En el mes de mayo de 1907, en uno de los Plenos celebrados en el ayuntamiento, se acordó bautizar la calle principal de las escuelas públicas de Los Molinos con el nombre del periodista madrileño Julio de Vargas, en señal de gratitud por el papel que jugó para ayudar a la ciudad de Almería tras el desastre del once de septiembre de 1891.
Julio de Vargas representó a la prensa de Madrid, que tantas y tan buenas iniciativas tomó para recaudar fondos y repartir las ayudas a los damnificados. Doce días después de la inundación, el propio Julio de Vargas, que era el redactor jefe del periódico ‘El Liberal’, envió un sobre con cinco mil pesetas para socorrer a las familias más necesitadas. Fue tanta su implicación con Almería en aquellos días de desdichas, que dos semanas después del desastre, cuando vino el Ministro de la Gobernación, señor Silvela, a conocer de cerca la magnitud de la tragedia, el periodista madrileño ya estaba instalado en un hostal de la ciudad contándole a los españoles con sus crónicas las penas de los almerienses que se habían visto afectados.
Gracias a la generosidad de la prensa de Madrid se pudieron llevar a cabo obras de gran importancia como la construcción de los barrios de la Caridad y de la Misericordia y el edificio de las escuelas públicas de Los Molinos, que todavía sigue en pie, convertido en la referencia histórica más importante de este distrito.
La construcción de las escuelas vino a culminar una vieja aspiración del barrio. En enero de 1889, una comisión compuesta por un grupo de labradores, en representación de los vecinos de la barriada de Los Molinos y el paraje del Ingenio, se quejó ante las autoridades municipales de los graves perjuicios que para la educación de sus hijos representaba la desaparición de la escuela pública del barrio que había venido funcionando desde 1875. Las escuelas de enseñanza primaria más cercanas estaban entonces en la Cañada y en el Barrio Alto, demasiado alejadas para que los vecinos de Los Molinos de Viento pudieran mandar todos los días a sus hijos menores. En aquella época, aunque la distancia no era excesiva, ir de Los Molinos hasta el Barrio Alto era como hacer un viaje porque había que atravesar caminos de tierra y lugares solitarios donde por las tardes se echaba la noche antes de tiempo debido a la falta de alumbrado público.
Tres años después, en 1892, el problema de los vecinos de Los Molinos empezó a ver la luz cuando se proyectó la construcción de las escuelas públicas para niños y niñas junto a las casas de una barriada, la de la Misericordia, que estaba entonces en construcción. En el nuevo barrio, tutelado por la iniciativa de la prensa asociada de Madrid, se levantaron veinticuatro casas y una capilla sobre los terrenos que había cedido la señora María Jover, viuda del Marqués de Cabra. La construcción de la nueva barriada impulsó la iniciativa de las escuelas, que se pusieron en marcha en 1893, fecha que quedó grabada en la fachada principal del edificio. La inauguración del colegio coincidió con la consagración de la nueva ermita de San Antonio, que completaba la nueva manzana que impulsó la vida de Los Molinos de Viento en aquellos años finales del siglo.
La apertura de las escuelas de niños y niñas garantizó la educación primaria para muchas familias que pudieron sacar a sus hijos del analfabetismo característico de la época. En el primer curso se llegaron a matricular ciento ocho alumnos en el centro.
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