Desde el pasado 1 de enero, el almeriense Jesús Miranda Hita se ha convertido en el primer español que se incorpora como inspector a la Dependencia Común de Inspección (DOC) de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Un restringido club del que solo forman parte once altos funcionarios en todo el mundo, avezados y reconocidos profesionales del sector público que escudriñan con ojo clínico los procedimientos de las 28 organizaciones de la ONU en los 193 países miembro.
Para cumplir esta nueva función, Jesús Miranda se ha trasladado a Ginebra, donde tendrá su base de operaciones durante los próximos cinco años. Llega avalado por una sólida trayectoria profesional de casi cuatro décadas como alto funcionario del Estado, jalonada por puestos de gran responsabilidad. En Almería se le recuerda, sobre todo, por su labor durante los años en que fue subsecretario del Ministerio de Fomento y su papel decisivo en la puesta en marcha del proyecto del AVE con Murcia.
Primer español en entrar en el servicio de inspección de la ONU, ¿qué representa para un experto en gestión de lo público este nombramiento?
Significa el último salto en mi carrera profesional como inspector que se dedica al control interno de las administraciones, en este caso a nivel internacional. Sólo somos once inspectores en todo el mundo y el ámbito son las 28 organizaciones que componen la constelación de Naciones Unidas, con operaciones de paz, con operaciones políticas especiales, con organismos como la Organización Mundial de la Salud, UNICEF o la FAO. Profesionalmente es un gran reto. Te obliga a recargar las pilas, a renovar los conocimientos, a ampliar la visión. Estas organizaciones son la quintaesencia de la diplomacia multilateral. Es estar controlando esas organizaciones que se encargan de velar por que el mundo siga funcionando razonablemente bien y se eviten los conflictos, las guerras y las grandes calamidades. Estar en ese proceso desde una visión de control es algo realmente muy atractivo.
¿Y para España qué representa tener por primera vez en medio siglo un representante ahí?
Yo tengo la sensación de que España en general no está bien representada en los organismos internacionales. El Ministerio de Asuntos Exteriores está siempre muy ocupado y preocupado por favorecer candidaturas de españoles en puestos de responsabilidad en las organizaciones internacionales, porque eso permite una posición de mayor influencia. En mi caso concreto, dado que dependemos los inspectores de la Asamblea General de las Naciones Unidas y que somos por definición absolutamente independientes, no hay que esperar que España tenga una especial influencia. Los procedimientos además están estrictamente regulados para evitar justamente que nadie tome ventaja. Nuestra función es evaluar, controlar, verificar, y obtener conclusiones y formular recomendaciones de mejora. Y, por supuesto, los informes se publican en la web y son accesibles. En general, los asuntos que se tratan son de interés general para todos los países. Se busca que haya un consenso para que sean de actualidad, potentes.
¿De la mano de quién o de qué ha llegado Jesús Miranda a esta designación?
Obviamente he llegado de la mano del Ministerio de Asuntos Exteriores, concretamente del entonces ministro José Borrell, que fue el que promovió mi candidatura. Se iba a producir una vacante del inspector al que yo he sustituido, que es canadiense, y con dos años de antelación, la embajada española ante las Naciones Unidas empezó a promover que un español presentara su candidatura a esta posición. Con el respaldo del ministro se presentó la candidatura, se inició el proceso de promoción, y finalmente fui elegido. Efectivamente tengo que agradecerle a José Borrell, el que haya puesto su atención en mí y me haya permitido llegar aquí. La verdad es que a lo largo de mi vida profesional he estado cerca de Borrel durante muchas etapas, desde que tenía yo 27 ó 28 años, cuando, siendo él secretario de Estado de Hacienda y estando yo en Roquetas de tesorero, me nombró gerente del Catastro de Almería. Desde entonces nuestras vidas se han ido cruzando en distintas ocasiones.
Desde la Tesorería del Ayuntamiento en Roquetas, pasando por el Catastro de Almería hasta llegar a la ONU, es un recorrido francamente interesante.
