José González Núñez (Turre, 1955), autor indispensable para la provincia y para los viajeros más exigentes, recopila casi 3.000 vocablos de la zona de Mojacar y muestra miradas fotográficas de Domingo Leiva y Rodrigo Valero. “El primero es reconocido por el realismo imposible que impregna a sus imágenes y su adicción a la “hora azul”; la fotografía intimista de Valero nace de la necesidad de expresar emociones o rebeldías y se dirige a la búsqueda del alma humana y del espíritu de la tierra”, dice González.
Nos acercan la Axarquía almeriense, apoyado por los datos
históricos, el testimonio de los viajeros que dejaron su huella y abrieron
caminos y las fábulas y leyendas transmitidas por un Cuentacuentos de memoria
tan profunda como su imaginación para llegar a la verdad por la ficción. No habla de turistas, que solo llegan donde van. Hay quienes
dejaron huella y quienes marcaron el camino, pero todos trataron de medirlo en
profundidad de sentimientos, en nostalgias y en recuerdos. Editado por Arráez,
la editorial del profesor Juan Grima, y la colaboración de hoyesarte.com
hace referencia a decenas de autores. Recuperamos aquí referencias a dos
personajes añorados como el Premio Nacional de Poesía, Valente y a Falces, el
impulsor del Centro Andaluz de la Fotografía: “El poeta José Ángel Valente es
el paradigma de lo que el autor llama viajero devoto a la
Axarquía almeriense, es decir, aquel que, siendo de otro lugar, quiso la
fortuna rodando, rodando, traerlo hasta aquí, como dice la seguiriya recogida
por Antonio Machado y Álvarez, y una vez aquí sentirse identificado ya para
siempre con su luz, su paisaje y su paisanaje… Valente llegó a Almería por el
tiempo en el que se producía la declaración del Parque Natural del Cabo de
Gata-Níjar y, poco después, se convertía en uno de los promotores del
Manifiesto de la Isleta del Moro (1988) y definía este territorio como:
“Espacio donde la naturaleza parece todavía reconocerse a sí misma y donde el
hombre aún puede reconocerse en ella. Espacio que invita a la quietud del
ánimo, a la contemplación o al largo movimiento sumergido en que toda creación
tiene su origen”.
El ensayista y crítico literario José Andújar Almansa lo llama “el guardián del fin de los desiertos”, porque son estos espacios los que permiten al poeta la transparencia definitiva del lenguaje, los espejismos de la subjetividad, la identidad cambiante de sus arenas, la naturaleza del silencio y la memoria de la luz, imagen que condensa la etapa del poeta en las tierras almerienses, como pone de manifiesto en Cabo de Gata. La memoria y la luz, el libro compartido con el fotógrafo Manuel Falces, y en Calas y Campo, los libros inventados (“fotografías del tiempo anterior a la palabra”) junto con la fotógrafa suiza afincada en la tierra de Níjar Jeanne Chevalier…”.
La imagen que acompaña a este trabajo corresponde a Domingo Leiva que nos presenta el precioso puente vaquero que a este periodista como a muchos vecinos de la comarca nos sigue emocionando. En sus inmediaciones el viajero se encuentra con uno de los parajes más insólitos y hermosos del Levante almeriense, un lugar donde anidan aves rapaces y crecen varios endemismos botánicos, un sitio en el que antiguamente existían molinos harineros, como el de la Cueva y el de la Higuera. Cerca de allí, hacia el sur se encuentran los antaño famosos y salutíferos baños de Alfáix y el Puente de la Reina, construido en un solo día durante el periodo nazarí; hacia el norte, a tiro de piedra, uno puede tropezarse con el poblado íbero-romano de Cadima, “la antigua”, villa de Los Gallardos, saqueada y abandonada desde hace decenas de años.
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