Lleva toda, toda su vida construyendo guitarras, desde que su padre, con cinco años, le dijo: “ven, échame una mano”. Le preguntamos dónde está el alma de una guitarra y dice que “no está en el instrumento”. En su etiqueta pone: ‘Juan Miguel González. La Cañada de San Urbano. Almería’.
Estamos en La Cañada, la tierra de Antonio de Torres, el padre de la guitarra española.
Yo fui el primero que llamó ‘padre de la guitarra’ a Antonio de Torres. Antes de él, el instrumento tenía forma de un 8 y 5 cuerdas. Se cuenta que fue un fraile de Ronda quien incorporó la sexta cuerda. Torres diseñó la guitarra actual hacia 1867 haciendo en ella un abanico repartiendo el sonido en graves, medios y agudos.
De tal palo, tal astilla. Me refiero a la relación de su padre Miguel con usted y la guitarra.
Mi padre trabajaba en una ebanistería de la plaza Santa Rita de Almería. Mantenía amistad con ‘Moya Hermanos’, una familia de cinco o seis generaciones trabajando la guitarra en el taller de Antonio de Torres. Ellos hacían las guitarras más económicas porque el maestro tenía que comer, como todo el mundo. Torres construía las buenas para los profesionales.
¿Cómo entró su padre en contacto con la familia Moya?
Mi padre sufrió un accidente en la guerra civil. Lo cogieron entre dos coches rompiéndole una pierna. Dejó la ebanistería y se puso a construir guitarras, laúdes y bandurrias con los descendientes de ‘Moya Hermanos’. En aquella época el gremio de la madera hacía de todo. Lo mismo un carro que una guitarra.
¿Su casa era el taller de su padre?
Me he criado en ese ambiente. Con cinco años recuerdo a mi padre en el taller pidiéndome que le echara una mano. Sin darme cuenta aprendí el oficio.
Cuéntenos una anécdota imborrable.
Vino al taller de mi padre un artista francés con una guitarra de ‘Ramírez’, comprada en Madrid. La guitarra tenía un defecto y no le podían dar solución en ninguna parte. Entonces le dijeron en Francia que el único que le podía arreglar el instrumento vivía en Almería y se llamaba Miguel ‘El cojo’. Mi padre vio una pequeña fisura en el hueso del puente, donde pone las cuerdas abajo. Quitó ese hueso y lo sustituyó por otro. Este hombre le dio un dineral a mi padre, un abrazo y le envió una postal enorme dándole las gracias.
Hay un sexto sentido, como en el número de cuerdas...
No es el sexto sentido. Es la experiencia en el trabajo, los años y querer aprender. Tú estás desarrollando un instrumento y quieres buscar un sonido propio, tienes que seguir un camino hasta lograrlo. Yo lo he conseguido.
Usted crea sonido a través de la madera. Ese material tan noble.
El proceso es largo. En primer lugar tienes que tener madera seca, de muchos años, para que el instrumento suene bien; con una madera húmeda y con resinas no es posible. Tengo maderas de muchísimos años de mi padre, tengo esa suerte. Trabajo con maderas de ciprés, palo santo, pino, abeto y cedro de Honduras. A esa madera aplico mi experiencia y consigo una sonoridad, bajo mi punto de vista, especial. Mi guitarra es un resumen de ebanistería, de ecualización y de una serie de detalles difíciles de explicar.
¿En qué consiste la prueba de sonido?
Te voy a decir una cosa. Cuando termino el instrumento lo pruebo y no me gusta como suena. Entonces la dejo y la cojo dos o tres días después. Es cuando noto la diferencia, las cuerdas tensan la guitarra y empieza a sonar.
¿Ha escuchado tocar juntos a los almerienses Paco Rivas y Antonio Gómez?
Soy amigo de ellos de toda la vida pero no los he escuchado nunca juntos. Son los dos genios que tenemos en Almería junto a los más grandes Tomatito, su hijo ‘José del Tomate’ y Niño Josele.
¿Dónde está el alma de una guitarra?
El alma de una guitarra tienes que encontrarla tú, no está en el instrumento. Yo la toco y a mí me suena a gloria, ese es el alma.
Jorge Drexler compuso a la guitarra ‘Al otro lado del río’. ¿Usted ha remado muchas veces a contracorriente?
Mucho. Yo he ido remando hasta coger mi camino. Lo he logrado porque sabía lo que quería. Tengo demanda de instrumentos porque suenan muy bien. Eso lo dicen los profesionales. Esa es mi etiqueta: ‘Juan Miguel González. La Cañada de San Urbano. Almería’. He construido con mis manos 404 guitarras.
¿Cuál ha sido el último concierto en el que ha visto una guitarra suya?
El de Sonia Miranda en la plaza Vieja dedicado a Jose Ángel Valente, al toque estuvo Antonio Luis López, profesor del Conservatorio de Almería. Tocaron tres guitarras mías esa noche.
Juan Morata contó que gracias a su guitarra eléctrica se creó Teddy Boys.
Yo tenía unos 13 años y le pedí a mi padre que me comprara una guitarra eléctrica, él no sabía qué era eso y fue a hablar con Richoly quien le dijo: ‘dile a tu hijo que me la compre’. Yo me sentía importante, no había nada igual en Almería en 1959. De ahí salió la ilusión de formar Teddy Boys. Luego fuimos a buscar a Pepe del Olmo, ‘Quillo’ y a su batería.
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