Muy interesante, sí. Yo me lo he pasado muy bien. Con una trayectoria ya de casi 40 años de servicio público, tengo un pasado del que me siento satisfecho. No puedo decir otra cosa. Empezando en ese pueblo tan estupendo de Roquetas, al que estoy tan ligado desde que era niño, hasta llegar ahora a las Naciones Unidas, he recorrido un cierto trecho por distintas organizaciones del Estado, que me han permitido conocer a gente muy buena, grandes profesionales, y me han permitido también tomar decisiones significativas, que han servido, en mi opinión, para mejorar el servicio que en cada uno de los lugares se presta a los ciudadanos y a la sociedad. Ahora me queda superar esta última prueba de esta ginkana y aportar mi granito de arena para ayudar a que las cosas funcionen mejor, en este caso ya a nivel mundial.
Más allá del respaldo, los mérito han tenido que pesar. ¿Cuáles cree que han sido los que más han valido?
Con independencia del respaldo político, imprescindible para que una candidatura de esta naturaleza pueda salir adelante, el currículo es decisivo porque, después de todo, es un puesto profesional. Somos inspectores y no venimos a hacer política, sino a examinar las organizaciones. Para llegar a ser inspector hay que tener un currículo potente, si me permite la expresión, una experiencia larga en gestion pública, si no, es absolutamente inviable. La candidatura previamente tiene que ser aprobada por el conjunto de las embajadas en Nueva York que representan a todos los países occidentales, lo que se conoce como grupo WEOG (Western European and Others [Countries] Group). En mi caso no hubo ninguna candidatura competidora y eso facilitó el proceso. Pero hay un proceso de validación de los candidatos. Hay que aportar un bagaje profesional que permita a los Estados estar seguros de que el candidato va a hacer un trabajo como el que se espera de él.
En román paladino, ¿qué hace un inspector como es ahora usted?
Lo que hace es verificar cómo funciona un determinado proceso de cualquier ámbito de la actividad de una organización. Es un análisis muy a fondo, descriptivo y crítico. Y, a partir de ese análisis, obtener conclusiones y propuestas para mejorar. Unos ejemplos pueden valer. Una de las últimas actuaciones es una revisión del sistema del multilingüismo de las Naciones Unidas. Sabemos que hay 6 idiomas oficiales, pero ni el español, ni el ruso, ni el árabe, ni el chino son idiomas de trabajo. Eso hace que el principio de igualdad de las seis lenguas quede en entredicho. Otra inspección puede ser relativa a la discriminación racial o a los problemas de acoso laboral o sexual. Las Naciones Unidas tiene entre sus principios fundacionales la diversidad racial, la equidad, la igualdad formal y sustancial, es importante verificar esa cuestión. Desde un punto de vista más técnico, una de las recientes ha sido una revisión del sistema de gestión de riesgos. Naciones Unidas está donde hay guerras, qué mayor riesgo que desplazar a centenares de trabajadores, de militares o de policías en operaciones de paz. Otro tema importante es la ética. Existe la política de promover la delación de comportamientos irregulares, y deben garantizar el anonimato. Son trabajos de mucho alcance, llevan mucho tiempo porque tiene que estar muy bien fundamentado lo que se concluye y lo que se recomienda.
Estas organizaciones internacionales tienen un marchamo de ser casi impolutas desde el punto de vista ético, de los procedimientos, pero ¿pueden llegar a tener los mismos defectos o vicios que cualquier empresa o entidad que conozcamos?
Ese es un tema interesante porque una cosa es que Naciones Unidas como organización tenga como principios lo más altos principios que ha diseñado la humanidad, la Declaración Universal de Derechos Humanos, principios de buena gestión, de buena administración, de no despilfarro, de lucha contra la corrupción, todos estos principios están inscritos en sus cartas fundacionales. Pero, claro, como cualquier organización, al final está gestionada por personas y las personas pueden equivocarse o pueden deliberadamente actuar de manera contraria. Justamente para eso está el control. Naciones Unidas ha desplegado, además de políticas muy serias exigiendo comportamientos coherentes y éticos a su personal, un sistema de rendición de cuentas y de transparencia muy potente. Aquí se pueden cometer errores, pero se rinde cuentas de todo. Si este modelo se aplicara en España, en Almería o en Andalucía habría un avance tremendo porque se hace todo con luz y taquígrafos. No hay posibilidad de esconder en un discurso politico demagógico, una mala gestion o una mala administración.
