La Española, La Argentina y La Bilbaína

Los almacenes de coloniales eran las tiendas gourmet de su época, para clientes exigentes

La tienda de ultramarinos ‘La Bilbaína’ estaba en la calle Real y daba la vuelta por la calle de Gravina.
La tienda de ultramarinos ‘La Bilbaína’ estaba en la calle Real y daba la vuelta por la calle de Gravina.
Eduardo de Vicente
21:29 • 07 sept. 2020 / actualizado a las 07:00 • 08 sept. 2020

Las tiendas de coloniales y ultramarinos llevaban impregnada la atmósfera de su tiempo, en aquellas viejas estanterías de madera que sobrevivieron a guerras y a depresiones, en ese orden milimétrico que presidía las vitrinas de los escaparates, en los guardapolvos de los empleados que se iban haciendo viejos detrás del mostrador, en la manera de atender a los clientes de toda la vida con los que se establecía una relación familiar. 



En Almería sólo ha sobrevivido un negocio que ha intentado mantener las viejas formas del comercio antiguo. En comestibles ‘San Antonio’, en la calle de Castelar, todavía se conservan las estanterías de madera labradas por el tiempo, el mostrador con la piedra de mármol y la figura del comerciante vocacional que lleva toda una vida dedicado al oficio, sin saber lo que es una semana de vacaciones.



Somos muchos los que todavía recordamos, como una de las tiendas de nuestra infancia, la que existía en la calle Real, ocupando la esquina redonda que se prolongaba hacia la calle de Gravina. Se llamaba ‘La Bilbaína’ y la conocimos cuando ya vivía una dulce decadencia. En sus tiempos, en las primeras décadas del siglo pasado, había llegado a ser toda una referencia en la vida del puerto. Cada vez que llegaba un barco, los mozos del establecimiento se acercaban al muelle para darle publicidad a su negocio, por lo que no tardó en convertirse en el principal suministrador de género de las embarcaciones. La imagen de los empleados de ‘la Bilbaína’ con las carretillas de madera, bajando en procesión por la calle Real, fue una estampa habitual de aquella época. El negocio con los barcos ingleses que venían a por la uva y el mineral llegó a ser tan importante que en la tienda de don Manuel Ruiz circulaban las libras esterlinas con la misma velocidad y volumen que las pesetas.  La vida de ‘La Bilbaína’ fue larga. Sobrevivió hasta los años ochenta, cuando ya no recibía los pedidos de los barcos y apenas entraba un cliente.



Los almacenes de coloniales fueron las tiendas gourmet de su época, para clientes muy exigentes que buscaban los mejores productos que venían de fuera. Aquellos viejos comercios tenían nombres sugerentes y estaban situados casi siempre en el centro de la ciudad, cerca de esa burguesía que podía aspirar a los artículos más refinados que llegaban al mercado. 



En 1894, cuando empezó a funcionar el nuevo Mercado de Abastos, el empresario Juan Martínez Lucas abrió en esa misma rotonda la tienda ‘El Progreso’, un almacén de coloniales que destacaba por una estantería de caoba, de diez metros de ancha, que había pertenecido a un comerciante español de La Habana.






En la calle de Navarro Rodrigo, haciendo esquina con la de Reyes Católicos, había otro establecimiento de gran prestigio que su propietario, Joaquín Turaty Fabre había bautizado con el nombre de ‘La Industria’.  Lo inauguró para la Navidad de 1893 con un extenso surtido de quesos de Gruyere y los mejores bacalaos traídos de Escocia, Irlanda y Noruega. Competía entonces con la ‘Casa Orland’, que tenía una tienda de lujo en el número cuatro del Paseo, donde presumían de tener el bacalao legítimo de Escocia y la manteca auténtica de Hamburgo



Otro nombre sugerente era el de la tienda de coloniales ‘La Independencia’, que Francisco Losana regentaba en el número ocho de la calle Ricardos. Su especialidad era el salchichón que traía en exclusiva de la localidad de Vich


En la Plaza de Flores, esquina con el café Méndez Núñez, aparecía otra tienda importante que también llevaba un nombre atractivo: ‘La Española’. Abrió en 1899 y era su propietario Guillermo Zea Sánchez. Uno de los símbolos del establecimiento era un vistoso carruaje rotulado con el nombre del negocio, que se encargaba de llevar los pedidos hasta los pueblos más lejanos de la provincia. 


En los primeros años del siglo veinte surgieron nuevos almacenes de coloniales y ultramarinos por el centro de la ciudad. En la calle de Castelar competían ‘La Macarena’ y ‘El Siglo’. El primero era un comercio especializado en café crudo y tostado. Su propietario, Francisco Garín López, tenía la costumbre de colocar en la puerta del establecimiento, como si fueran columnas, sacos del mejor café que traía de países exóticos. La otra tienda importante de la calle Castelar, ‘El Siglo’, se hizo célebre por poner de moda en Almería las conservas de carne. 


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