Garren: “Yo pensaba que toda la gente que iba a misa era buena”

El pintor del color celebra desde Olula del Río seis décadas interpretando sus sentimientos

Garren, el pintor del color.
Garren, el pintor del color. La Voz
Fina Martín
10:27 • 31 oct. 2020

Usted fue monaguillo antes que pintor. ¿Qué es la fe para un niño de nueve años?



Yo pensaba que toda la gente que iba a misa era buena. Entré gracias a un amigo que era monaguillo y estuve varios años en la iglesia vieja, la iglesia de San Sebastián. Desde allí veíamos la Semana Santa de Olula del Río de una manera muy especial.



También quería ser escultor, ¿le inspiraban las imágenes de la iglesia?



A mí me inspiraba el silencio que había en el altar mayor. Había dos reclinatorios y yo observaba cómo la gente hacía reverencias con mucho respeto al sagrario abierto.



¿Ha cambiado mucho ese templo?



La iglesia es la misma y los santos están en los mismos sitios, excepto el Cristo de la buena muerte, que yo restauré para la fundación de la cofradía que lleva su nombre. En el mes de mayo se celebra la romería donde la imagen es portada a hombros por las mujeres del pueblo hasta la ermita. Es una procesión impresionante.



Después de pintar su Cristo del amor, ¿pensó pedirle algo?



Las caras de un cristo que yo he pintado representan a personas, hombres; no es copia de una imagen de una iglesia, y no les pido nada. La vida me ha dado muchísimas cosas. He expuesto en medio mundo, desde en mi tierra hasta París, Venecia, Los Ángeles, Nueva York, Estambul... la vida me ha tratado muy bien teniendo a María a mi lado.


Cuál es la reacción de la gente ante una imagen religiosa, ¿pide o da las gracias?

No pienso en la reacción de alguien frente a una imagen. Cuando dices '¡ay Dios mío!' es que hay algo de fe dentro de ti.


¿Relaciona los ojos de su obra con las miradas que asoman entre las mascarillas?

No. Cuando expuse en la embajada española en París me levantaba temprano para ir a Monmartre donde se reunían pintores y dibujantes. Un día vi una representación en la calle mientras sonaba el Adagio de Albinoni. Entre esa música triste había unas marionetas riendo y, en un momento, debajo de una careta, apareció un payaso llorando. Esa imagen me puso el vello de punta e inspiró mi colección de payasos que expuse en Madrid y luego en París. Son sentimientos en primeros planos, con lágrimas, tocando instrumentos musicales. Fue un salto en mi carrera. A partir de ahí recorrí medio mundo. 

Pavarotti canta en el aria 'Vesti la Buggia': 'Ríe payaso, convierte el llanto en broma, ríete de tu amor roto'.  Siempre he visto mucha melancolía y tristeza en la mirada de los payasos, pero también hay amor. Cuando ves una película o escuchas una música, ya no puedes controlar tus sentimientos; salen esas lágrimas que no llegan a brotar totalmente y que humedecen la cara. Ese es el momento que capto en las miradas de los payasos y los cristos de mi obra. La risa es como el llanto, tienen que surgir. 


¿Le ha asombrado una mirada en la calle?

Me gusta hablar con las personas, todas las personas tienen algo bueno. Las pinceladas vienen conmigo y expreso en el lienzo la bondad que hay en ellas. Tuve una profesora que me decía: 'cuando no te asombres de las cosas dejarás de ser tú'.


¿Qué colores brillaban en Olula el día que conoció a María?, su musa, su mujer.

Fue una explosión de colores. Recuerdo a tres niñas paseando por Olula. María iba en el centro con una cinta en su pelo negro y no sabía andar con tacones. A la mañana siguiente fui a buscarla a la puerta de su casa. Le dije que quería hablar con ella y salió corriendo. Un día más tarde insistí y le dije que la esperaba en la puerta de la iglesia. No fue. Al día siguiente volví a la iglesia y desde entonces ya han pasado 55 años. Me parece que fue ayer.


Cuéntenos una anécdota inolvidable

Fue en Florencia, el día que vi la escultura del David de Michelangelo. Había un absoluto silencio y no pude sujetar mis lágrimas, alguien me dio la mano y todos los que estábamos allí nos agarramos rodeando la estatua de mármol.


En su obra 'La danza de los gitanos' muestra la fuerza y el temperamento racial. ¿Se necesita carácter para divulgar la cultura?

Ese cuadro está expuesto en el Museo de Cajamar, en Málaga, es muy místico, casi hiperrealista. Internet es una gran vía en la difusión de la cultura, puedes entrar en el Louvre y en El Prado gracias a la red, pero no es lo mismo que observar un cuadro al natural.


Ahora trabaja en la obra de una gitana del Almanzora que va a dar mucho que hablar. ¿Puede adelantar algo o es un secreto de confesión?

No puedo decir nada, sólo que es una obra de grandes dimensiones que está todavía en el estudio y lleva dos años de trabajo. Es un tema en el que intervienen Roma y Almería, y se lleva en silencio hasta que vea la luz.


¿Para usted pintar es una forma de conservar la vida?

Para mí pintar es mi vida. En sesenta años de trabajo me siento profeta en mi tierra. Ahí han participado María, mi familia y las personas que me han ayudado en todos los sentidos. En las horas bajas que todos tenemos, ellos estaban ahí para echarme una mano, y eso también se refleja en mi obra. No voy a dar sus nombres, pero ellos saben quiénes son.


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