Alto, amable y con una cercanía que sorprende por estos lares. Así es monseñor Antonio Gómez Cantero, que desde el sábado será obispo coadjutor de la diócesis de Almería:
¿Qué tal su llegada a Almería? ¿Qué tal esta primera toma de contacto?
Bien, realmente apenas he salido de esta casa desde el día 1. Solo a cuestiones médicas, a hacerme la tarjeta sanitaria, al dentista…
Viene a una tierra de cine un obispo que resulta que ha hecho sus pinitos como actor. Habrá que ir a Tabernas, entre otros muchos sitios...
Sí, tengo ganas de ver el poblado del Oeste. Pero también me llaman mucho las Alpujarras; soy un hombre al que le gusta la montaña y el senderismo (no el alpinismo; para eso debo ser bastante sapo).
En un par de días será obispo coadjutor de Almería. Sin haber aterrizado aún apenas, ¿qué objetivos se ha marcado en estos primeros meses y, ya de cara al largo plazo, cuando sea el obispo diocesano dentro de unos meses?
Como coadjutor no me puedo marcar objetivos, porque estoy en segundo plano, estoy para ayudar a don Adolfo. Mi objetivo es conocer mucho la diócesis, sobre todo conocer a las personas y luego los paisajes. Y luego lo que don Adolfo tenga previsto para mí: él pidió hace años un auxiliar, ahora se lo conceden pero ya como coadjutor que le va a suceder. Es él quien tiene que marcarme las pautas y yo obedecer. Yo siempre he obedecido mucho a todo el mundo; de obispo, los consejos, lo que te dice la gente, también es importante, y no me va a costar obedecer.
¿Impone llegar para ayudar y más tarde sustituir a un obispo que ha estado prácticamente 20 años en esta diócesis?
Sí, porque las diócesis cogen inercias. Si tú eres de otro espíritu o tienes otra manera de ver las cosas, intentar sacar de las inercias a las personas o darles tu parecer sí que impone, no es fácil. Pero todo se hará poco a poco y dialogando mucho con la gente.
Desde hace años, hay rumores, muchos de ellos nacidos dentro de la propia curia, sobre el estado de las cuentas económicas en esta diócesis de la que será titular en unos meses. ¿Preocupado por lo que pueda encontrar en los cajones?
No me asusta nada. Yo también he oído rumores, pero desconozco la cimentación de esos rumores. Cuando sea obispo coadjutor, don Adolfo me enviará quizás a confirmar a los jóvenes o quién sabe si a llevar las cuentas… Si él me confía esto último, ya hablaré, porque tengo claro que la transparencia es algo fundamental.
El obispo diocesano tiene reputación de estudioso, un intelectual. ¿Cómo se definiría usted a sí mismo?
Yo no soy estudioso, sino lector. Tengo mucha intuición. Me gusta investigar, y ver cosas nuevas. Me gustan las relaciones personales. Una tarde en la cocina alrededor de un café o de una cerveza -ya cada cual lo suyo; yo un café-. Me gusta la arquitectura vanguardista, dibujo… Era mi vocación anterior a la vocación sacerdotal: ser arquitecto. Me gusta saber todo. Y hablar con todo el mundo, porque de todos se aprende.
¿Cómo le llega a usted la vocación?
Desde los 7 años tenía tendencia a ser cura, pero por lo que representaba el cura en el pueblo, que lo era todo. A los 19 años tuve una crisis profunda, estando ya en el seminario, y estuve a punto de irme a hacer arquitectura. Pero mi formador me dijo una frase de San Ignacio de Loyola: “En tiempos de tormenta, no te mudes, no hagas cambios”. Y empecé a estudiar biblia en el seminario, me enamoré de la biblia y me quedé. Y no tiene nada que ver el cura que pensaba yo con 7 años con el cura que yo he sido.
¿Cómo le ha afectado la pandemia a la Iglesia?
Igual que a toda la sociedad. Sí que es verdad que en la Iglesia hemos estado muy cercanos a los que lo han padecido y con sus familias. Desde Cáritas ha habido voluntariado de jóvenes que han ido a hacer la compra a las personas que vivían solas… La pandemia nos afecta por que no era esperada y porque nos ha pillado con el paso cambiado. A la Iglesia igual: los templos están prácticamente cerrados, los que iban a misa tienen miedo a estar unos al lado de los otros… Dentro de un año o dos, porque la pandemia puede durar 3 años, habrá que rehacerse.
