Una enfermera almeriense en la trinchera de La Paz frente al virus

Carmina Lucas no se lo pensó dos veces antes de irse a Madrid a trabajar contra el COVID-19

M. R. Cárdenas
12:02 • 29 mar. 2020

La solidaridad y la vocación de servicio público que se le atribuye al personal sanitario cobra más sentido que nunca en la figura de todos aquellos que a diario luchan sin descanso contra el coronavirus, como es el caso de la enfermera almeriense Carmina Lucas. 



Esta semana, en pleno vendaval de contagios y fallecimientos por la pandemia del coronavirus, decidió que no se podía quedar parada ante los miles de contagiados y cientos de muertos que había en la capital de España y decidió viajar hasta allí para ayudar.



Recorrió los casi 600 kilómetros que separan Almería de Madrid para enfundarse en su bata blanca de heroína y luchar en plena trinchera del hospital madrileño de La Paz frente al coronavirus. Cientos de kilómetros que hizo, dice, porque solo quería "ayudar".



"Me llamaron del hospital de La Paz y la llamada despertó intensamente mi vocación de enfermera, y pese a los temores de mis padres y mi novio, incluso los míos propios, decidí hacer lo que creí que era mi deber ante el sufrimiento de tantas personas, y la falta de profesionales", cuenta a LA VOZ.



En Madrid



Ahora, ya en Madrid desde comienzos de esta semana, es una más en el hospital madrileño y en una ciudad que se ha preparado para hacer frente al virus de la mejor manera. Así, ella dispone de una habitación en un hotel para hacer lo más cómoda posible su estancia en la capital fuera de las horas y horas de trabajo contra la enfermedad.



"Son las once menos cuarto, acabo de llegar de trabajar al hotel, estoy muy cansada y ahora voy a cenar, gracias a que un buen número de personas trabaja para que estemos lo mejor posible cuando llegamos de nuestro turno", relata la joven, cuyo optimismo y ganas de afrontar el virus se hacen más que evidentes, a pesar de las complicaciones. 



Porque no hay tiempo para el descanso nipara el dolor. "Si tengo que estar triste, estaré en mi habitación y al día siguiente me pongo el uniforme de enfermera y otra vez a tirar para adelante". Y así es, también, gracias a que, como ella misma explica, siempre hay "una llamada o un whatsapp" que hace que todo siga cobrando sentido, a pesar de las dificultades. "Llevo toda la semana sin darle un abrazo, ni un beso a nadie, y esto también afecta. Sobre todo, después de que se te hayan muerto pacientes", dice la incansable enfermera.


Y es que en su día a día nunca falta la sonrisa. "Ayer sábado fue un día duro, tuve que atender a 27 pacientes yo sola. En ningún momento pude perder la sonrisa, porque ellos están solos, asustados y necesitan al menos esa sonrisa, que solo reciben en dos ocasiones en el turno", relata Lucas, quien tiene muy claro su papel: "Hemos de poner lo mejor de nosotras mismas, para ellos, aunque por dentro estemos sudando, cansadas, con dolor de rodillas y, a veces, emocionalmente bajas. Pero hay que superarlo, porque en la siguiente habitación hay que animar a otro paciente que está un poco mejor. Estas situaciones hacen necesario que el trabajo en equipo se intensifique", conlcuye.


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