Sostenía Borges que a veces lo que une no es el amor, sino el espanto. Llevaba razón el escritor argentino. Lo que no se alcanza a comprender es que, ante el espanto, haya quienes desprecian el uso de la unidad como la mejor arma para luchar contra el. La política nacional y quienes la protagonizan son un ejemplo de tan injustificado comportamiento.
El mundo atraviesa la peor crisis que ha vivido en los últimos 80 años y la clase política nacional convierte la guerra contra el Covid en una acumulación de batallas de insultos y acusaciones en la que la derrota del enemigo no es el objetivo principal, sino el instrumento para mantener o alcanzar el poder, que es, ese sí, su principal objetivo.
Si en la maravillosa “Casablanca” Ingrid Bergman le dice a Humphrey Bogart “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” bajo el sonido de las bombas alemanas en los extrarradios de París, en la irresponsable película política madrileña de los últimos años, a quienes la protagonizan, los ciudadanos debíamos ponerlos ante su detestable comportamiento gritándoles que la sociedad española lleva cuatro meses navegando bajo el estruendo de una pandemia de horror y dolor y han convertido la agresión dialéctica en la principal arma contra ella. Los telediarios y las tertulias son una sala cinematográfica en la que la irresponsabilidad es un argumento en sesión continua.
Por eso no pude evitar un sentimiento de satisfacción cuando el pasado lunes el presidente de la Diputación y los alcaldes de los seis municipios con más habitantes de la provincia participaron en un encuentro digital organizado por este periódico. Durante casi dos horas, siete políticos, tan distintos personalmente y tan distantes políticamente, no cometieron el error de la demagogia ni la insensatez del insulto.
Javier Aureliano García desde la Diputación, Manuel Cortés, desde Adra, Ramón Fernández Pacheco desde Almería, Esperanza Pérez desde Níjar, Gabriel Amat desde Roquetas y Antonio Bonilla desde Vícar construyeron una orquesta en la que cada uno hizo públicos sus argumentos, pero interpretando, todos, la misma partitura.
Los siete responsables políticos llevan más de cien días apostados en la primera línea de batalla tomando decisiones para una situación sobrevenida y para lo que no existía ni existe libro de instrucciones. El mundo, la provincia, sus ciudades, los pueblos y su gente despertaron una mañana de marzo inmersas en una guerra para la que nadie estaba preparado y se vieron abocados a tomar decisiones imprevistas sobre el mismo campo de batalla. Mascarillas, batas de protección, colaboración con el personal sanitario (los héroes impagados e impagables de esta guerra aún no terminada), compra de medicamentos y alimentos para más de doce mil familias vulnerables, desinfección de calles, puesta en alerta de policías locales y coordinación con Policía, Guardia Civil y efectivos de la Legión, miles de llamadas de apoyo sicológico a las personas que, por pertenecer a grupos de riesgo, más sufrían la oscura sombra de la amenaza, refuerzo de los servicios de atención a las mujeres que podrían estar sometidas a situaciones de violencia de género, construcción de una red digital de cultura, deporte y entretenimiento On Line para luchar contra la grisura triste de aquellos días en los que el sol de la esperanza estaba más nublado, adopción de medidas fiscales, distribución de fondos económicos para que la arquitectura de la pequeña y mediana empresa o de los comercios no se derrumbara, apresuramiento y priorización en el pago de facturas a Pymes y autónomos, decenas y decenas de millones movilizados en menos de quince días, blindaje y apoyo a las residencias de mayores, ya fueran publicas o privadas, consuelo a quienes más cerca han sentido y sienten el zarpazo brutal de los adioses inesperados o el temor ante la llegada de la enfermedad desconocida.
Nada les ha sido ajeno, ni a ellos ni al resto de los alcaldes de la provincia y esa actitud, tan distinta de la que se lleva a cabo en el Foro madrileño es la que ha acercado a concejales y alcaldes, sin distinción de partidos, a los ciudadanos. Y con esa actitud de compromiso puesto en practica en cada rincón es con la que han demostrado que hay otra forma de hacer política, que, cuando se quiere, se puede, que hay otra forma de gobernar distinta a la proyectan los informativos de televisión o las trincheras digitales de los periódicos. Borges llevaba razón. A veces no une el amor, sino el espanto. Pero también es verdad que a veces los dos sentimientos se unen cuando hay que guarecerse de una crisis de la que salimos unidos o no saldremos.
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