Una opción para aquellos que tratan desesperadamente de escapar de los rebrotes de la Covid-19 y de los riesgos de las aglomeraciones que multiplican la posibilidad del contagio. Hay que serpentear por una carretera de tierra hasta llegar a un alto acantilado y allí, lejos del mundo y de los curiosos, encontrar la paz.
Esta opción es posible en un alojamiento a medio camino entre un cortijo y un hotel; es el Mirador Torre de La Garrofa, una antigua fortificación militar a poco menos de cinco kilómetros de la capital, tan lejos y tan cerca de los circuitos turísticos tradicionales.
Torre vigía
Esta estructura militar, levantada con el propósito de vigilar la costa ante la presencia frecuente de los piratas que pululaban por el Mediterráneo en el Siglo XVI, se ha reconvertido en un hotelito con capacidad para sólo cuatro personas, alejado del mundanal ruido y equipado con un mirador que otea el horizonte marino desde un alto acantilado en el paraje de La Garrofa, cerca del camping del mismo nombre considerado el primero que comenzó a prestar servicios en Almería allá por el año 1957. creado por Juan Navarro Hanza.
Ese viejo acuartelamiento ha aguantado el paso de los siglos hasta llegar a convertirse en un lugar de retirada, pero sin renunciar a los lujos. Sólo puede albergar a cuatro personas, pero dispone de amplios dormitorios y salones en un edificio adjunto, wifi, aire acondicionado, televisión conectada a Internet, además de cocina equipada y dos cuartos de baño.
Pero sobre todo cuenta con el equipamiento que lo hace diferente, una amplia terraza volcada sobre el Mar Mediterráneo con unas impresionantes vistas de la bahía, posiblemente el atractivo más valorado por quienes se aventuran a pasar unos días en la antigua torre vigía.
Cercanía
La propiedad advierte que para poder alojarse es necesario disponer de un vehículo ya que se accede exclusivamente por una carretera de tierra que discurre por los acantilados entre Almería y Aguadulce. La ubicación hace que no puedan alojarse en la Torre de la Garrofa niños menores de 16 años debido al riesgo que supone su cercanía a los acantilados. En cambio, sí está permitidas las mascotas.
Una aventura
La exclusividad comienza desde el mismo momento de efectuar la reserva y es que para llegar hasta la Torre es preciso citarse con el propietario en la urbanización de Castell del Rey. Desde allí un tortuoso camino para acceder a la fortificación, lo que acentúa la sensación de aislamiento del resto del mundo.
El establecimiento ha seguido todos los protocolos exigidos por las autoridades sanitarias para la protección ante el Covid-19 y tras cada alojamiento es desinfectado a fondo para poder ofrecer una tranquilidad absoluta a los inquilinos.
Es la guinda de un pastel cocinado en el S XVI, abandonada durante siglos por las autoridades militares españolas hasta que en el año 2002 salió a subasta convocada por la Guardia Civil, titular de las instalaciones. Tras 18 años los actuales propietarios se han decidido por darle un uso turístico. La exclusividad se paga y la tarifa normal se ha establecido en 220 euros por noche, aunque en estos días de crisis sanitaria y económica el precio se ha rebajado hasta 132 euros por noche.
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