El defensa que llegó a jugar en Sudáfrica

Andrés Felices (1934-2013) dejó el Almería en 1959 para fichar por el Sevilla

Felices es el tercero por la izquierda, de los que están de pie, formando con el Almería de 1958, junto a Puche, Armendariz, Luisin, Monerris...
Felices es el tercero por la izquierda, de los que están de pie, formando con el Almería de 1958, junto a Puche, Armendariz, Luisin, Monerris...
Eduardo de Vicente
23:56 • 01 sept. 2020 / actualizado a las 07:00 • 02 sept. 2020

Felices era un obrero del balón y uno de aquellos niños de la posguerra que encontraron en el fútbol el refugio que necesitaba para poder soñar con una vida mejor. 



Jugaba y soñaba. Jugaba en cualquier plazoleta de tierra entre la calle de Granada y la calle de Murcia, en aquellas oscuras tardes de invierno en las que los niños corrían a ciegas detrás de la pelota. Había tan poca luz entonces que tenían que montar las porterías cerca de una bombilla para no quedarse sin referencias. Para Felices, como para todos aquellos muchachos de los primeros años cincuenta, jugar un partido de fútbol era tan importante como poder comerse un bocadillo en la cena. El fútbol era un alimento más, el alimento del alma. Poco les importaba la delgadez extrema de los cuerpos y las carencias de aquel tiempo. El fútbol era el impulso que los ayudaba a seguir adelante, a pesar de la oposición de las familias que se agarraban a aquella frase de “el fútbol no te va a dar de comer”.



Con Felices se equivocaron porque estuvo toda su vida comiendo del fútbol. Sus comienzos fueron en el Baleares, un modesto equipo almeriense donde empezó a destacar por su capacidad para jugar en cualquier puesto. Un ojeador se fijó en las cualidades del muchacho y en la temporada 1953-54, con 18 años de edad, se lo llevó a Baza para jugar en el Bastetano, que entonces militaba en Primera Regional. Durante el tiempo del servicio militar vistió la camiseta del Portuense y una vez de vuelta en su tierra ingresó en las filas del Trafalgar, el histórico equipo de Adra que era de los más importantes de la provincia en aquellos años. 



Sus buenas actuaciones en el campo de Miramar le sirvieron para dar el salto al Atlético Almería, en el mes de septiembre de 1956, cuando se estaba gestando ese gran equipo que poco después consiguió el primer ascenso a Segunda División del fútbol almeriense. 






Felices jugaba de defensa, pero por sus cualidades podía adaptarse a cualquier posición, por lo que estaba considerado como un auténtico comodín, al que solo le faltaba ponerse de portero. Formó parte de aquel gran Almería que logró el ascenso cuando todavía tenía hierba el estadio de la Falange y las gradas se llenaban todos los domingos.



Felices era uno de los que siempre destacaban, de los que no defraudaban jamás porque su entrega era incuestionable. Ese tesón no pasó de largo para equipos importantes y en 1959 vio cumplidos uno de sus sueños al firmar por el Sevilla, aunque solo llegó a jugar un partido completo con el primer equipo, pasando dos temporadas en el filial. 



Felices vivía ya del fútbol y en su afán de echar raíces en un club importante decidió fichar por el Castellón, que en la temporada 1963-64 era uno de los equipos clásicos de Tercera División. Jugó varias temporadas de albinegro, defendió la camiseta del Villareal y en 1967, cuando la edad empezaba a acorralarlo, optó por seguir siendo futbolista lejos España. Cogió las maletas y se marchó a Sudáfrica, que entonces quedaba mucho más lejos que ahora, y durante dos temporadas defendió los colores del Johannesburgo, donde colgó definitivamente las botas.


Andrés Felices Martínez era almeriense de nacimiento y estaba casado con una almeriense, Amparo Sánchez López, pero su historia tuvo que seguir escribiéndose lejos de su tierra. Cuando regresó de su aventura africana encontró refugio de nuevo en el Castellón, donde había dejado un buen recuerdo y mejores amigos. Tuvo la suerte de seguir viviendo del fútbol y durante treinta años fue el masajista del Castellón, demostrando una vez más su condición de comodín.


Andrés Felices falleció el doce de septiembre del año 2013, después de toda una vida dedicada al oficio que fue también su gran pasión.


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