El estado de sus plazas define a veces el grado de cultura de una ciudad. Dime qué plazas tienes y te diré quién eres. Una ciudad con las plazas abandonadas es poco fiable, sobre todo si se trata de escenarios históricos, de lugares que forman parte del alma de sus habitantes.
En Almería somos especialistas en dilapidar plazas y en abandonarlas, por eso es tan importante el cambio de imagen que el ayuntamiento quiere darle a algunos de estos rincones que bien por dejadez municipal o bien por la propia desidia de sus vecinos, habían dejado de ser plazas para convertirse en lugares de paso y en aparcamientos indiscriminados de coches.
En ese plan que ha empezado a darle forma el área de Urbanismo, se incluyen plazas tan antiguas como la de Cepero, en la subida a la Alcazaba, y plazas de gran solera y belleza como las de Orbaneja, Cantares y Espartero, en ese entramado de manzanas que se distribuyen entre la calle de Granada y la de Murcia.
Uno de los casos más flagrantes de deterioro lo encontramos en la Plaza de Cepero, un lugar muy transitado por los turistas, ya que se encuentra en el itinerario obligado hacia la Alcazaba, coronando el barrio de la Almedina. Es imposible tratar de recuperar los accesos hacia el monumento si antes no se interviene en esta plaza. El esfuerzo que se está haciendo en la calle Pósito y el que está previsto en la calle de Almanzor, no tienen sentido si no se completa con la humanización de la vieja Plaza de Cepero. Hace muchos años que este lugar dejó de llamarse plaza y se transformó en lo que es hoy, un solar ocupado hasta el último metro por los coches. En más de una ocasión se ha visto a alguna ambulancia tener que dar un rodeo para cubrir un servicio en alguna de las calles que desembocan en la plaza, al estar tomada por los coches.
Las plazas han sido siempre el desahogo de los barrios, el lugar de encuentro de niños y mayores, la referencia de varias generaciones. Por eso duele tanto perder una plaza, y ya han sido muchas las que nos hemos ido dejado en el camino a lo largo de las últimas décadas.
Una de las plazas con más encanto del casco histórico es sin duda la Plaza de Bendicho, también conocida como Plaza de los Olmos, pegada a los muros de levante de la Catedral. Es un espacio que sigue conservando una belleza espectacular, pero en la última reforma le amputaron un trozo de su alma al quitarle los bancos. Una plaza sin un banco donde sentarse tiene tan poco sentido como una plaza a la que le quitan las sombras.
Se dijo entonces, cuando le llegó la reforma, que las plazas estaban mejor sin bancos, que para conservarlas en perfecto estado era necesario desprenderlas de su vocación de lugar de encuentro con el fin de evitar los temidos botellones nocturnos de los fines de semana. En vez de atajar el problema de raíz, prohibiendo y sancionando los botellones, se castigó a la plaza quitándole los bancos que la llenaban de vida vecinal. La Plaza de Bendicho rebosa belleza, pero carece de vida actualmente.
Otro caso de lugar perdido es el de la Plaza del Pino, en el camino hacia el Hospital Provincial. Nadie diría que este lugar fue una plaza en otro tiempo. El único rastro de lo que fue se conserva en los pocos árboles que sobreviven. Es un caso parecido al de la antigua Plaza de Marín, hoy del Monte, que dejó de ser plaza para convertirse en una calle más, carente de personalidad y rodeada de edificios que han ido minando la zona.
También perdió su imagen bucólica de plaza de otro siglo la Plaza de San Pedro, cuando las autoridades decidieron transformarla en un recinto de juegos infantiles. El lugar perdió belleza, pero ha ido ganando en vida y la apuesta ha sido un éxito al convertirse en una referencia para las madres y para los niños de toda aquella manzana próxima al Paseo.
Este nuevo proyecto para recuperar las plazas que se habían ido quedando rezagadas puede ser un tanto importante para la actual corporación municipal si se ejecuta con sentido común, con una idea clara de lo que debe de ser un escenario donde el protagonismo pase a ser de los peatones y no del coche del primero que llegue buscando un hueco donde aparcar.
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