¿Ese discurso demagógico de ocultamiento sí se hace en otros ámbitos?
Sí. Pero hay un factor fundamental y es que cada país tiene derecho a un voto. Los países son los que contribuyen al gasto de las Naciones Unidas y sientan en la Asamblea General a representantes profesionales, que son los embajadores, y defienden el interés del propio país. Y por supuesto que la Unión Europea, Estados Unidos, los grandes contribuyentes, se preocupan mucho, pero muchísimo, de preguntar y de pedirle cuentas a la Secretaría General y a los ejecutivos de los organismos sobre cómo se administra el dinero, pero a un nivel tan concreto que no se queda en un discurso político, sino que se va exactamente al número. Es una burocracia muy grande, estamos hablando probablemente de 120.000 personas en todo el mundo. Tienes que tener un sistema de supervisión muy extendido, en sitios donde a lo mejor incluso contratar un servicio de transporte puede ser difícil de conseguir y mucho más difícil de justificar. Vete tú a pedir una factura con IVA a un señor en lo alto de una montaña en una zona de guerra. Aún así hay sistemas de control desplegados.
¿Se puede conseguir unos niveles óptimos de eficacia y eficiencia en esas condiciones?
Bueno, eso siempre un desideratum. El nivel óptimo no se puede alcanzar nunca porque, vuelvo a insistir, esto está compuesto por seres humanos, que además son de los cinco continentes y tienen distintas culturas, distintas maneras de ver el Estado de Derecho,
de darle valor a ese principio del cumplimiento de la ley. Y además, en entornos en los que hay una gran inseguridad, donde el Estado, por ejemplo, puede ser tan débil que prácticamente no exista. El propósito de hacerlo por supuesto está presente permanentemente. Conseguirlo o no depende de muchos factores, pero lo que no se puede hacer es abandonar ese tipo de territorios por el mero hecho de que hay un riesgo elevado de incumplimientos, cuando estamos hablando de seres humanos que pueden estar muriendo, desplazados, bombardeados… situaciones verdaderamente dramáticas.
¿Qué presente y qué futuro ve a los organismos internacionales en un momento en que la pandemia devuelve las tensiones de los localismos, los regionalismos…?
Los regionalismos, los localismos, los nacionalismos, están desde siempre. La pandemia lo que ha incentivado es el sentido de inseguridad, de que si dejamos la puerta abierta van a venir más virus. Es una quimera pretender que cerrando fronteras se consiga parar y, desde luego, cerrando fronteras lo que lo que se consigue con seguridad es parar la cooperación, el esfuerzo inexcusablemente colectivo para que finalmente se venza al virus. Aquí hay un gran problema de desigualdad que se va a extender, que es justamente el provocado por el acceso a la vacuna. Hay países del mundo que ya saben que no van a tener acceso, y que o el mundo hace algo por ellos o la enfermedad se va a hacer endémica. Eso es muy dramático, y nos lleva a que el mundo debe reaccionar. Ahora el multilateralismo es más importante que nunca.
¿Cree en la globalización?
Yo creo que la globalización es irreversible. Dicho eso, la globalización según y cómo. Hasta ahora se ha basado en la libertad de movimiento de capitales, bienes y servicios, pero no hemos tenido una globalización social o sólo de manera limitada. Hay países en los que el medio ambiente y los derechos de los trabajadores no se respetan como debería. La globalización ha sacado a centenares de millones de personas de África y de Asia de situaciones de extrema pobreza, pero desde luego hay que seguir trabajando intensamente en el respeto del derecho internacional del trabajo. El otro gran asunto es el medio ambiente. Producir a costa de esquilmar los recursos naturales y provocar el cambio climático, tampoco es sostenible. En ese terreno hay que trabajar por parte de organismos internacionales, como se está trabajando, pero con un liderazgo mayor. El comercio internacional es bueno, produce empleo, riqueza, distribuye el conocimiento, aplana las desigualdades, pero al mismo tiempo hay que vigilar muy estrechamente el cambio climático, y la explotación de los trabajadores.
¿Cómo se ve Almería desde fuera como provincia exportadora, pintamos como líderes en agroalimentación lo que creemos que pintamos?
