Fouad N. retorció la furgoneta en la horquilla de asfalto de acceso al puerto deportivo de Villaricos y desembocó directamente en la explanada. El remolque buscó la rampa de servicio en la puesta de sol del 9 de junio, decidido a soltar de inmediato la embarcación en la orilla mansa, pero un auxiliar portuario rompió la magia. No hay amarre ni botadura sin contrato y no hay contrato sin una visita a las oficinas del Puerto de Garrucha en horario hábil. Nada puede hacerse, nada.
O casi nada. Fouad N. puso unos 'humildes' 150 euros en el bolsillo de otro trabajador y en pocos minutos descolgó la embarcación de seis metros de eslora en el amarre número 46 de la dársena. Tres horas después, en un cambio de guardia en la seguridad del recinto, la lancha desapareció en la oscuridad.
A la mañana siguiente, Fouad N. retomó la vía ortodoxa y reapareció en el recinto para formalizar el acuerdo de amarre, quizás para no levantar sospechas innecesarias. Pero el barco ya no estaba allí. Según su relato, una prueba de navegación durante la madrugada detectó una avería y obligó a su inmediato traslado a otro ‘astillero’. “La hemos sacado por otro lugar”.
En realidad, la lancha rápida había alcanzado ya la costa de Argelia y pertenecía a los recursos del presunto capo del tráfico de inmigrantes arrestado por la Guardia Civil en el marco de la denominada Operación Sidegar.
Como cualquier empresa, Fouad de Almería invirtió en medios de producción. Una entrega en metálico y dos transferencias sumaron 20.000 euros para adquirir la nave de seis metros de eslora en Alicante. Debía servir a los propósitos de ida y vuelta, recogida y entrega de inmigrantes argelinos, pero la travesía se torció para el presunto capo.
Una conversación captada por el Equipo de Información de la Guardia Civil a las 21.59 horas del 26 de agosto de 2020 afloró el conflicto. Adir, un patriota, se había quedado con la embarcación, y “hacía trabajos por su cuenta”. “Se quedó con mi dinero”, lamentó desafiante a su interlocutor.
La huella del dinero
Y aquí habita la espina dorsal de la presunta red criminal, porque entre las esperanzas de los migrantes y el esfuerzo de las familias, aflora la ambición de un negocio suculento para las organizaciones que explotan la miseria a lo largo y ancho del Mar de Alborán.
En esa conversación identificada por la Guardia Civil y adjudicada a Fouad N., se citan cantidades millonarias de dinares argelinos, esto es, decenas de miles de euros solo para el caso de ese “material” de Adir, como llaman los sospechosos a las lanchas y los motores fueraborda.
Las pesquisas son reveladoras sobre el funcionamiento de la migración clandestina desde Argelia en los dos últimos años, incluida la compra de embarcaciones a españoles. Ahora bien, aporta un salto cualitativo en estas investigaciones con una completa descripción el circuito económico.
Los traficantes se refugian en un método conocido como ‘hawala’, enraizado en la confianza entre familias en sociedades tribales. Llevado a estos tiempos, funciona gracias a intermediarios en el exterior. Los migrantes y sus familias realizan pagos en origen y, sin necesidad de realizar ninguna transferencia, un interlocutor en Europa entrega dinero a su receptor, a cambio de una comisión.
Un informe de la Guardia Civil al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número Cuatro de Vera, al que ha tenido acceso LA VOZ, describe el mecanismo. “Es un sistema de transferencia alternativo e informal de fondos que se utiliza para realizar transferencias de dinero en el ámbito local e internacional”, comienza. “Es un sistema tradicional que se basa en la confianza y que ha evolucionado y sobrevive a un mundo ordenado a través del sistema financiero y de la supervision administrativa”.
Las transacciones del ‘hawala’ no pueden cuantificarse de forma precisa porque los registros son prácticamente inaccesibles. Así lo revelan documentos de diversos organismos internacionales, volcados en los últimos años en cortar el hilo de la financiación del terrorismo internacional, también alimentado por los ‘hawaladores’.
“Los ‘hawaladores’ tienen a menudo negocios paralelos distintos a la transferencia de dinero, en particular el cambio de divisas, agencias de viajes y locutorios. (…) No están sujetos a las regulaciones contra el blanqueo y otras actividades ilegales”, expone un informe de Europol remitido al Consejo de la Unión Europea el 8 de septiembre de 2017, en pleno paroxismo de la lucha antiterrorista contra el Daesh.