La pandemia ha hecho que la Iglesia, en sus muy distintas ramas, se vuelque en la labor asistencial y en la caridad. Aquí al menos se subraya muchísimo la labor de Cáritas y en el mundo cofrade, a falta de pasos en las calles, algunas hermandades han pasado a parecer oenegés con patrimonio artístico. ¿Se está olvidando el resto de los objetivos por el camino? Como Iglesia, como evangelizadores...
La Iglesia siempre ha estado, en toda la Historia… La Iglesia tiene muchas equivocaciones y muchos fallos como cualquier sociedad, pero nosotros que somos creyentes, siempre hemos estado ante las necesidades que surgen: cuando surge el SIDA los primeros que estuvieron ahí fueron religiosas y religiosos; cuando en la Edad Media no había Seguridad Social, surgen las cofradías que además de tener una devoción, nacieron con una función muy social de ayudar a huérfanos, viudas, hacían los primeros pequeños hospitales…. Los hermanos de San Juan de Dios crearon la enfermería, escribiendo tratados sobre ello cuando nadie vislumbraba eso. La Iglesia lo que tiene que hacer ahora es ayudar, que también es una forma de evangelizar: es mostrar el rostro caritativo de Dios.
¿En que punto se encuentran las vocaciones?
En el mismo que las comunidades. Si no hay vocaciones es porque no hay vida comunitaria, una vida parroquial efervescente. Porque no hay grupos de jovenes en la parroquia que ‘hagan lío’, como dice el papa. Las vocaciones que surgen son por llamadas muy particulares, pero la vida comunitaria es la mejor base para que haya muchas vocaciones.
¿Qué puede hacer un obispo para fomentarlas? ¿Hay una varita mágica, una receta para incrementar el número de jóvenes y nuevos curas?
No hay nada. Yo he sido 17 años formador y rector en el seminario mayor y cuando marché había 14 seminaristas.
El descendimiento de la natalidad ha provocado que la proporción sea la misma. Si había antes familias de 5 u 8 hijos, podía salir un cura; ahora sin son 2 hijos, pues difícilmente….
Se dice habitualmente que la Historia es algo cíclico, que se repite. ¿En qué punto de su ciclo histórico está la Iglesia?
El mejor. Lo digo siempre. Nunca hemos estado tan atados al poder civil como en la época romana. Los emperadores en la decadencia del Imperio dejan en manos de los obispos las diócesis, que eran las provincias. El hecho de dejar todo el poder civil a los obispos hizo mucho daño. La Iglesia nunca ha sido más libre que ahora: hay libertad de opinión y hay un abanico de colores donde todos podemos entrar.
Decía en su homilía de despedida como obispo de Teruel y Albarracín que “el desafío que hoy tiene nuestra Iglesia no nos permite el lujo del inmovilismo”. ¿Cuáles son esos grandes desafíos de la Iglesia del siglo XXI?
El desafío principal es el testimonio. Los cristianos tienen que creer que son testigos de Cristo, y no algo individualista que a veces se convierte en idolatría y nos enfrenta unos a otros. Y para eso necesitas una comunidad que te respalde, alguien que te acompañe.
Y en una institución de más de 2.000 años y con unos valores claros, ¿qué margen hay fuera del inmovilismo?
El único margen de movimiento es la acogida. Acoges a una persona no por lo que piensa, no por lo que es, no por lo que siente… La acoges y la escuchas y le ayudas en lo que puedes hasta donde quiera.
Y ahora mismo, con papa como Francisco, ¿cómo es la iglesia? ¿Algo más aperturista y progresista? ¿Igual que hace unos años...?
Si uno lee a Benedicto XVI, que era un papa muy tímido, muchas de las cosas que dice Francisco ya las había dicho él.
En 1968, siendo profesor de universidad en Alemania, dijo que la Iglesia del siglo XXI sería muy pequeña y que se dedicaría a los pobres. Es lo que creo que tiene que ser la Iglesia ahora.
Aparte del Espíritu Santo, antes de elegir al papa, los cardenales hacen un análisis de la situación de la Iglesia, y de sus expectativas y de sus riesgos y eligen a la persona que puede dar respuesta.
Quizás una de las respuestas a los desafíos de la Iglesia tienen que ver con el papel de la mujer dentro de la institución. ¿Cómo está la mujer en la Iglesia y cómo debería estar, a su juicio?