En eso claramente somos líderes. Hay pocos lugares en el mundo que tienen la potencia que Almería produce. Pero falta seguramente crear una marca. Yo compro en Ginebra tomates y pimientos de Almería. Aquí nadie identifica eso como producto de Almería. Así como el vinagre de Modena está asociado a la palabra Modena, aunque se produzca en Yecla, pues no tenemos el tomate de Almería, el pimiento de Almería, un producto que tenga asociada una marca comercial conocida continentalmente. Y me parece que eso se puede hacer, y se puede hacer también que Almería esté presente en el entorno internacional, incluso en el entorno multilateral, a nivel político, como una provincia que puede enseñarle al resto del mundo métodos de producción agrícola que ayuden a acabar con el hambre. Este es uno de los objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, Estaría muy bien que nosotros pudiéramos aportar algo como industria almeriense en ese ámbito. Hay mucho campo para trabajar más allá de la producción y la comercialización.
O sea que ve ventanas de oportunidad para Almería, y para el conocimiento almeriense.
Creo que sí. Además, creo que se puede hacer seriamente. Probablemente hay que prestarle más atención a eso. En Almería, por una parte somos muy críticos con nosotros mismos. Por otra parte, nos miramos demasiado el ombligo, si me permite la expresión. Además de sentir satisfacción por lo que se ha avanzado en estos cuarenta o cincuenta últimos años, hay que dar un salto más y proyectarse, crear una marca propia y de prestigio. Hay un trabajo importante que tiene que ver no sólo con los empresarios, sino también con los representantes políticos locales, provinciales, nacionales, ampliar un poco el horizonte, salir más al extranjero, tomar iniciativas potentes capaces de transformar la imagen y crear una marca. Como está pasando con Málaga, de la Málaga turística de Torremolinos hemos pasado a la Málaga referencia cultural en Europa. Por qué Almería tiene que renunciar a algo parecido en la industria agroalimentaria. Pues yo creo que no hay que renunciar, lo que hay que hacer es trabajar y dedicarle tiempo, esfuerzo y poner el foco ahí en lugar de en otros ámbitos.
¿Ve cercano el día en que pueda coger un tren de alta velocidad en Ginebra y con trasbordos llegar en un tren de alta velocidad a Almería?
Son muchos kilómetros. La Alta Velocidad está pensada para 500 ó 600 kilómetros, que es para lo que lo hicimos nosotros. Obviamente el transporte de mercancías es otra cosa. En cuanto al AVE en Almería, veo que ha habido muchos años de paralización y que ha habido incluso un vuelo político muy bajo en términos de no saber justificar las decisiones propias y esforzarse mucho en criticar las ajenas. Me refiero a lo que ha hecho el PP durante los años en los que estuvo gobernando. Yo comprendo que las capacidades de la política local son limitadas, no se le puede exigir a nadie que tenga más poder del que puede tener, pero de ahí a denostar lo que se había avanzado, es una pérdida de energía y de posibilidades. Ahora no sé muy bien cómo está el proyecto, lo que sí sé es que la situación económica que tiene España es muy compleja. Yo creo que lo importante aquí no es tanto que el ritmo sea muy acelerado sino que haya una actividad constante. Yo tengo esperanza de que finalmente, no sé cuándo, sí que tengamos ese acceso ferroviario hacia el Levante. Y también hacia Granada, que tampoco hay que renunciar a eso. Se renunció por el PP con poca transparencia. Si alguien pone en duda la articulación de Almería con el resto de Andalucía, tendría que explicarlo, decir por qué no es importante. Perder de vista ese proyecto me parece un error estratégico para la provincia. Así que vamos a ver.
¿A Jesús Miranda lo hemos perdido para la escena política almeriense en un futuro?
Ahora de momento estoy aquí 5 años, en las Naciones Unidas en Ginebra. Yo echo de menos Almería, claro que sí. Y volveré en algún momento. No digo más ahora porque es todo muy prematuro. Nunca se sabe lo que nos va a pasar en la vida. Pero claro que yo tengo esperanza de volver a Almería, sí. Cuando cumpla con mi compromiso aquí.
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