En Casa - Día 19

A la última entrega de esta columna le puse de fecha Día 12+1 con tal de evitar los malos farios de quienes evitan cruzarse con un gato negro, pasar por debajo de una escalera o mentar el número siguiente al doce, por poner. No crean, abundan las personas con el ‘gato gato’ o ‘tocar madera’ por si acaso ocurre algo; sin levantar la vista más allá, algunos futbolistas ejecutan rituales antes de saltar al campo y si hablamos de toreros para qué contar, mejor no tentar la suerte. Aquí, en Almería, me cuentan de un pueblo innombrable, lo llaman el Pueblico. Y para mis adentros me digo que no será para tanto. Bien, a lo que vamos, que aquel día 12+1 me cayó fatal, ni recordarlo quiero. Malo, malo, pero malísimo. Mejor no tentar la bicha.

El confinamiento tiene sus cosas. A mi amigo Justo de momento le ha dado por la música, por investigar músicas originales (las encuentra) y las escucha. Antes de antes de esto, me consiguió y regaló un pen drive repleto de música tradicional africana. Una delicia de ritmos, cadencias, predomina la percusión, la melodía es muy sencilla…, si no es molestia les sugiero que busquen en internet  “Siyahamba - Mwamba Children's Choir” o la versión “Siyahamba Conducted by Cícero Alves” o la de “SIYAHAMBA”. De regreso a Europa, a España, a aquí, mi amigo Justo, decía, me envía la fotografía de una lavadora totalmente desmontada pieza por pieza. La lavadora es de otro amigo suyo. Es un puzle a lo bestia. Si logra recomponerla habrá de enmarcarla. 

Me llama un amigo guardia civil, que está en un control de carreteras. Que aún hay idiotas (el calificativo es mío) que intentan colarse, o sea, pasar la Semana Santa en la playa o en la sierra. Naturalmente los están devolviendo a sus lugares de origen. Nunca se sabe cómo explicarle lo simple a un tonto. “Que te quedes en casa”, es igual a no “salgas de casa”, no, para eso tampoco, “que te quedes en casa” en la tuya de siempre, no en la de vacaciones. Es sencillo, ¿verdad? 

El rumor me atrae a la ventana. La calle es un palmeral de color rubio de rubio dorado alzado al cielo con puntadas de verde olivo. Desde la barandilla del muro, el párroco lee el Evangelio y se apresta a esparcir agua bendita, momento en que se arremolinan los fieles que desean recibir una gota de bendición. Es Domingo de Ramos. Suenan las campanas. Avanza la procesión cubierta de ramitas de olivo sobrevenidas de las ventanas al paso de Joaquín, que a lomos de la Borriquilla es la representación viviente de la entrada de Jesús en Jerusalén. Los pies calzados de blanco de los costaleros marcan el paso que les indica el capataz, ¡vamos valientes! ¡Bueno, bueno, eso es! ¡La izquierda atrás cuando se pueda! Por detrás viene la Agrupación Musical Cristo de las Aguas de Olula del Río que en este justo momento arranca con La Salve. Mañana me asomaré de nuevo, la Semana Santa no me la pierdo, aunque, yo, sin dudarlo, me quedo en casa.