaptarnos y seguir haciendo lo mismo, como si nada ocurriera, justo al contrario de lo que Lampedusa proponía por boca de don Frabricio en su célebre El Gatopardo. Un ejemplo de ese “seguir haciendo”, es el presidente del Círculo, ya jubilado, Paco Balcázar, quien solía caminar varios kilómetros, y que sigue haciéndolo, hasta 12 kilómetros, en la terraza de su casa que mide 20x10; o como Carlos Pérez Siquier, a quien imagino cumpliendo su liturgia de las 7 pm, sentado en su terraza, mirando al mar con un gintonic en una mano y una torta de Inés Rosales en la otra. Mantener la liturgia, aunque sirva para poco: asearnos, afeitarnos, hacer la cama, comprar el pan, sacar al perro, son esos ritos los que nos mantendrán despiertos en este mes de cautiverio. Mientras tanto, mientras nosotros miramos por los balcones, la Almería vaciada respira sin nosotros, cuando hace solo  diez días podíamos salir a la calle sin perro.



 Qué pensarán las palomas torcaces de la catedral después de tantos días revoloteando sin gente sentada en ese banco tan concurrido junto a Diego Ventaja. Cuántas cosas que iban a ocurrir, que iban a ocurrirnos, ya no ocurrirán en esta ciudad, al menos no de la misma forma.



 Son tan pocos días, pero parecen tantos que uno ha olvidado hasta la última vez que tomó un café con el bullicio de la vida de fondo, la última vez que discutió sobre un partido, la añoranza del aire viciado de la oficina, uno todavía no echa de menos a su jefe, pero quizá terminará ocurriendo. Mientras tanto, uno vive ahora  atento a que no se le acaban las galletas o los yogures.


Apúntate a nuestro boletín especial, hoy más que nunca es importante estar bien informado

Por eso, lanzamos un boletín de actualización con la información esencial sobre el coronavirus y recursos útiles. Ante tanto volumen de información, queremos centrarnos en una cobertura veraz y contrastada que explique cómo se está adaptando el mundo y Almería a esta circunstancia sin precedentes.


Haz clic aquí para suscribirte. Selecciona "Boletín de Noticias" y sigue los pasos, recibirás en tu correo la actualización diaria. Si no recibes el correo, revisa tu carpeta de spam.







Temas relacionados

para ti

en destaque