La calle Real llegó a tener tanta vida comercial como el Paseo o la misma calle de las Tiendas. Los bajos de las casas estaban ocupados por establecimientos y por las aceras y el empedrado transitaban los vendedores ambulantes desde que amanecía hasta que se hacía de noche. Las esquinas principales estaban siempre ocupadas y se organizaban auténticas disputas para poder coger el mejor sitio, lo que obligó, en más de una ocasión, a la intervención de los municipales para poner orden entre los buhoneros del lugar.
A comienzos del siglo pasado, era imposible encontrar un local libre en el tramo entre la calle Trajano y Jovellanos. Allí, en el número cinco, enfrente de la entrada a la calle Emilio Ferrera, estuvo el gran almacén ‘El Siglo’, que como su nombre indica, nació de la mano de la nuevo centuria. Era una quincallería de las más importantes que existieron en Almería. Vendían hilos, agujas, dedales, tijeras, pendientes, abanicos, guantes, mantillas, mantones de manila, ropa interior, jabones, medias, y hasta un amplio surtido en papel de fumar. Allí vendían los librillos de papel de la prestigiosa marca ‘Abadie’, para los tripulantes de los barcos ingleses que venían al Puerto a por el mineral y la uva.
Cuando llegaba el mes de diciembre, los escaparates y el techo se llenaban de los últimos juguetes que traían de las fábricas de Valencia y Barcelona y contrabatan a varios mozos que recorrían las calles enfundados en carteles publicitarios anunciando las gangas del establecimiento.
‘El Siglo’ era un almacén donde también se vendía al por mayor, por lo que tenía una importante clientela por todos los pueblos de la provincia. Para llevar los repartos, disponía de un servicio propio de carruajes que llegaba hasta el Bajo Andarax y Níjar.
Aunque el negocio llegó a tener en sus comienzos tres propietarios formando una sociedad, el alma de ‘El Siglo’ fue, en sus más de sesenta años de historia, la familia Cutillas. Don José Cutillas fue su fundador y tras su muerte continuó con el comercio su hijo Antonio Cutillas Gil.
A finales de los cuarenta, llegaron las primeras medias transparentes que se pusieron en el mercado, conocidas como medias de cristal, que fueron una auténtica revolución en la puritana sociedad de entonces. ‘El Siglo’, que ya fue pionero en traer a Almería las medias de la famosa marca ‘Faro de Calella’, las más cotizadas en los años treinta, fue también uno de los primeros comercios que se atrevieron a colocar en el escaparate una estilizada pierna de señora adornada con unas elegantes y provocadoras medias. En la Feria de 1949, el señor Cutillas regaló, para la tómbola de la Caridad, un par de aquellas medias transparentes que hicieron furor en la población femenina y que por el precio que tenían eran inalcanzables para las mujeres de clase humilde.
En la misma acera, unos metros más abajo de ‘El Siglo’, estaba otra gran tienda ‘Las Filipinas’, especializada en confecciones. Fue su fundador don Salvador Alegre García, un gran negociante, que en los años treinta importaba de Inglaterra los mejores gabanes y gabardinas que había en el mercado. Tan conocido como el dueño fue su cajero, Juan Antonio Orozco, un fiel empleado que se encargó del cajón del dinero hasta el día de su muerte, en 1940. El negocio estuvo abierto hasta la década de los sesenta, ya en manos de sus herederos.
En la posguerra la tienda del señor Alegre tuvo que competir con el establecimiento de tejidos de Don José Morales Felices, un comerciante de Pechina que tuvo su negocio durante décadas en la Plaza de San Pedro, pero que al acabar la guerra tuvo que instalarse durante un año, provisionalmente, en la calle Real mientras adecentaba el viejo local. Para completar la competencia, en la misma zona abrió otra tienda del ramo, Tejidos el Metro, que presumía de tener los precios más baratos del mercado.
Subiendo por la calle Real, antes de entrar en la antigua calle del Santo Cristo (hoy Jovellanos), aparecía la hermosa fachada principal de otro gran negocio que hizo historia, ‘La Isla de Cuba’. La tienda destacaba por sus cuatro espléndidos escaparates a ambos lados de la puerta del establecimiento, que cambiaban su decorado con frecuencia según la estación del año y las modas que iban saliendo. Destacaban las figuras de los maniquíes de cartón piedra que anunciaban las novedades en ropa: el maniquí de la niña con el vestido más moderno para primavera; el maniquí del niño con su traje de pantalón corto, tan al gusto de los primeros años del siglo pasado; el maniquí vestido con un elegante gabán para caballero; y el maniquí de señora, que era el más variable, al que más veces cambiaban de vestido a lo largo del mes.
La Isla de Cuba fue una de las grandes tiendas de tejidos que existieron en Almería, desde que en 1910 la fundara el joven empresario José Benavente Soro.
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