Almería en los tiempos del covid-19 (XLVI): Los oficios de la cuarentena

El zapatero remendón de la calle Trajano, Javier Torres, que ha retomado su trabajo.
El zapatero remendón de la calle Trajano, Javier Torres, que ha retomado su trabajo.
Manuel León
07:00 • 15 may. 2020

Ayer oí hablar a Fernando Simón de la inmunidad de rebaño y se me cortó el alioli que estaba intentando ligar en la cocina. Fue escucharlo e imaginar a los almerienses pastando libres como carneros por la Puerta Purchena, sin ningún miedo a la enfermedad, superados ya todos los sinsabores de esta crisis, volviendo a la vida real, sin embozos, sin guantes, fundidos en un abrazo infinito. 



Una de las cosas que nos legará este taimado covid son las palabras a las que éramos ajenos y que vamos conociendo día a día como el ‘paciente cero’, que suena a película de Minguella; ‘la desescalada’ que suena a reportaje de alpinismo; la “nueva normalidad’, que suena a haber hecho las paces con tu pareja tras haber leído juntos en la cama a Paulo Coelho; o “el Erte”, que ya estaba, pero que no lo conocíamos mucho. Aparte de las palabras, el coronavirus ha transformado el paisaje de la ciudad con negocios y oficios que han salido fortalecidos o debilitados y otros que apuntan buenas maneras. Es el caso, estos últimos, de los hamaqueros, una nueva profesión con futuro que acaba de anunciar la cadena Senator para sus hoteles. Serán los encargados de higienizar con profesionalidad las hamacas de las terrazas. Uno se imagina que esta nueva profesión de desinfectador se podría extender a otros sectores y que cada establecimiento público, como las oficinas de Cajamar, tengan en la puerta una persona con un termómetro y un dispensador de gel, como se tiene un guardia jurado.



Otras actividades que han salido fortalecidas en estos vaivenes bursátiles de la cuarentena laboral, han sido las ya sabidas de los farmacéuticos, de los transportistas, de los empleados de supermercado, de los repartidores. El domicilio parece atisbarse como el gran negocio que viene. Hay una empresa con más de 50 años  en Huércal de Almería que se llama Hecomar, dedicada a  productos congelados para la hostelería. Al verse en una ratonera con el cierre de los bares, se ha reinventado sacándose de la chistera ‘Lola Cacerola’ un nuevo canal de venta directamente a casa. Han triunfado con sus bolsas de filetes de aguja congelada, con las alitas barbacoa y con los churros talla XXL. “Estábamos muertos y hemos resucitado”, reconoce el gerente Manuel Martínez. Cuentan ya con diez coches de reparto, 39 empleados y 300 referencias,  junto al bar de los Feos, donde ponen los célebres huevos fritos.



Otro negocio que cotiza al alza es el de Jorge Matilla, en el Sector 20, que de ser el ‘rey de las claraboyas’ ha pasado a ser el ‘rey de las mamparas’ gracias a que tiene toneladas de metacrilato en su almacén, el nuevo ‘oro transparente’ en este tiempo de obligado aislamiento.



Otros oficios no han corrido la misma suerte: acomodadores de cine, árbitros, taxistas, guías de la Alcazaba, porteros de discoteca o El Chiringuito de Pedrerol. Hay para quien la vida sigue igual, como cantaba Julio Iglesias. Por ejemplo, para Javier, el querido zapatero remendón de la calle Trajano, proveedor de los caballeros legionarios, para quien las mismas suelas que se gastaban antes, se gastan ahora. 







Temas relacionados

para ti

en destaque