Un mes y medio después del crimen del pequeño Gabriel Cruz en Rodalquilar (Níjar), la sociedad almeriense volvió a enfrentarse a la muerte violenta de un niño. No atrajo tanta atención mediática, pero sus circunstancias unen ambos casos en la crónica negra de la provincia.
Los miembros de un jurado popular estudian desde este miércoles el presunto asesinato de Andrei M. a manos de su padre en la pedanía ejidense de Balerma. Tenía solo ocho años de edad.
Las acusaciones solicitan una condena de prisión permanente revisable para I. M. por matar con un cuchillo a su propio hijo. Aunque se negó inicialmente la conexión con un caso de violencia de género, la investigación descubrió poco después que el acusado buscaba causar “un menoscabo psíquico” a su esposa.
La primera sesión, tradicionalmente reservada para la selección de los jurados y los informes iniciales, avanzó el futuro del proceso judicial. El acusado reconocía la autoría del asesinato de su hijo Andrei M. de ocho años.
La declaración del procesado se retomará este jueves, aunque la exposición de la defensa anuncia una línea basada en un trastorno psicótico que habría empujado a asesinar al niño. "Oyó voces que le decían que lo matara".
Esta versión contrasta con el relato ofrecida por el hermano mayor de la víctima, al que enseño el cuerpo del niño fallecido y le anunció que la culpa era de su madre. Las acusaciones consideran que esta fría asunción de los hechos en la propia vivienda descartan un trastorno mental.
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