La verja no permite ver mucho, pero del otro lado llega un sonido inconfundible: el que producen los niños al jugar. Tras la identificación, la puerta se abre. Sin embargo, para poner un pie en el piso acolchado, a prueba de golpes, hay que desinfectar las suelas de los zapatos no vaya a ser que uno traiga el coronavirus pegado de la calle.
Dentro, un grupo de niños de 0 a 3 años se disputa un tobogán con pasarela, una casita, ruedas de colores y unos cuantos triciclos. Todos menos Julia, la más pequeña, ya eran alumnos de ‘Mi Escuela Infantil’, en La Cañada de San Urbano. Se les nota felices por volver a la ‘guarde’ y reencontrarse con sus ‘seños’ y amigos. Una experiencia de la que les había privado la pandemia desde hace seis meses.
“Venían súper contentos, todos tenían ganas de volver”, explica a LA VOZ Montse López, directora de esta escuela infantil de la capital que, al igual que el resto de la provincia, ha vivido esta mañana la vuelta presencial a las aulas entre la emoción del reencuentro y la cautela de quien sabe que se enfrenta a una situación inédita.
En este momento, todos los focos están puestos en ver qué va a pasar cuando los alumnos españoles regresen al ‘cole’. En el caso particular de ‘Mi Escuela Infantil’, no ha habido bajas en las matriculaciones en una etapa que si bien resulta clave en el desarrollo de los pequeños, es completamente opcional. “Sí hay familias que los están aguantando un poco en casa a ver por dónde sale todo esto”, reconoce.
Según relata Montse, los padres están a la expectativa aunque en las últimas semanas parece que se ha desterrado esa falsa creencia de que los pequeños contagian más que los adultos. “Miedo con respecto a nosotras no tienen, porque saben que los centros de este tipo ya antes de la crisis sanitaria teníamos una higiene alta, pero es que ahora la hemos redoblado; estamos todo el rato desinfectando”, cuenta.
A final de julio, desde esta escuela infantil se convocó a las familias para explicarles el protocolo que tenían previsto seguir: ropa que se lava a diario a alta temperatura, estancia al aire libre siempre que sea posible, puestos asignados dentro del aula y en el comedor.
“Hemos organizado un solo grupo de convivencia porque tenemos 36 alumnos máximo, pero si es necesario hasta podríamos dividir el patio en parcelas en función de los tres niveles de edad”, apunta López.
Pero, ¿ellos notan que algo raro pasa a su alrededor? “Sí son conscientes porque en sus casas lo han mamado; son niños, pero no tontos. Cuando han llegado esta mañana, los hemos ido sentando en las tronas y les hemos explicado que no toquen al de al lado”.
Aun así, en ‘Mi Escuela Infantil’ son de la opinión de que no se puede tener a los niños totalmente aislados. Separados sí y, por supuesto, si uno estornuda, allá que acuden las monitoras dispuestas a desinfectarlo todo. Pero sin perder de vista la idea de que los pequeños, que han sido “los grandes marginados del coronavirus”, necesitan salir a la calle y relacionarse. “Si todos ponemos de nuestra parte, no hay de qué preocuparse”.
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