Covid: Lo que han pagado los almerienses por “Salvar la Navidad”

Carta del director

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 07 feb. 2021

Lean, que no van a perder el tiempo. En otro magnífico informe elaborado por Simón Ruiz sobre la evolución de los parámetros del Covid en la provincia tras la Navidad y publicado por este periódico el jueves pasado, las cifras que arroja no admiten espacio para la duda.






Durante el mes previo a Navidad, el balance de la incidencia en la provincia fue el siguiente: Desde el 24 de noviembre al 28 de diciembre de 2020, en cinco semanas, los diferentes parámetros del Covid fueron los siguientes: 3.909 positivos, 340 hospitalizados, 86 ingresos en UCI y 84 fallecidos.



Desde el 29 de diciembre de 2020 hasta el 1 de febrero de 2021, las cinco semanas siguientes, esos mismos parámetros arrojaron 16.390 positivos, 682 hospitalizados, 97 ingresos en UCI y 147 fallecidos



La diferencia entre un mes a otro es estremecedora: 12.481 casos más, 342 hospitalizados más, 11 ingresos más en UCI y 63 fallecidos más.






Pero si la frialdad de las cifras es estremecedora, más, infinitamente más, lo es la tragedia, el dolor y el sufrimiento que habita en cada una de esas cifras y en sus entornos. Llegados a este punto solo cabe preguntarse: ¿Alguien piensa que ha merecido la pena pagar ese precio para “salvar la navidad”? la pregunta es retórica porque nadie, salvo algún desalmado, puede situarse en la duda y no en la certeza de que aquella operación diseñada por quienes nos dirigen desde Madrid o Sevilla (excluyo a los responsables municipales porque ellos cumplen los diseños, pero no los deciden) era un desfiladero que acabaría desembocado en un abismo irremediable.



De lo que no dudo es de que aún son pocos, pero con mucho poder decisorio, los que todavía defienden la estrategia de relajación puesta en práctica en aquella insensata operación rescate. Son los mismos a los que ya hemos empezado oír nuevos cantos de sirena para “salvar la Semana Santa”. Solo hace falta seguir la información de cada día para contemplar con estupor como hay dirigentes que, pese a estar en cifras escalofriantes en esta tercera ola, con decenas de miles de contagiados diarios, con los hospitales llenos y con las UCIS al borde del colapso, mantienen su obsesión por relajar cuanto antes las medidas restrictivas. Y la verdad, no lo entiendo.

O sí. Tal vez la respuesta a este tacticismo tan cercano al delirio haya que buscarla en la estrategia disparatada con la que estamos defendiéndonos de los ataques del virus. Una guerra como la que estamos librando no se puede dirigir por un gobierno nacional que ha delegado el diseño de la batalla en 17 gobiernos alegando que es lo que estos le habían pedido. La irresponsabilidad del gobierno central y de los gobiernos autonómicos no admite tampoco espacio para la duda.

A un enemigo común no se le puede vencer si quienes se defienden de sus brutales ataques lo hacen desde diecisiete posiciones distintas y, a veces, antagónicas. La co-gobernanza entre gobierno y autonomías para derrotar al virus no está funcionando y empecinarse en mantenerla solo acumulará más errores a los ya cometidos. 

Es imprescindible una estrategia común consensuada política y territorialmente, pero- y esto es lo más importante- basada en argumentos científicos. Hasta ahora no ha sido así y en la mayoría de las decisiones tomadas ha prevalecido la ambición electoralista sobre el rigor empírico.


Admito mi escasa fe en que haya, entre quienes nos dirigen, alguien con vergüenza política que dé un paso atrás y reconozca que el camino emprendido no es el correcto. Nadie lo va a hacer. Al contrario, temo que lo que algunos demanden sea dar un paso más, pero hacia delante, hacia una mayor autonomía táctica que solo conseguirá disminuir la eficacia estratégica con la que debemos hacer frente al virus.

La Navidad se fue y ahí están sus consecuencias. Las cifras que encabezan esta Carta son referentes a Almería, pero son extrapolables a cualquier otro territorio de la geografía española. Veremos si hemos aprendido algo. Y, sobre todo, esperamos que no haya esta vez nadie que intente ganar un puñado de votos encabezando la manifestación suicida de “salvar la Semana Santa” porque el Señor podría perdonarles porque no saben lo que hacen, pero los ciudadanos debíamos de ponerlos delante de un tribunal por ser responsables de tantas decisiones irresponsables.

 


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