Les propongo un reto: pregunten a las tiendas de proximidad de las que se han abastecido desde que se decretó el estado de alarma si, durante este tiempo, han visto aumentar o disminuir sus ventas. Es un ejercicio fácil. Solo hay que hablar con el dueño de la pequeña tienda que está, quizá, en su misma calle y a la que pasaba semanas o meses sin ir, igual que al carnicero, la pescadería, la frutería o la droguería, negocios salpicados todos en el entramado cercano y cálido de su barrio. Anímense y pregunten. Sería un buen ejercicio demoscópico; de andar por casa (sí, y nunca mejor escrito), pero, tal vez por eso, más real que todas las encuestas manipuladas que encontramos en los medios de comunicación nacionales.
El virus ha cambiado la Historia. La que se escribe con la mayúscula global de la geopolítica económica y sanitaria, la de la digitalización y las relaciones internacionales; pero también la historia grande, aunque se escriba con minúscula, de los ciudadanos. Muchas cosas nunca volverán a ser como antes, pero una de las que sí puede buscar el tiempo perdido recuperando la situación que ya considerábamos irrecuperable es el del pequeño comercio.
Los almerienses llevamos décadas hablando y escribiendo de la decadencia irremediable del centro, del ocaso de aquella Puerta de Purchena y sus entornos, de la penumbra cada vez mayor del Paseo, y cada vez que lo hacemos caemos en el error nostálgico del lamento sin darnos cuenta que esa realidad está propiciada por la pérdida sin retorno de aquella ciudad basada en una estructura radial y a la que Fausto Romero tan bien definió cuando la describió como “ la Puerta de Purchena rodeada de suburbios”. Una estructura radial en la que todo estaba en el centro y al que había que ir y por el que había que pasar y que ha dejado de existir no por los disparatados alquileres o por el desdén con que los rentistas almerienses han mirado siempre a la ciudad, que también. La causa de la ruptura de esa ya superada vertebración radial es, curiosamente, que la ciudad se ha ido progresivamente vertebrando con la consolidación y construcción de nuevos barrios dotados de los servicios que hacen más cómoda, más fácil y más feliz la vida de la gente. El Zapillo o Los Ángeles o El Quinto Pino ya no están en el “más allá” porque están más cerca del centro que la Vega de Acá pero, sobre todo, porque ellos ya son, cada uno con su particularidades, ‘un centro’ dotado de prestaciones que hasta hace unas décadas sólo estaban ubicadas en ese lugar central desde el que partían todos los radios de aquella rueda urbana que fue Almería.
Pero si la aparición de servicios sociales, sanitarios y educativos y la apertura de pequeños comercios de todos los sectores dejó de hacer obligatorio ir al centro porque estaban, con la misma calidad a la vuelta de la esquina, la construcción de grandes áreas comerciales también ha traído la decadencia a las centenares de tiendas de barrio.
Lo que nadie esperaba es que una circunstancia tan dramática como la provocada por el virus llevara consigo el reencuentro con ese comercio de proximidad. Después de la ola de pánico que hizo caer a casi todos en el delirio de acumular alimentos sin tasa y sin medida, el miedo a las aglomeraciones, el temor a las salidas, la incomodidad de los traslados y las largas esperas acabó despertando en la trama comercial doméstica de los barrios la oportunidad que, para sus negocios, suponía el servicio a domicilio.
Hoy ya no es preciso desplazarse para comprar alimentos o productos de primera necesidad doméstica; hay farmacias que ya llevan los medicamentos al portal de casa y ya no son solo las franquicias las que llevan la comida preparada hasta la mesa. Bares y restaurantes han comenzado a recorrer el mismo camino.
Estamos asistiendo a un cambio en los sistemas de compras. El On-Line se ha aliado con el “servicio a domicilio” y las pequeñas tiendas de barrio han comenzado a transitar un desfiladero que, quizá, les aleje de la travesía del desierto al que ya se sentían condenados. El tiempo dirá si lo eligen o no; si regresan a la rutina de siempre o se decantan decididamente por recorrer nuevos caminos. Si se atreven a recorrer la incertidumbre abierta del futuro o prefieren la certeza sin apenas expectativas del pasado.
En los próximos meses todos nos vamos a mover en la incomodidad de un campo minado por contradicciones. Las miles de tiendas y negocios de la provincia, también. Ha llegado la hora de optar: o se quedan ensimismados en la melancolía acomodada de lo que fue y ya no volverá a ser o se lanzan a la aventura de explorar nuevos caminos; si prefieren ver llover o ser lluvia. Si, en definitiva, quieren aprovechar la oportunidad que les ofrece esta crisis o consideran oportuno ver cómo se eterniza la que ya padecían antes de la llegada del virus.
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