Europol exonera a los migrantes con voluntad de ayudar a sus familias y acota el carácter criminal. “Las comunidades migrantes utilizan ampliamente el sistema para enviar remesas legítimas a sus países de origen. Sin embargo, también es utilizado por grupos delictivos para transferir grandes cantidades fuera y dentro de la UE”.
En la Operación Sidegar, el presunto ‘hawaladar’ residía en Alicante y tenía un locutorio, según las indagaciones de la Benemérita. Djamel es descrito como “el encargado de tramitar los movimientos de dinero, tanto a través de empresas de gestión financiera (remesadoras) como, posiblemente, mediante el uso del ‘hawala’ “ . La investigación cree que canalizaba parte de los fondos a través de una cuenta bancaria legal a nombre de un ciudadano español, también imputado en la causa de Vera.
Dos maneras de viajar
La trama ofrecía presuntamente dos tipos de conducciones desde Argelia hasta las costas de la provincia de Almería. La más lenta costaba unos 2.500 euros, mientras las grandes pateras-taxi de travesías vertiginosas cobraban el pasaje a 4.000 euros. Después, un taxi pirata hasta Almería o Alicante engordaba la cuenta otros 200 euros, como revela, por ejemplo, la conversación captada la tarde del 25 de agosto entre Fouad N. y un compatriota de nombre Abed. “Mi amigo no quiere bajar a Almería en bus porque le da miedo y prefiere bajar con un taxista clandestino”.
Las investigaciones de la UCRIF de la Policía Nacional y de distintas unidades de la Guardia Civil han revelado multitud de gastos y cargos adicionales a los migrantes, víctimas de las mafias, en un circuito trufado de desembolsos, desde un asiento en la patera hasta el alquiler de una habitación precaria en Almería, Murcia o Alicante. Los pagos se efectuaban también mediante Ria Money Transfer o Western Union.
Y, como no hay meta sin salida ni final sin principio, Fouad de Almería, como se identificó a sus contactos, atendió con mimo las conexiones que alimentan este circuito económico desde Argelia.
El seguimiento desbordó sus precauciones y los agentes captaron conversaciones con un puñado de supuestos intermediarios en las cercanías de Orán y, especialmente, en la provincia de Layoun. Fouad N. había ganado fama. “No soy Fouad de Toulouse, soy Fouad de Almería”, espetó en una llamada a un interlocutor despistado.
La captación en origen
Sus ingresos como presunto traficante de inmigrantes crecían con la explosión de la ruta en los primeros meses de la pandemia de coronavirus, cuando las pateras llegaban en grupos de 20 y 30 hasta Almería y Murcia. Y en Argelia ya se había desatado la búsqueda del patrón.
El 14 de julio de 2020, a las 20.09 horas, Fouad N. analiza la situación con un contacto en Argelia llamado Walid.
F. -Le dije a Fawzi que tenéis que parar un poco, no vaya que alguien de vosotros a irse de la boca .
W. -Por aquí nada de eso. Estos que están con nosotros, no.
(…)
F. -La ultima vez le dije yo les llevo, pero lo anulé. ¿Me entiendes? Les dije que no tenía las cosas preparadas. Yo quería saber qué sucede en nuestro país. Me dijeron que Coraliz está llena de Policía y los están esperando.
W. -Nosotros no queremos publicidad hermano Fouad. Solo queremos comer un cacho de pan.
En Layoun se corrió la voz del ascenso de Fouad N. en los circuitos clandestinos y el presunto capo, con control sobre diversas viviendas en la provincia de Almería, temía por el futuro del negocio. “Aunque hablen de ti en Layoun, yo les digo que no te conozco. Les dije que yo no le conozco”, confesó Walid.
El año pasado llegaron a la provincia de Almería 5.300 migrantes irregulares. Por primera vez desde que existen registros, Argelia fue el principal país emisor. Los grupos de embarcaciones lanzadas a la vez han conseguido, de forma relativamente frecuente, llevar a los viajeros hasta la orillas mismas de Cabo de Gata.
Según adelantó el diario El País, que cita informes de la Agencia Europea de Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), el negocio las pateras hacia España asciende a 159 millones de euros entre 2017 y 2020. Frontex también ha alertado en sus últimos boletines sobre el aumento de los precios para las víctimas del tráfico de seres humanos.
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