Un matrimonio de Almería y sus dos hijos pequeños, de tres y cinco años, están sufriendo por partida doble los perjuicios del confinamiento obligado para combatir el coronavirus, después de que el pasado día 19 los nuevos propietarios del piso colindante comenzaran obras para repararlo, con derribo de tabiques incluido, en la tercera planta de un bloque situado en la calle Dolores Rodríguez Sopeña.
Es decir, con un ruido que David García y Marina Aguirre consideran insoportable. “Solo pido un poco de solidaridad, de humanidad, comprendo que las empresas tengan que trabajar, pero por favor, que aplacen las obras hasta después de que pase esto”, dice David.
El problema, como plantean, es que el Gobierno ha prohibido continuar las obras públicas, pero ha permitido que lo hagan las privadas. Y esta familia ha tenido la fatalidad de que se hagan precisamente ahora, cuando todos están en casa. “Apelamos a la responsabilidad de las autoridades competentes para que tomen cartas en este asunto, especialmente por nuestros hijos, a quienes afecta especialmente el sonido constante de los martillazos para tirar los muros del piso vecino. A esto hay que añadir la dificultad para seguir las lecciones del colegio con todo este ruido. La educación es un derecho del menor y es que no estamos de vacaciones, sino recluidos para impedir que el virus se propague. La educación es un derecho, y con este ruido es difícil ejercerlo”, mantienen los padres.
Y esto por no hablar, añade David, del derecho a una vivienda con las condiciones mínimas. “Creo que con este ruido constante no se dan, y digo creo porque solicité una audiometría a la policía local y no podían venir puesto que están desbordados con la situación”.
El matrimonio apela al sentido común e insiste en reclamar que se aplace esta obra, que a su entender no es de carácter urgente, y que “sin embargo afecta gravemente a aquellos que permanecen en sus casas, cumpliendo con su deber. Que se revise el Real Decreto aprobado por el Gobierno”, dicen.
Pero además, esta familia advierte “del riesgo que supone la entrada y salida permanente de trabajadores, sin mascarillas y sin medidas de seguridad, con el peligro de contagio que esto supone". "En este edificio viven niños, los míos pared con pared, pero también una gran cantidad de ancianos con un temor añadido ante esta angustiosa situación para todos”, expone David García.
El matrimonio se ha dirigido a la empresa, “que hace caso omiso, pues tiene permiso para seguir trabajando”; al Ayuntamiento de Almería, “que ha dicho que pedirá al Gobierno que prohíba las obras privadas y ha dado ánimos”; Al Defensor del Menor, a la Subdelegación del Gobierno y a la Inspección de Trabajo, pero hasta el momento no ha conseguido nada.
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