Son horas tempranas cuando escribo esto. Lo hago por Simón. No, ese no. Por Simón Ruiz, el jefe de esto, que le entra el azogue si me retraso en enviar la columna. Nadie en la calle. Esperaba con emoción ver hileras de niños agarraditos de la mano de alguno de sus progenitores y no, ninguno. Hago tiempo recorriendo el balcón de norte a sur. Creo haber cumplido una etapa del camino de Santiago. En el entretanto me da por pensar. Me viene a la mente la comparecencia sabatina del presidente Sánchez. Puse la mejor de mis buenas voluntades con la que hallar luz en su intervención. Palabra. Me pareció interesante lo de desescalada, se asemejaba a un curso acelerado del Grupo Especial de Operaciones de Salvamento. Bien iba la cosa hasta que llegó la pregunta de una colega; fue, más o menos, que si compartía las críticas de Pablo Iglesias a la Justicia. La respuesta era simple, sí o no. Sin embargo, Sánchez, ya con la saliva gorda, esa que te deja pastosa la boca, echó mano al misterio de la Santísima Trinidad, ya saben. Vino a decir el Presidente que hay un solo Gobierno en tres o más personas distintas de tal modo, dijo, “que el señor Iglesias es el secretario general de Unidas Podemos y como tal ha hecho su valoración sobre esta sentencia que afecta a una dirigente de su organización". Hecho mano de Serrat: “Harto ya de estar harto, ya me cansé…”
Oigo ya voces infantiles en la calle. Salgo al balcón. Algunos niños, pocos, van en monopatín. Como mi calle es pequeña, tiro de familia. Mi querida sobrina Gema me cuenta que Alejandro, el menor de sus hijos, no ha querido salir a la calle. Con María, magnífica patinadora que no ha podido entrenar estos días, sí han salido a pasear, mascarillas puestas, se han cruzado con poca gente, una experiencia un tanto rara me señala, pero genial poder salir a la calle tras este periodo de confinamiento. María, otra querida sobrina se ha emocionado al ver en la calle a Manu con Fede, marido y padre. Manu va en bicicleta, lleva mascarilla y casco. No se les ve la cara, pero los ojos lo dicen todo. Son felices. Mañana, otra horita.
Ayer me faltó espacio para comentarles que estoy siguiendo una serie “After Life”. Dios me libre de recomendársela, aunque a mí me han enganchado los personajes, las canciones, el perro… Y por si se decide a verla no le voy a anticipar nada, porque entonces tendría que contarle que el personaje principal no supera el duelo, su cambio de carácter tras el fallecimiento de su mujer que le ha dejado un vídeo… Hasta aquí y creo que me he pasado. La música, qué decir de las canciones, ahora mismo las estoy escuchando, una auténtica maravilla. Total, que, si puedo, esta tarde me trago del tirón la segunda temporada. Tiene la virtud, además, de que cada capítulo dura media hora. Un buen plan porque yo, sin dudarlo, me quedo en casa.
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