La mujer está en la Iglesia y la Iglesia existe por la mujer. Las primeras testigos de la Resurrección fueron tres mujeres no creídas en absoluto por Pedro, Santiago, Juan…. Si tu vas a parroquias rurales, ves a mujeres en un 80% y las que mantienen abiertas las puertas de muchas iglesias en pueblos pequeños son mujeres. Las catequistas son las mujeres. En voluntarios de caridad, ganan las mujeres. Yo intenté en Teruel poner a mujeres de delegadas episcopales seglares. En las delegaciones tiene que estar representada toda la Iglesia.
¿Pero llegaremos a ver mujeres con alzacuellos?
Se está estudiando en primer lugar mujeres diáconos. Es complejo, no porque no se pueda hacer. Es un camino lento, pero quién sabe.
¿Y el mundo LGTBI? Hablaba antes de acogida... ¿Cree que el colectivo LGTBI se siente acogido?
Hay movimientos cristianos que viven esta situación y se reúnen, creen y esperan. La verdad es que cuando uno acoge y uno escucha, nadie estorba en ningún sitio.
Hace unos días tuvo lugar lo que debía ser el besapiés al Cautivo, con miles de almerienses pasando ante una imagen. No sé si tuvo la oportunidad de acercarse y, en cualquier caso, ¿ha podido acercarse ya en estos días de Cuaresma al mundo cofrade almeriense?
El otro día pasé por la plaza de la Catedral y vi mucha gente en la puerta. Pregunté y ya me contaron, pero no me atreví a acercarme, soy cuidadosísimo. Me voy a acercar al mundo cofrade. Es uno de los activos de la Iglesia.
Expresar la fe exteriormente es una de las cosas que tenemos que hacer, pero todo el año. El arte y la estética nos ayudan a llevar una ética después y a hacernos presentes en la vida.
Les decía a los cofrades de Teruel que de alguna manera exterioricen su ser cofrade en sus ventanas y balcones.
La exteriorización tiene que responder a una interiorización porque sino seria un museo de arte sacro vacío, por las calles. Una representación teatral.
En los próximos y primeros años de su episcopado vivirá muy de cerca fechas que los cofrades almerienses tenemos marcadas en el calendario: el 75 aniversario de la Agrupación de Hermandades, el 75 aniversario de hermandades como Silencio o Prendimiento, los 25 aniversarios de hermandades como Los Ángeles.... ¿Viene con ganas de procesiones extraordinarias?
Me sentaré con ellos para ver qué proponen. Y yo también les haré propuestas, porque soy muy creativo, ¿eh?
¿Y qué opinión le merecen grandes celebraciones como las coronaciones canónicas? Aquí llevamos ya 6 años sin una y, sorprendentemente, ninguna de las Vírgenes de nuestra Semana Santa ha sido coronada...
No conozco ese mundo. En mi vida he estado en ninguna coronación. En el año 60, cuando tenía 4 años, se coronó a la Virgen de Belén en mi pueblo, pero casualmente no pude estar.
Relacionado con ese ornato, me gustaría preguntarle por un vídeo que se difundió hace unas semanas, en el que rechazaba el ornato de sacerdotes e incluso ciertos excesos relacionados con la decoración litúrgica. Sus palabras han asustado un poco por aquí. ¿Cree que aquí, en Andalucía, encajarán bien ideas así?
Que cada uno vaya como quiera, otra cosa es como vaya yo.
En Teruel por ejemplo cada cofradía es de una manera. Yo soy muy minimalista. Muchos de los trajes clericales actuales vienen del barroco y del rococó y yo creo que, igual que creo en una arquitectura vanguardista, nuestra forma de vestir tiene que responder a la época en la que vivimos.
El arte es una respuesta filosófica al mundo. Si nosotros mantenemos posturas artísticas tan antiguas no evolucionamos. Pero respetaré que cada uno vaya como quiera. Yo iré como deba de ir: lo más sencillamente que pueda porque es mi forma de ser, pero a nadie impondré nada.
¿Un obispo sabe o debe saber decir ‘lo siento, me he equivocado’?
Yo lo he hecho muchas veces. Cuando empecé a reunirme con los curas en Teruel, yo les decía ‘vamos a ensayar esto. Y si no sale, cambiamos, pero vamos a probar algo nuevo’. Y me seguían muy bien. Lo intentamos. No todo vale, pero sí que hay que probar cosas distintas.
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