El Vino en un Barco acaba de anunciar que cierra tras el viacrucis que ha vivido en los últimos meses. El que fue uno de los símbolos de lo que la revitalización del casco histórico traería a la ciudad -no en vano, abrió en 2014 al calor del Plan Urban- no ha conseguido levantar cabeza después del cierre impuesto por la crisis del coronavirus que, en su caso, se prolongó hasta entrado el mes de junio. No tener terraza lo condenó a abrir en la fase 3. Y unas obras municipales que empezaron en marzo y parecen no terminar nunca en su misma puerta le ha echado a perder la temporada de verano y parece que su futuro mismo.
Con un concepto casi único en la capital basado en cócteles, productos gourmet y tartas caseras y una decoración de diseño basada en motivos marineros, el establecimiento que capitanea la empresaria Cata Landin fue durante mucho tiempo el sitio de moda. La joya de la corona de la llamada Milla de Oro de la hostelería almeriense, tal y como se conocía a la zona que se extiende de Jovellanos en adelante. Un poco más abajo, justo en la calle del Arco, se sitúa El Vino en un Barco. Y precisamente en esta calle llevan todo el verano en obras. “Hace una semana y algo parecían haber terminado, pero volvieron a abrir la zanja”, apunta la dueña.
La imagen de una máquina levantando cascotes en el acceso al bar, con una zanja de metro y medio de profundidad, constituye toda una metáfora de cómo se siente Cata Landin. Solicitó el permiso para poner una terraza hace meses y le dijeron que mientras durasen los trabajos no se podía tramitar. Pero es que ahora que estos se supone que llegan a su fin, ha vuelto ha obtener una negativa por respuesta. “Con el tema de la pandemia la gente recela de meterse dentro, prefiere estar al aire libre”, comenta. Y advierte de que muchos hosteleros están en su misma situación: con el agua al cuello. “Este verano están tirando con créditos y demás, pero en otoño habrá muchos cierres; yo creo que es una cuestión de voluntad, el ayuntamiento no debería permitirse que bajemos la persiana”, subraya.
Este lunes la situación parece haber llegado a su límite y la empresaria directamente ha anunciado el cierre acusando al Ayuntamiento de Almería de no ofrecerles ningún tipo de ayuda.
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Publicado por Catalina Landin en Lunes, 17 de agosto de 2020
Un problema que viene de lejos
Lo de El Vino en un Barco con la terraza es un problema que viene de lejos. Cuando en 2014 decidió montar el bar, Landin escogió ese local porque estaba en una “zona prioritaria a revitalizar” en el marco del Plan Urban, financiado con fondos europeos. La convocatoria incluía ayudas para montar una terraza y ella se presentó. “Desde antes de abrir el bar, los vecinos empezaron a protestar”, lamenta.
Como el establecimiento tenía todo en regla, los vecinos optaron por demandar al ayuntamiento alegando que habían otorgado una licencia de terraza en una zona saturada. En primera instancia perdieron, pero recurrieron a la Audiencia y terminaron ganando. “Lo que decía el juez era que se me suspendía la licencia de terraza y que el ayuntamiento tenía que tomar medidas de carácter general en esa zona saturada; cuando lo solucionase, yo podría volver a pedirla con las mismas restricciones que el resto, pero decidí no solicitarla por evitar follones”, relata.
Sin embargo, al entrar en juego el virus, la hostelera se vio obligada a solicitar la ansiada terraza para salvar el negocio. “A mí el técnico me dijo que me iba a dar un informe favorable porque no teníamos unas circunstancias distintas a la de otros bares de la zona, pero ahora me dicen que no, yo creo que hay una falta de voluntad. Y se me acaba el tiempo: sin terraza y con la zanja en la puerta tengo que echar el cierre”.
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